Con el repleto graderío coreándole enfervorizado el nombre, a Pep Guardiola sus pupilos en señal de gratitud mantearon por
los aires. Supongo que eso debe ser el Triunfo.
También la ejemplar novela de Belén
Gopegui sobre De la Vega viene a
ser eso, un festivo manteo, en la preclara tradición comunista del culto a la
personalidad del Amado Líder. Además
que, por mucho que últimamente la Ciencia, como milagro de primavera le haya
reverdecido la apariencia, acaso siga prefiriendo ella el manteo simbólico al
real, no fuera a romperse, como el mismo Rey, en ese exceso del cuerpo arrojado
a la gravedad algún que otro astrágalo.
De manera que quizás lo verdaderamente justo para restablecer el
equilibrio tectónico de la Península Ibérica, ahora que Guardiola no tiene trabajo, sería buscarle acomodo también a Pep en el Consejo de Estado, esa soberbia institución destinada a
revolucionar con su tiki-taka leguleyo el futuro de nuestras mediocres
existencias. Eso, investirle a Pep
con los holgados ropones luctuosos y las níveas puñetas de los togados, hacerle
allí un honroso sitio, entre De la Vega y
el poético Contador de nubes que tanto también le admira.
Cuando anunció Guardiola que
se iba, que así lo había comunicado a sus mayores a principios de temporada,
que por tanto era algo que tenía él ya más que decidido, como un rayo vallecano
vinieron a mis mientes sus Conversaciones
sobre el Futuro -patrocinadas por el noble Banco de Sabadell, pues gusta a este banco subvenir publicitariamente
a humilde gente necesitada- con Fernando
Trueba. Se empezaron a publicar los platónicos diálogos que entrambos
trabaron en septiembre, es decir, allá cuando empezaba la Liga.
Aventuraba allí Guardiola, a
propósito de sus personales planes de futuro: “…Si no me quieren, me echarán y haré lo que salga”. Como si fuera
él un indigente buscavidas de Dickens.
Mentía Guardiola en todo: le
quieren, sí, deseaban sus jefes a costa de lo que fuera su continuidad, sí, y
hará ahora lo que a él le salga de su inteligencia, que no es poca. Igual se
apunta también a un año de Cuentanubes,
que debe ser esa profesión de provecho.
Le propongo yo, una nada con un blog, o sea, una Nada, algo mejor: Pep, please, ingrésate en el Consejo de Estado, y entre aquellos
genios prometeicos rodeado, haz allí de nuestro Futuro el mismo tiki-taka que
en tu equipo jugando asombrara al mundo.
Post/post: gracias a Winnie0, a Juante, a NVBallesteros y a Pedro J Sabalete por dejarme sus comentarios y hacer así este blog, conmigo. GRACIAS
Cuando escucho esos diálogos de Banco Sabadell, los pelos se me ponen como escarpias, los últimos entre Victor Manuel y su "santa" esposa no tienen desperdicio ¿ cuánto se embolsaran? ¿les dará el Gobierno dinero para rescatarlos y que sigan pagando esos anuncios?
ResponderEliminarNo imagino a Guardiola con puñetas y haciéndose escuchar por ese Consejo de Estado. Otra cuestión ¿alguien conoce donde puedo apuntarme para obtener el titulo o el doctorado en cuentanubes? Le escribí a Zapatero, pero aún no ha contestado a mi carta. Saludos
¡Qué anuncios más bonitos eran aquellos! Y seguro que todos los que los hicieron no cobraron por ellos porque no es algo que vaya con su idiosincrasia. ¿Como iba a cobrar Ana Belén o Victor Manuel de un representante del Gran Capital? no, para nada. Y Pep dando esas clases de filosofía escolástica ¿a quién que no tenga la mirada sucia no gustó?
ResponderEliminarSalu2
El otro día ví `por primera vez a Ana Belén y Victor Manuel en una de esas "conversaciones"....y luego pa' que no tengan la cuenta ahí jaja Besos José Antonio y buena tarde
ResponderEliminarNunca pensé en abrir una cuenta en el Sabadell, pero por si tenía dudas, me las han despejado de raíz.
ResponderEliminarEn cuanto a Pep, que no es santo de mi devoción, hay que reconocer que es muy listo y que ha sabido marcharse a tiempo. A ver cuándo aprenden eso los de la casta.
Opino que se ha ido en el momento oportuno.
ResponderEliminar