Pues, dado su extraordinario parecido –diríanse dos gotas clónicas ellos- con el finado Kirchner, podría él con su madrileña chulería de una tacada desfacer el grave entuerto de los repsoles. A saber: los servicios de inteligencia españoles se ocuparían de con nocturnidad introducir al Dioni en la Casa Rosada, a esas horas en que todos los gatos son ya pardos y en que Doña Cristina ande quizás ya por entre los divanes sumergida en los brandys de cada noche, tal es la irrellenable pérdida que la habita, que ni con la libación de mil repsoles en una pizca se amanina.
Afinaría entonces su lámina el Dioni, vendríase arriba tararéandose tras el telón la canción que le hizo Sabina y, le voilá, ante la Doña Cristina que se plantaría. “¿Qué passa, prenda?, le añadiría el Dioni a la solemne epifanía de su apostura. Y la Kirchner, aturdida, como una Medea recauchutada, confusa entre el deseo, los brandys y la locura que a partes iguales proporcionan la noche porteña, la soledad y el Poder, ante el espectro del finado Kirchner de hinojos y llorosa se postraría: “pero… ¡Vos! No, no podés ser Vos… no me andés con quilombos, ché, ya yo le dije a Garsón que bien me certificara tu defunción, y qué lindo es Garzón, qué solomillos luce el lechonsito, viste Ché, pero… quién sos Vos, que querés, qué endemoniada sombra me asalta, y gemela nomás del boludo Néstor, qué raro Macbeth es éste…”
Sólo que nada de ese desgarro empingorotado al Dioni, hombre de tanto mundo, en lo más mínimo impresionaría. “Mira, guapa, déjate de vainas, y no llores más por el finado, que en los madriles decimos que el vivo al bollo y el otro al hoyo, ya tu sabes”. Pondríale entonces en el tocata la canción de Sabina a él dedicada, esa salsa nova tan marchosa como rijosa. Y la Doña Cristina, agigantadas las órbitas de los ojos, crédito no daría “…Vos… el gran Sabina, pero claro…”. Mas el Dioni para entonces ya entre los brazos bien arrimadas sus carnes le tendría, tornando inoperantes los remilgos kirchnerianos: “pero… dejá, quitáme las manos de encima, vos sos loco, estás loco… no ves que nos está viendo Néstor, ése es su retrato… es macanudo, sos el mismo, la Pampa mía, ah, esta linda música me está transtornaaando”.
Quitaríase entonces el Dioni la blanca americana. Cubriría con ella el cuadro oficial de Néstor K. Miraría como sólo él sabe hacerlo a la Doña, la ganaría así para su deseo urgente y forajido. Le robaría entonces las distancias. Le apartaría el pelo caoba sobre la frente. Y la argentina presidenta, algo desarbolada ante esa hombría, apenas ya replicaría: “este… pero… vos, loco, ¿de verdad me ves atractiva? … y dime, ¿te gustaría tocar mis pechos? Son naturales, tocálos, si querés, tocálos”.
Que podría hacer entonces el Dioni excepto acariciar con ojos de perista salido los dudosos pechos cristinos. Cómo podría haber imaginado que justo entonces la Kirchner habría de girarse ante él, levantándose el vuelo del miriñaque negro que puesto llevaba… ¡y allí mismo habría de ofrendarle el entero kirchneriano zambombo! Ah, aquellos aún carnosos hemisferios. ¡Qué luna más rara! Oh, con qué desorbitados ojos percutió el Dioni contra el presidencial y rosado zambombo! ¡Con qué ansias de bandolera urgencia!
Aún le restaría al legendario Dioni reflejo crucial para, justo antes de la decisiva acometida, mientras le babeaba desde atrás las orejas a la Doña Cristina, acordarse de susurrarle, “¿nos devolverás los repsoles, lo harás? dí “. “Y sííí, la concha de tu madre, no me dejés así, por San Martín yo te pido, boludo, que me culminés”.
Y oyes, que el Dioni como un campeón entre las posaderas presidenciales cumplió. Puso la hispana pica en Buenos Aires. Así recuperó la España sus catalanes repsoles. Lo que tampoco jamás el mítico Dioni podría haberse imaginado fue que la Kirchner al despedirle, envolviéndole la cabeza con docenas de besos, feliz y relajada, fuera a confesarle: “y dile, petiso mío, a la Milá, que soy muy seguidora suya, y que la admiro yo mucho”.
Post/ post: gracias a Juante, a Macarena, a Leticia, a George Orwell, a Mari Paz Burgos, a NVBallesteros, a Verdadera Izquierda, a Jose Mª Araujo, seguidores nuevos del blog, oxígeno para seguir escribiendo, por hacer junto a mí ayer este blog, GRACIAS
Más parece presidenta del botox y la antiestética.
ResponderEliminarSaludos
Una idea excelente... Los ladrones entre ellos se entienden a la perfección :)))
ResponderEliminarme resulta un texto con elegante y culto divertimento.
ResponderEliminarMuy elegante el texto. Gracias.
ResponderEliminarQué bueno por favor.
ResponderEliminarSueltas unas yoyas como panes, y con qué estilo (a ver si algún día le toca el turno a la faltona Francia que en la prensa parece que no hay sangre ostras).
Aplaudo tu idea. Mandémoslo "pa yá" Saludos
ResponderEliminarEntre lo bizco y lo chorizo igualito que el pariento perdido...Mª Cristina nos quiere chorizar
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe regalas un texto muy entretenido donde solté una que otra :) :) :) ....Besos
ResponderEliminarHala Dioni, ya estás tardando, apresúrate, no vaya a ser que la donna dé marcha atrás y llegues tarde.
ResponderEliminarJeje, José Antonio, lo bordas :P