Le ví alejarse, sí, sorteando
ingrávido los alibustres del parque suburbial en la noche, penetrando y a la
vez disolviéndose raudo entre el lácteo resplandor de las farolas. Pensé
entonces, pero Javier no tiene ni
remotas flores de que mañana le inmortalizaré yo en mi muy discreto blog -del
que él nada sabe ni siquiera imagina-, de que le propulsaré así sobre la ola
inmensa de la Ciberesfera y de que
quizás merced a esa fantástica carambola alguna dulce japonesita –la única que
por aquellos confines de vez en cuando lee lo mío- al otro lado del mundo se
enamore de él a través de mis palabras. Si se lo contara, seguro que se
encogería él de hombros y me diría algo así como “Jose, tú has visto demasiadas películas, me parece a mí”, y
saldría corriendo a entrenar. Es lo que tienen los hombres y mujeres de acción,
que no se detienen jamás ante las quimeras. Poseen esa despreocupación y esa
sencilla adaptación a la realidad que siempre tanto he envidiado.
Bueno, el oro de esas Olimpiadas lo
ganamos Javier y yo en junio, y si
no lo hubiera aquí un poco escrito estaría del todo disuelto ya por el turbio
desagüe de fregadero que es la vida. Jé, escribir, el blog, son sólo el tapón
que detiene un instante, subiendo ese nivel del agua, su paso atropellado. Pasaron
los dos meses de verano, llegó la hora de formalizar otra vez la nueva
inscripción en nuestro ránking poligonero y… nada, que Javier no se ha enrolado con nadie –tampoco anda él sobrado de
tiempo para andar especulando- y que me pidió por correo electrónico que
siguiéramos jugando juntos. Me sentí entonces muy feliz, lector, aunque esto te
lo digo a ti, no a Javier, que los
castellanos, para la expresión de los sentimientos, más secos resultamos que un
cardo. “Genial”, le dije.
Pero ahora, lector, tras el parón veraniego, ante la inminencia de los
combates padeleros es que, como al Otro, te digo que me tiemblan ya las piernas con sólo
pensarlo. ¿Por qué estaré tan acongojado, me interrogo a lo Segismundo calderoniano, si es sólo deporte, si como tal hay que
tomarlo, si ese puesto 107 a ningún lado va, si al cabo como mucho lo que haya
que hacer se hará? Es del todo ridículo. ¿Qué es a todo lo más lo que puedo
perder?
Yo creo, lector, que mi canguis ante el ránking es sólo un trasunto del
pavor oscuro que siempre he sentido ante las asechanzas de la Vida, que es
cambio, que es peligro, que es también oportunidad, que es un río desbocado
sobre el que tanto me cuesta simplemente mantenerme. Entonces, para darme
fuerzas por dentro, como un escolar aplicado a mis cincuenta, me obligo a
repetirme cien veces –y las voy una a una contando-: “Jose, joder, Javier te ha pedido que
juegues con él, recuerda lo feliz que te sentiste”. Y eso, lector mío.
Post/post: gracias a CLAVE, a Winnie0, a Cesar, a Norma, a Inmaculada Moreno, a Mónica, por saborear esta recámara conmigo, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS.
Soy muy fiel a la amistad, y valoro mucho a un buen amigo tanto que a veces por no decir que no, me veo en sitios y situaciones que me digo a mi misma ¿ yo que pinto aquí ? te lo digo para que te pienses lo del padel ...saluditos...
ResponderEliminarUn final como debe ser josé Antonio...con esa "reflexión" cabal que te deja mejor cuerpo....Un beso y buen finde
ResponderEliminarExcelente crónica. Y como me apetece y porque me apetece, te voy a votar para los premios bitácoras.com. Yo soy asín, mire ud.
ResponderEliminarSalu2
Muy buen texto, es un gusto leer su blog, gracias por compratir.
ResponderEliminarCariños
Hijo de mi vida, si tan solo hubieras hecho una centésima parte del ridículo que yo he llegado a hacer jugando al tenis... A dobles, claro está, que a partir de cierta edad los partidos son más descansados que los individuales. ¡Peeero! Siempre hay un pero. Cuando los del bando oponente descubren quién es el patata de los dos rivales (es decir, yo) le crucifican a bolazos, sabiendo que fallará bastante más de la mitad, y no le mandan ni una "al bueno", que termina por enfriarse y también falla cuando la toca. Indescriptible la cara que se les iba quedando a mis colegas a medida que veían la catástrofe de partido en que yo les había metido por mi torpeza.
ResponderEliminarYo sí que he vivido en mis carnes, y no como tú, pues tu amigo parece leal y majete, eso de que se te quiten de encima para el próximo partido todos los compis que he ido teniendo... Al principio todo era fair-play, generosidad y comprensión, pero tras dos partidos perdidos ignominiosamente, todos acababan por "soltar lastre" y elegían a otros compañeros más competitivos y hábiles.
La vida es dura.
Me temo que me perdí. Es lo que tienen los post encadenados, son como las series te pierdes dos capítulos y estas listo. En cualquier caso, suerte maestro.
ResponderEliminarSaluditos.
Si, le contara como mis "amigas" se esfumaron cuando perdí mi color carmesí...Besos
ResponderEliminarJavier es un santo varon. Tienes la obligacion de compensarle entrenando dia y noche, durante la siesta, mientras blogueas; en todo momento. No me importa decir que todos los que han aprendido conmigo a jugar a tenis, ahora me evitan. Solo me buscan quienes quieren aprender. Para abandonarme, maldita edad!
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