martes, 21 de agosto de 2012

El caso de la insólita Carta de un niño del Canadá


   
  La carta que alumbró la criaturita es que es, lector, del todo ya desarmante. Juzga tú mismo si no lo es. Merece glosa en su estricta integridad, desde luego:
  
 Queridos Justin, Gavin, Jarred, y Oluseyi. Soy Elijah Porter. Tengo diez años y vivo en Terranova, Canadá.  (es soberbia la mesura de esa presentación, esa demorada cita expresa de cada uno de esos nombres de pila y del propio, la medida exacta de esos datos esenciales, piénsese en ello, porque muchos escritores cotizadísimos ni en sueños tendrían ese acierto) Cuando me enteré de lo que sucedió el 11 de agosto, estuve mal (vuelve a maravillarnos la extraña contención y a la vez la extraordinaria elipsis con que el niño refiere los hechos básicos: la expresa cita de ese día 11, la cadena de resonancias que ese 11 despierta, esos “lo que sucedió” y “estuve mal”, de una concisión tan controlada como sobrecogedora). “Las reglas no estaban en lo cierto, pero al menos me di cuenta de lo buenos que eráis” (que como frase de transición, como trampolín, es espléndida para la apoteosis que ahora viene). “Nosotros somos canadienses. Perseveramos. Mejoramos la vida de los demás. El frío no nos impide vivir en el norte. No perdimos la guerra. Nos adaptamos y sobrevivimos. Nos hemos ganado nuestra propia libertad”. (uff, literalmente nos eriza la piel ese encadenado de vibrantes aserciones autoafirmativas, ojo, referido a toda una nación, impropias de un niño, como si por su lápiz hablara el compendio de los mayores Hombres de la humanidad, Jefferson, Lincoln, Kennedy, Roosvelt, sí, pero también Shakespeare, Camús y Aristóteles resuenan en cóctel único aquí. Qué decir de la insólita precisión quirúrgica para expresamente referirse a la guerra –la 2ª GM, se entiende- en el momento de esta banal derrota deportiva, trascendentalizada así al máximo por ese genio. Claro que falta aún lo mejor, la traca final que nos deja ya… por los suelos, como los atletas cuando entonces, sí). “Algún día, si me convierto en un biólogo, si me hago rico, y si me acuerdo, voy a donar dinero para los deportistas olímpicos de verano y los de invierno. Espero que os guste la medalla”. (cómo no rendirse ante ese niño avizorando el futuro con tan enorme responsabilidad,  con ese prodigioso crescendo de condicionales, envuelta esa radiante abnegación  incluso en la ironía superior del “si me acuerdo”, que incluye la altruista donación genérica futura, en el contexto de la crisis presente para más inri, y que estalla “simbólicamente” en esa medalla que ahora mismo el niño entrega a los Titanes derrotados, de la que sólo espera que “os guste”).
   
    Jooder, exclamé al leer la carta. A este niño habría que nombrarle ya mismo Primer Ministro del Canadá, qué digo del Canadá, de la ONU. Resulta tan inverosímil y sospechosa la historieta. ¿Por qué tiene tanto eco, por qué funciona? Ahí tenemos en todo su esplendor la extraordinaria inversión de las mentalidades en que esta confusa época con placer se agita. Hombretones gimotendo por una chapa y pequeñuelos razonando como egregios filósofos.Detrás de tantos tiarrones lloriqueando, la época revela la secreta pretensión del ciudadano (¿?) postmoderno, que reclama a la vez la ventaja de todos los edades (la inocencia, la travesura, el sentimentalismo y la alegre despreocupación de los infantes, el “sentirte niño” el  “sed malos” que a modo de viático nos imparten como imperativo los famosos hoy, para que más así les amemos) pero ninguno de sus inconvenientes (las obligaciones, la responsabilidad, cierta autocontención, la madurez que exige la vida adulta).
   Pero también se descubre aquí la paulatina disolución de cualquier criterio objetivo de referencia (la edad, los valores, el deber, la exigencia moral, el sentido común, el propio sentido de las cosas) que defina un status estable y nítido de derechos y de obligaciones. Si viene a ser un niño milagroso el que marca la pauta del obrar a unos tiarrones, y si los media recogen con fruición el Hecho, y si además, como asegura el propio cronista, la propia Opinión Pública mundial se halla conmocionada, es decir, casi como los mismos atletas la tarde de autos, es que anda esta sociedad sin brújula cierta a la que aferrarse. A no ser que fueran todos los críos como este canadiense de marras y de un golpe nos mandaran a los adultos al más absoluto ostracismo, para tomar luego ellos las riendas del mundo.
    Y dejo como penúltima providencia, lector, mi conspiranoica sospecha de que este tipo de extravagantes noticias, que asolan desde hace un tiempo los medios de comunicación una detrás de otra sin que apenas nos demos cuenta de ello, apuntan a la existencia de toda una floreciente industria de “noticias falsas” en algún lugar fabricadas para “colocarlas” a las agencias y medios informativos, cuya indagación y alcance dejo a gentes con más medios y posibles que los que dispone este pomposo bloguero. Nos engañan como a niños, eso sí.


Post/post:gracias a Winnie0, a Anónimo, a Hiperion, a MAMUMA, a Fran, por completar el blog, por bloggear conmigo ayer, GRACIAS.

10 comentarios:

  1. Enhorabuena por tanta lucidez.
    Saludos blogueros

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  2. Con niños así la humanidad continuará su brillante transcurrir en el futuro .

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  3. los niños y los beodos dicen las verdades saludos J A

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  4. DEberian nombrarle presidente de eeuu saludos

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  5. DEberian nombrarle presidente de eeuu saludos

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  6. Perdonen mi ignorancia olímpica, pero de dónde, cuándo y de quién llegó esta carta? Acabo de llegar de un blog (Cuba Testigos) y me doy a golpe de jarro con este valioso blog. Si que la autora de aquel sabe elegir sus blogs....Saludos José Antonio.

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  7. Gracias por esta publicación tan buena. Sabés cuánto le falta al hombre para igualarse a este niño.
    Gracias a que estoy recuperando los blog a los que sigo, puedo comentarte. Cariños.

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  8. Me apunto a la teoría de la conspiración.
    Aún así, si fuera verdad...yo veo a ese niño sentado ante el papel , con el bolígrafo en la mano y veo a su madre, detrás de él, como Hada Azul, traduciendo las ideas del niño en frases sencillas, creando un puente entre los deseos del hijo y la realidad, asintiendo, sonriendo, señalando con el dedo el lugar exacto en el que dibujar el texto, proyectando una sombra protectora sobre el papel....

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