John Ford, la memoria de sus secuencias más líricas, tan frescas a
pesar de ser ya bien antiguas, me inspiraron de nuevo – en esa especie de
sesión continua, a despecho de la posmoderna existencia, que se rompe en mil
fugaces instantes sin sentido ni concierto, que uno en vano le busca a la vida-
un apremiante deseo por volver a contemplar las amapolas del descampado de mi
barrio que a mi modo te canté (post mío de 21-5-12), el clamor de su color arrebatado.
Llegué al semáforo, que estaba en verde.
Era igual, pues a esas horas tempranas por allí nadie circula. Detuve el
coche. Busqué ilusionado el punto de fuga que ellas el otro día llenaban… Ni
rastro de ellas ahora. Me bajé entonces, como si de un alto de la Diligencia me apeara,
inspeccioné ese suelo, pateé ese edén imaginario, esperando al menos descubrir
las corolas por allí desparramadas, como finísimos rubíes entre la maleza…
Nada. Esfumadas las amapolas, desaparecidas, por completo disipadas. El hueco
intolerable de su ausencia. También los hierbajos verdes que las daban soporte
raleaban y aparecían agostados ya en junio. Un erial en fragmento ante mis ojos
fordianos.
Será normal, será que es todo así de fugitivo y gaseoso, pero no dejó la
novedad de contrariarme. El sesudo analista político que en mí habita encontró
en el matinal desencanto toda una alegoría de mucho mayor calado. Fue él quien
me sermoneó entonces: “Sí, miré los
muros de la Patria mía, si un tiempo fuertes …ya de las amapolas
abandonados… Frau Merkel, España
está lista para ser intervenida”.
Sólo el dudoso poetastro que también a veces me recorre puso a salvo mi
desconcierto. Como un ángel no esperado, me susurró él bajo la bóveda soberbia
de la mañana estival: no han desaparecido tus jodidas amapolas, so bobo… Como
las aves, es sólo que han volado ellas en busca de más suaves climas, allá donde
puedan, como bailarinas encarnadas, en toda su plenitud deslumbrarse y
deslumbrar. Y si te hubieras levantado justo al despuntar del día, bloguero
camastrón, hubieras podido ver, atravesando los cielos aurorales, el vuelo en
bandadas de los cálices emprendiendo su viaje de supervivencia, ese remonte de
purpurados pétalos pintando a trallazos de rojo la amanecida y los horizontes,
y hubieras tenido delante de ti entonces, indolente bloguero, muy abundante
acopio de belleza, a tu alcance para tus
contumaces poessías, y así podrías...
Le interrumpí yo entonces al ángel, ¡vale-ya!, que para eso habría que
ser John Ford. Y eso son ya palabras
mayores.
Post/post: gracias a Shikilla, a Mónica, a Winnie0, a MAMUMA, a NVBallesteros por su gentileza en johnfordear conmigo incluso en domingo, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS.
Muchos son los que he visto emprender sus viajes de supervivencia, dejando tristeza a su alrededor. Saludos
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