viernes, 11 de mayo de 2012

Víctor M, Ana B y el spot S


   
    Arranca una música de cámara entre incitativa y melódica, envolvente y reiterativa. Sobre el negro del fondo se imprime el crédito “La Cuenta Expansión del Banco Sabadell presenta”, como si de una productora ante una obra artística se tratara. Presenta “Relaciones”, el título de la obra, y vemos luego sobreimpreso el nombre de los protagonistas.
   Estamos ante una escenografía minimalista, despojada en apariencia de retórica y a la vez atiborrada de la misma: ese blanco y negro tan depurado que exuda “qualité”, esa fina alfombra en contraste, los discretos y simétricos muebles laterales para sostener idénticos utensilios y medidas del agua, sobre todo ese frontal y larguísimo sillón, funcional y elegante a la vez, sin nada en sus bajos fondos que ocultar,  como boca franca que nos convoca. En suma, ese distinguido espacio irreal sin estridencias diseñado para la fascinación y para brindarse a la mirada admirada del espectador.
     Vemos llegar de espaldas, cada uno por un lado, a los protagonistas, que se sitúan en los respectivos extremos del sillón, patentizando entre ellos el hueco de un espacio abierto –ese espacio ya no del todo privado- para que el espectador de alguna manera pueda acomodarse en él.   
   
    Quién diría a la vista del cuadro que estamos ante el anuncio publicitario de un banco. Salvo el logotipo de la firma, omnipresente en el margen izquierdo de la pantalla, estamos en las antípodas de esa publicidad gritona y trasnochada que a nadie persuade ya. La sofisticación y sutileza del mecanismo es extrema: anótese que para nada se impone una descripción ventajosa del producto –ni siquiera de la entidad- ofrecido. Se busca sobre todo inducir e incidir en el inconsciente del receptor la catarata de “entrañables” resonancias afectivas y morales –el prestigio “espiritual” diríamos- que los protagonistas y lo que nos van a contar levantan en quienes les contemplan para, en candado sensorial, asociarlo en ese inconsciente a la propia marca del banco sin que en ningún momento lo parezca, sin que resulte deliberado. Una seducción publicitaria que, no pareciéndolo, sea más eficaz que ninguna.  
    En la televisión el spot se ajusta a su dirección canónica, pero en las “redes sociales” (a las que va sobre todo dirigido) se extiende durante casi veinte minutos, en los que Víctor y Ana rememoran en diálogo su común historia personal, su relación ideal, como paradigma o espejo no declarado pero en el fondo propuesto de una  similar relación idílica entre cliente y banco. El refinamiento y la estilización de la propuesta se basan en una esmerada realización, atenta a capturar para el espectador en encuadres “poéticos” los rictus, los mohínes, las sonrisas y las miradas embelesadas y embriagadoras de Ana B, bellísima en este blanco y negro que parece en ella liturgia y envoltura ideal para realzar su guapura. Víctor quiere aportar el sentido del humor para mejor acercarse así a nosotros.
   
    Y lo que cuentan ambos, lo que en su diálogo se ensalza, son sobre todo virtudes como la confianza mutua, la complicidad, la unión, la laboriosidad, los mismos valores que, no casualmente, deberían presidir de forma ideal las propias relaciones entre un banco “de rostro humano” y su potencial cliente. Con todo, no dejan en la conversa de escucharse cosas, que de no darse en ese satinado marco de lujo aséptico que todo lo engulle y edulcora resultarían bien chocantes.
   Dice así Víctor a propósito del flechazo con el que todo entre ellos empezó: “recuerdo que ibas vestida entera de blanco (¿casualidad con el blanco y negro? ¿parodia de Bogart con la Bergman en Casablanca?)… recuerdo que  sólo pude fijarme en una parte de tu cuerpo… el culo” (¿hemos oído bien? caramba con el corazón tendido al sol, ¿es creíble? ¿o es retórica para pasar como un tío normal?, Ana le ríe la machista alusión, pues vale, reímos nosotros también) .
   “A la gente le gusta ver cosas amables en el escenario” apunta Víctor en otro momento: ¿alto, eso es íntima convicción -en las antípodas entonces de su legendaria pose de cantante protesta y airado-  o es frase de guión que conviene a lo que en el anuncio hacen y que al tiempo predique como cualidad del Banco en la sombra? Lo sabrá él, Víctor Manuel.
  “… A los doce/ trece años yo, que soy de pueblo, lo que pensaba era… yo voy a cantar también, yo me voy a Madrid, me voy a hacer rico, voy a volver con un haiga (coche de lujo de la época) al pueblo y voy a poner una cafetería”: ¿en serio que a los doce años en su tiempo pensaba él en tales términos, en hacerse rico y poner una cafetería, o es treta de identificación con el receptor del anuncio y a la vez disfraz de su elitista presente? Pues, se queda uno a cuadros en todo caso con esas mercantiles revelaciones tan precoces.
   “Finalmente lo importante en la vida es la familia, los amigos, los viajes, las risas… y después de eso ya hay pocas cosas que merezcan la pena”, asegura Víctor, y ante cuadro de valores tan pequeñoburgueses y conformistas, en boca de tan heroico como infatigable activista, va ganándole a uno más y más la estupefacción, y también la sospecha de que están este par de truhanes a todos dorándonos la píldora, al Banco, a los clientes, a los espectadores y al Sursum Corda, … los viajes, las risas, vaya tela.
   
