Pues sólo un Actor Total puede ilustrar
con tan completa perfección las pasiones extremas que desde un confín hasta el
contrario agitan hasta desgarrarla la naturaleza humana: el que se recorre
desde el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos al mayordomo Stevens de Lo que queda del día.
Nos cautiva un gran actor porque, reconociendo de sobra en nosotros esos
humores que él recrea, sólo él nos los muestra y representa con una destreza y
expresividad supremas. Acostumbran así la mayoría de los intérpretes a
especializarse en la composición de un determinado tipo, un colérico, un
guaperas, un neurótico, el que sea. Es como si las dotes de ese actor se
volcaran con mayor excelencia entre los moldes de un determinado perfil, en el
que a menudo, ay, suelen encasillarse o encasillarles. Pasa en la vida real lo
mismo, ¿no?
El arco interpretativo, sin embargo, que va desde Hannibal Lecter a Stevens el
mayordomo circunnavega los límites caracteriológicos de lo humano: si
encarna Lecter el desaforado
magnetismo de un psicópata inteligentísimo y a la vez aterrador, dueño y señor
pleno del Deseo más literalmente
omnívoro, representa Stevens su más
opuesto metafísico: la insensibilidad mineral, la renuncia a los sentimientos,
la ausencia toda de Deseo a través
de un sirviente sólo a su Señor y a su oficio simbólicamente encadenado. Extremos
tan inhumanos como casi imposibles ambos, que sólo el inmenso talento
interpretativo de Hopkins –y de sus
directores- consiguen que veamos como creíbles y, oh sacro misterio, llenos
incluso de una palpitante humanidad.
Desborda al espectador el apabullante dominio actoral de Hopkins para unos personajes tan
endemoniadamente físicos, siendo él ya algo más que un talludo cincuentón de
sólo discreto envoltorio corporal, como si al cabo de su carrera hubiera
alcanzado él la plenitud de su arte y ya una mirada suya bastara para
hechizarnos. ¡Consigue horripilarnos como Lécter,
y consigue helarnos el corazón como Stevens,
y consigue que a la misma vez nos sintamos mucho más que fascinados por sus
personajes, corderitas Jodie Foster y
Emma Thomson, corderitos pascuales nosotros mismos.
No hace de Anthony Hopkins,
no, coloca todo su arte él al servicio de un par de personajes tan grandiosos
como antitéticos, a los que sabe él engrandecer más aún. Actúa con todo el
cuerpo, sí, más sobre todo es él un prodigioso hechicero de la mirada: si como Lecter incendia el mundo, la voluntad y
la carne de quien le rodea con sólo mirarle, como Stevens sabe del todo vaciar la mirada y así traslucir la propia
insensibilidad de su personaje, esa frialdad heladora tras la que diríase que
desaparece, que es nada, que no es, y
que también tanto nos asusta.
Le diríamos entonces al cabo lo
mismo que su Lecter enamorado
acababa por reconocerle a Claridge
Starling: “El mundo es mucho más
interesante con usted dentro… señor Hopkins”.
Post/post: gracias a Zorrete Robert, a Mari Paz Burgos, a NVBallesteros por sus ánimos, por bloggear ayer conmigo, GRACIAS.
Un genio, sin duda. Veo que en algunas cuestiones tenemos gustos muy parejos :) Se le saluda, últimamente tengo poco tiempo para comentar, aunque se le lee desde el reader...
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, José Antonio. Es uno de los grandes.
ResponderEliminarUn beso teatral ( o dos).
Creo, mejor dicho afirmo que sin duda está entre mis actores preferidos.....es una joya.... Un besote Jose Antonio
ResponderEliminarEs un hombre fascinante... Junto con All Pacino y Jhony Depp, bueno mejor no sigo porque la lista es muy larga...Esos hombre me facinan... Besos
ResponderEliminarYo también estoy de acuerdo con estas últimas ¿6? ¿7? entradas. La película y Hopkins, impresionantes. A mí me parece que los buenos actores se ven especialmente en estos personajes que no hacen aspaviento alguno.El C.S. Lewis de Tierras de Penumbra y el librero de 48 Charing Cross Rd. Son otros dos papeles impresionantes de de Hopkins. Ay, y esa escena de describías en la que el ama de llaves se le echa encima al mayordomo intentando averiguar qué lee... Esa mirada de él al pelo de ella se me ha quedado grabada desde hace años.
ResponderEliminarBravo, José Antonio.
Siempre en V. O. , please. Su forma de hablar es sublime. Por mucho que el doblador sea un pedazo de profesional. Siempre V. O.
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