Las propias crónicas lo cuentan ya en
un tono de esos que definen el aire de una Época:
“Las imágenes eran desgarradoras. Cada uno de los atletas tirados en la pista,
llorando después de haber tenido un momento de felicidad por la conquista de la
medalla”. Se habla de los tiarrones canadienses del 4x100, descalificados por
los jueces en Londres tras haber festejado el bronce, como frágiles magdalenas
deshechos a fuer de empapados, venga llora que te llora ante las cámaras.
Desde que Miguel Bosé con
aquel título levantara la veda, cada vez con más frecuencia asistimos (lo vimos
en la Eurocopa, lo vemos en los políticos, ahora en las Olimpiadas) al
espectáculo en verdad chocante de ver a tíos como torres, que de un golpe
podrían matarte, licuándose en mares desbordados de soponciosísimas lágrimas. ¿Qué refleja ese hecho cada vez más
frecuente? Eso me propongo yo indagar, lector.
Lo de los canadienses ha tenido
honda repercusión mediática en la Aldea
global, quizás porque una de aquellas formidables montañas de músculos
podía recordar al actor negro del drama carcelario La Milla verde, que también se inflaba a llorar allí, y es sabido
que a muchos responsables de informativos todo les suena a algo, aunque no
sepan exactamente a qué. Nada, se dirían, Editar
y on the air, que el espectáculo must go on y esto pega, me lo dice mi olfato
de sabueso noticiero.
En este
caso el dramón atlético ha tenido una coda más grandilocuente aún, de esas que
asimismo redondean la pintura de un Tiempo sin tiempo, loco del todo, triturado
en él el básico “principio de realidad”, como este que vivimos. Retomemos las
elocuentes crónicas:
“El enternecedor gesto de un niño
canadiense da la vuelta al mundo. Elijah Porter, de diez años, quedó tan
conmocionado por ver a sus ídolos entre lágrimas que decidió animarles de la
mejor manera posible. Les envió una carta de apoyo, así como una medalla que él
mismo había ganado días antes en un torneo de fútbol. (anótese ya el que
,vale, el niño resultaría conmocionadísimo, pero a sus diez abriles se
sobrepuso al abatimiento desde luego mucho antes que los propios mayorzotes
atletas. Primero, por la deliberada voluntad de “decidir” él animarles, luego,
por ¡la escritura de una carta!, hecho verdaderamente prodigioso en una
criatura en estos tiempos del Internete, y por si lo anterior fuera poco, con
el impresionante gesto de la voluntaria donación de un reciente trofeo propio.
Toda esa cadena de actos deliberados exige un pensar, un discurrir, una
planificación en el razonar y una continuidad en el hacer propias de una madurez sorprendente, mucho más
allá de una súbita efusión infantiloide.) “Los
propios atletas se vieron tan sorprendidos y conmovidos por la carta recibida
que decidieron publicar la misma en Twitter (repárese, sí, en el inmediato estremecimiento
experimentado ahora por los atletas, el segundo ya, pues, ellos sí, como críos
atacados de sentimiento salen corriendo que se las pelan a soltar la carta en
el tuiter). “Poco ha tardado la imagen
en dar la vuelta al mundo” (apunta con guiño cómplice el cronista, partícipe
también emocionado en la carrera).
Se reproduce luego la Carta -muy corta- que alumbró la criaturita, y es que, lector, créeme, resulta ésta de toma pan y moja, o de agárrate y no te menees, como quieras, y me propongo yo mañana glosarla aquí contigo, si es que tienes bien acompañarme.
Post/post: gracias a Winnie0, a BEGO, a Laura Caro, a Juante, a Anónimo, a Adan Esmit, a NVBallesteros por hacer noche y día aquí, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS.
¡Qué lindo ese niños solidario! ¿no? Un besote
ResponderEliminarese niño es un pipa grande Antonio
ResponderEliminarEl mundo siempre corre, al límite de sus relaciones personales. La carrera prosigue inexorable.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Quedamos a la espera.
ResponderEliminarQue bonito como un pequeño gesto de cariño de un niño puede llegar a ser conocido a lo largo y ancho de nuestro planeta gracias al mundo global en el que vivimos
ResponderEliminarNos vemos por aquí...Besos
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