viernes, 6 de julio de 2012

Anthony Hopkins y Emma Thomson dándole al Tema



   La ilustración cinematográfica que de la escena del Libro llevan a cabo Anthony Hopkins y Emma Thomson, dirigidos por James Ivory, me parece del todo deslumbrante. Puede que el lector la hubiera imaginado con una parecida intensidad, pero al verla con tal belleza representada –no otro, creo, es el misterio de la interpretación- más aún nos cautiva y nos prende en pos de  la historia.  
   Cómo Emma va encimando al mayordomo, con qué mezcla de determinación y de delicadeza a la vez, cómo le va pisando los terrenos y ganándole las distancias hasta finalmente arrinconarle contra la pared. Le mira entonces seria y, para quitarle el libro, físicamente al fin le asalta. Hopkins se deja hacer, todo lo más se lleva la mano a la sien, en íntimo ademán que suma al pudor  una precaria defensa. La tiene pegada a su cuerpo, puede oler su cuerpo, su pelo frondoso, tiene al alcance sus labios, esos ojos que con maravilla arrobada le están admirando.
   
    Entonces, y es muy precioso el verlo, le superpone Emma la palma de su mano derecha extendida sobre el dorso de la del mayordomo, que contiene el libro, muy simbólicamente aferrado junto al corazón, mientras con la otra mano  le va Emma -¡era otra Emma, Emma Bovary, la de Flaubert, quién también se atiborraba de novelas románticas, como el mismo Don Quijote con las caballerescas, como alimento espiritual para sus aventuras!- uno a uno despegando del libro los dedos, mientras Stevens, desarbolado, desarmado, sin atreverse a mirarla aunque viéndola más que nunca, parece como en místico abandono, como si hubiera dejado también él su cuidado entre las azucenas olvidado. Suena una música incisiva y tensa, penetrante, envolviendo el propio azoramiento de los protagonistas en esos terrenos pantanosos para ambos, pues están los dos desnudando su más íntimo latir.
   En el clímax emocional de la escena, en un instante desbordado de ternura, la mano derecha de Emma entrelaza sus dedos a la palma de Hopkins, al canto de la misma, aferrándose a ella, al tiempo que con la otra mano atrapa el libro, que él se deja quitar, como si al paso le entregara  el corazón.
   
    Suspira entonces Emma levemente y asistimos al debatirse interior de Hopkins entre intensísimos sentires opuestos, con el brazo izquierdo en el aire, oscilante entre el abrazo y el rechazo, que es lo que al fin se da. Recupera él con la otra mano el libro, la tristeza luego de Emma, derrotada, que se retira. Se tambaleó, eso sí, la glacial existencia del perfecto sirviente, la que durante un momento memorable, vimos en llamas. La del mayordomo sorprendido en la oscuridad leyendo novelas de amor.
Post/post: gracias a Juante y a Zorrete Robert -caímos, sí- por dejarme su reflexión, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS.

5 comentarios:

  1. oh my god!!!
    jijijiji....
    Saluditos.

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  2. Un verdadero placer leer tus textos cinéfilos. Creo que ya te lo he dicho más veces.
    Has descrito ese instante con tanta intensidad, que lo he vuelto a vivír de una manera especial.
    Gran pelicula, gran tema, y grandísimos actores.

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  3. Me encantan los dos actores. Gracias por publicar. Cariños.

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  4. Magnífica película, genial momento y una entrada a la altura del mismo.
    Enhorabuena.

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