Ocurre que, ante ese soviético plan, el Presidente Zapatero la defenestra. Se revuelve ella en el Discurso
de despedida ante la prensa, ante el Pueblo:
“Durante un tiempo el presidente se planteó la nacionalización, real, no
parcial ni temporal, de las Cajas. Yo me ocupé de ese proyecto y hemos perdido…
Se acaba de anunciar una privatización parcial de las cajas con fondos
públicos… Para obtener esa victoria se han ejercido presiones miserables, juego
sucio, violencia… Este gobierno (-de el de Zp habla-) solo imagina que cree sus
razones, y cuando lo imagina, a veces solo hay cinismo… En nuestro país el
espacio temporal de nuestras vidas es nuestro derecho a organizar un bienestar
distinto y compartirlo… Ya mi voz y mis actos son como los suyos; junto a
ustedes espero no ser cobarde ahora, y trabajar".
Con ese vibrante alegato para la lucha en voz de la Heroína finaliza la novela de Belén
Gopegui. ¡Cómo expresar el sobresalto que experimenté al coincidir mi
lectura de la obra con la sensacional reaparición pública de la real De la Vega, un tanto irreal ahora ella, tras
ser sometida a una muy revolucionaria, desde luego, facial operación de
rejuvenecimiento. ¡La real De la Vega había optado por revolucionarse ella
primero el careto, antes de emprender la colectiva revolución! ¿Qué pensaría Belén Gopegui al ver a su Emma Bovary reloaded, pensé yo? ¿Qué
nuevo arreglito verbal habría ella elaborado para legitimar la nueva pasarela
de su Heroína?
Penúltima coda a esta fantástica interacción de
realidad-ficción-realidad que se vuelve artificial-ficción que se torna real-ese
emplasto de una y de otra ya indistinguible: hace unos días, como si en efecto,
De la Vega hubiese leído –o le
hubiesen soplado- la novela que a ella espiritualmente idealizaba y se sintiese
en algo obligada por esa leyenda, salió a la pública palestra para con
inflamada ira bramarle al mundo que… ¡las políticas de recortes ahora en boga
son las mismas que llevaron a Hitler
al Poder! Al oírla, sobrecogido, caí: ¿Hitler? ¡igual que la histórica Dolores Ibarruri, la Pasionaria! Cierre del círculo, pensé.
Uff, qué descanso al fin.
Pero un último chivato aún me enervó: vale, mucho Hitler, sí, ¿por qué entonces los comunistas se aliaron con él para
desencadenar la Segunda Guerra Mundial?
Quizás Belén Gopegui en su próxima
novela tenga a bien desentrañárnoslo, bajo el protectorado de una de esas editoriales de postín, multinacionales, yes.
Post/post: gracias a Hawai05, a Mónica, a Mamuma por no dejarme del todo a solas bloggeando ante el frío mundo y colaborar conmigo y hacer así ellos también este blog, GRACIAS .
Sólo con leer "HItler" me pongo mala José Antonio!!! besotes
ResponderEliminarLa abyección moral de los progres conscientes no conoce límite. Ni la de los inconscientes.
ResponderEliminarSaludos.
Cada quien su vida, pero eso de verse acartonada no es lo mio....dicen que las cirugías plásticas se vuelven un vicio.
ResponderEliminarSaludos
Déjela usted hacer, hombre, las hagiografías son necesarias para restañar según qué morales decaídas.
ResponderEliminarMenciona supongo el Pacto Ribbentrop-Mólotov, no creo que fuera de por sí el desencadenante de la IIGM, ya sabe lo poquito que duró y convengamos que sin la obstinación de no rendir Stalingrado, sin aquella Operación Urano, y aquel cerco, lo mismo teníamos nazis hasta en la sopa. Sin que sirva esto para alabar al descerebrado de Stalin, por supuesto.