Pensaba meterle mano al soberbio spot de Sardá&BorisIza para el Banco
de Sabadell, por seguirle sólo los pasos al mundo del Progreso y ver si así
algo de ellos se me pega… pero por hoy paso. Necesito, antes de sumergirme en
los bajos fondos de esos altos fondos, tomar un poco de aire. Además, con la
vertiginosa subida de temperaturas sobrevenida por los madriles anda uno un
poco descangallado, con poco pulso para afrontar semejante acantilado de
madreperlas. Y el poco ímpetu que en estos días me queda, lector, se me va
detrás de las innumerables mujeres con que se cruza uno estos días por la calle
a primera hora, que de golpe se quitan delante de mí las ropas que les acaloran
y sofocan, ofreciendo rienda suelta al júbilo de sus carnes desnudas.
Ya lo escribí aquí: contiene el año dos
Días incomparables a todos. El primer día de frío, ese en el que las
mujeres parecen envolverse y envolvernos entre los brazos y junto al pecho para
mitigar la sorpresa brusca del tiempo helador contra su cuerpo. Y éste de hoy,
en el que en colectiva ceremonia no señalada, como en un inconsciente ballet de
masas, de golpe y al unísono se libran de cotas y jubones, de celajes y de
prendas, y magnánimas exhiben al sol y a los atónitos viandantes, taciturnos
sólo un segundo antes, la muestra viva y triunfante de sus hombros, de sus
cuellos, de sus brazos y piernas, corderitos que echaran a palpitar y a balar
delante de nosotros.
Sin que lo prediquen en la radio o en la tele, sin que lo programe
ningún gran almacén, sin que lo proponga ninguna oenegé, llega de pronto este
día, este espontáneo desprenderse en itinerante procesión de capas sobrantes,
de ropajes súbitamente mendaces, que descubre para nuestros invernizos ojos la
verdad de los cuerpos, la promesa y el misterio que se agazapaban, soñados, y
que afloran ya apremiantes en la dulce piel de una mujer. Atrapar en la retina
ese instante, sí, en el que una mujer, camino de sus cosas, interrumpe el
taconeo, se quita la chaqueta, se arremanga la camisa, se recoge el pelo en la
misma acera, extiende sus brazos de forma inconsciente, o en el que una colegiala rubia se saca de entre la
cascada walkiria de su pelo el jersey granate del colegio y lo anuda a la
cintura, esos suéteres que sueltan los amarres de los botones, las faldas que
menguan, los muslos que se alargan, el cántico de la carne liberada, el himno vibrante
en el aire de esa epifanía.
Sabe uno más que de sobra que no se desvisten sobre la marcha todas esas
mujeres con las que se cruza para él. Que lo hacen para sí mismas y en todo
caso para el dios Sol, que las tiene ruborizaditas. ¿Y qué? Algún privilegio
habría de tener el baldón de la edad: desprenderse uno, a cambio de la mochila
de los años, del gorilesco afán de
monta, remonta y posesión. En ello estamos, aunque en días como estos, lector,
yo te confieso, padece aún uno de retortijones de androide. Se describen aquí y
puntos...
Post/post: gracias a Teo, a Alijodos, a Maribeluca, a Winnie0, a NVBallesteros, a The Presi, por bloguear a mi lado ayer y no dejarme a solas en la red de redes, GRACIAS
Fantástico como siempre, quien iba a pensar que quitarse la chaqueta conllevara tantas repercusiones poéticas.
ResponderEliminarY se quitará todo Dios la chaqueta y cambiarán de ella...y hace tanto calor que es un descontrol bss
ResponderEliminarMuy buena la entrada de hoy!!
ResponderEliminarBiquiños!
www.elbauldeanuki.com
¡Qué guapa estaba Natalie Wood!
ResponderEliminarTodo el año tendría que ser así. Los jardines están verdes, las flores abiertas y las nenas... también en flor.
ResponderEliminarSaluditos.
José Antonio, viva el verano.
ResponderEliminarQue mujer mas guapa, preciosa entrada!!!
ResponderEliminarUn saludo
www.guapayconestilo.blogspot.com
Uhmmmm... abrigarse entre unos brazos es lo mejor....
ResponderEliminarBesos