    “Hay una canción que es la que nos explica mejor, son nuestros principios… No seré nunca un juguete roto, no estaré arriba de cualquier modo, con lo que tengo me basto y sobro” (muy bonito, sí, lo único que esa autolegitimación, esa loción de honestidad y soberbia humildad que ellos mismos ahí mismo sobre las cabezas se derraman… ¿no se da precisamente de cabezazos con la publicitaria colaboración con un Banco? Es como si, habiendo sido pillado con las manos en la masa, el Protopatrono de la Ceja protestara con golpes de pecho: eh, que esto no es lo que parece, y ante esa esencial impostura, ante ese cinismo sin fronteras, es ante el que ya uno ha de reprimir la náusea, la existencial y la otra).
   “Hombre, sí, cada uno tiene lo suyo, sí… ¡ay!” con ese escéptico relativismo remata Ana B el sabrosísimo intercambio habido. Se incorporan entonces, se acercan, se besan, le coge él de la mano, salen al fin de escena nuestra paradigmática pareja de novietes eternos. Llegó cada uno por su lado (a la manera que llega también uno a un banco), vánse juntos: el diálogo les re-unió. Desde luego que tiene cada uno lo suyo. ¡Viva el Banco de Sabadell, claro! ¡Y viva Víctor Manuel!


Post/post: gracias a Alijodos, a Sinretorno, a Juan Carlos, a Juante, a Bucan, a Xad Mar, a Teo, a George Orwell, a Winnie0, a El Fugitivo, a Anónimo, a NVBallesteros, a Euclides, a Cesar, que desatendiendo un momento sus propios y excelentes blogs, bloguearon ayer y hoy conmigo, es decir, haciendo este también suyo, y haciendome, con sus oportunas reflexiones, notar su compañía y su afecto, GRACIAS. 
  
     

5 comentarios:

  1. Hola José Antonio; Excelente análisis del anuncio, pero si paso de telebasura, más paso de estos dos. de todas formas aunque lleven un guión escrito, no pueden disimular su falsead, al final el anuncio del banco demuestra falsedad.
    Y perdona, pero lo he pasado rápidamente, porque no les dedico ese mogollón de tiempo a estos falsarios.
    Saludos cordiales José Antonio.

    ResponderEliminar
  2. Si es que al final capitalistas o no todos se arriman a lo mismo:los billetes..por esto mismo muchos comunistas de antaño se pasaron a ser sociatas...Buen fin de semana...

    ResponderEliminar
  3. Pero ¿estos no eran "antimercados"? será cuando no afecta a su bolsillo como siempre, y luego se irán a la Puerta del Sol con los chuchoflautas como si lo viera, viva la coherencia de la siniestra caviar

    ResponderEliminar
  4. Yo me quedo simplemente con su faceta de cantantes y con su música (más con la de ANA)del resto....paso José Antonio Un besote y buen finde

    ResponderEliminar
  5. También me quedo con su faceta de cantantes....

    Que tengas un buen fin de semana

    Besos

    ResponderEliminar