Hasta que aquella exuberante mujer negra de improviso dejó de sonreír y
sin aparente explicación suspendió el bailoteo y girándose como un rayo con
sigilo felino desapareció de la pista. El cincuentón debió pensar que, para no
quedar allí colgado, debía hacer él entonces lo mismo pero en dirección
contraria. Pareció que los guaperas le dedicaban en la escapada muy gráficas
muecas de burla, aunque por la pinta exultante que traía, se le diera a él una
higa esa burda vendetta.
Sí, como si fuéramos Stevens y Lord
Darlington, incliné la cabeza ante la llegada de mi galáctico partenaire,
en homenaje por su proeza bailarina ante la divinidad africana. Le caían unos
churretones tremebundos desde la frente por los mentones, y por el cuello y la
barbilla, como si todo él fuera un bloque de mantequilla derritiéndose sobre el
infiernillo. Traía también el Triunfo
perlándole el rostro sudoroso. El grito de la camiseta mantenía su tesitura chafarrinona
en lo más alto intacta. Me pasó el velludo brazo chorreante de nuevo sobre los
hombros para entregarme, sin duda, la llave maestra de su gesta:
-¿Sabes lo que he hecho? El
numerito del Número. ¿Qué no sabes cuál es? ¿Y de dónde sales tú, tronco?
Esto funciona ahora así, verás: le das el número de tu móvil y ella luego, en
casa, se lo piensa, y si la interesa, te llama. ¿Qué si llaman? ¿Pero qué te
crees tú, chavalín? Todas no, claro, pero de vez en cuando alguna cae. Coño, la
última me ha durado dos años, una chavala cojonuda, peruana creo que era… y
qué. Hombre, la tienes que invitar, y llevarla y traerla y eso, pero a cambio
ellas dejan… (hizo aquí una triunfal paradiña a lo Panenka, a lo Sergio Ramos
en la Eurocopa, vamos)… que te las folles, me comprendes?
Me dio entonces aquel Señor de la camiseta ácida un cachete
condescendiente sobre la nuca, para que más se remachara así en mí la
inolvidable lección del día. “¡Qué cabrón… sí Señor!”, le dije yo
entonces, como el rendido lazarillo que acaba de recibir la mejor conseja de su
amo, también para darle ocasión a que expandiera él un poco más el galáctico
torso contra los guaperas que de lejos aún nos guipaban, creo. Sólo que,
puestos ya al asunto, decidí entonces inquirirle un poco más:
-Pero… no me dirás que esta negraza mañana mismo te va a llamar, no me
jodas, una tía normalucha bueno, vale, pero esa leona en celo… no me lo creo,
salvo que se trate de una…
de una... CONTINUARÁ mañana, lector, que no me es posible por hoy revelarte más. Espero no enfurecerte del todo con tanta dilación. Gracias a Mónica, a Kayla, a Sonja por bloggear ayer conmigo, a mi lado, GRACIAS.
Va a ser que no le llama...Ni que sea guapa ni fea la chica, es cuestión de náuseas o no. ¿ Chorreando sudor?
ResponderEliminar¡Qué asco, por Dios!
Con lo que nos gustan a las mujeres los hombres bien aseaditos y perfumados...
Un beso recién salida de la ducha ( o dos)
Buen relato, la negra espectacular. Jennifer López diosa especial. Gracias por publicar, esperaré por la continuación, jaja
ResponderEliminaruna mujer espectacular es Luciana Aymar la jugadora de hockey sobre hierba argentina saludos desde Buenos AIRES Don Antonio
ResponderEliminarSeguro que no le llama. Por lo menos, yo no lo haría con una persona chorreando sudor y camisa empada de ese desagradable olor. Es lo menos atractivo que puedo imaginar. Espero la continuación. Saludos
ResponderEliminarPues yo creo que sí....
ResponderEliminarAunque vaya mal gusto,jejejeje
Vamos...dinos,dinos...
UN ABRAZO!!!
Me encanta "on the floor".
ResponderEliminarA ver qué sucede, qué intriga, un caballero de buenas costumbres como usted en un antro con un torrente galáctico, técnicamente ahora debería acercase alguna y decirle "que hace un chico como tú en un sitio como este" :-))
regreso mañana....Besos
ResponderEliminar