Tenía la otra tarde que acudir
al Foro. Iba a venderle mi libro a
un amigo a quien no veía desde hace cinco años. Tener que venderle el libro a
un amigo, te haces tú cargo, ¿verdad? Camino del Metro la tarde híspida ya se me esfumó de golpe entre las manos y
nos cayó encima a todos los viandantes una noche no por prevista menos arisca.
Bueno, dentro del Metro, con algo en sí de gigantesca ballena acogedora, la
noche –noche domesticada dentro de la Noche universal- creo yo que se lleva
mejor. Iba a llevarle mi libro a un amigo, ya digo.
El moderno convoy, único y larguísimo como una luciérnaga interminable
atravesando túneles y estaciones, sin la solución de continuidad que
compartimentaban las antiguas portezuelas interiores, apenas necesitaba
retorcerse un poco sobre sí mismo para transportarnos velozmente a cuantos viajábamos
en su seno acogidos. Iban todos los asientos ocupados y algunas personas más
recostadas contra las puertas de entrada. Un surtido de gentes que, envueltos
en oscuros ropajes, volvían de sus trabajos, más otro que justo entonces salía
a resolver –o a disolver- cualesquiera que fueran sus asuntos. Había un común
semblante serio y reconcentrado en los rostros, acorde al fin del otoño y a la
inclemencia del desastre económico que vivimos. Se espesaba además un silencio
denso, casi inverosímil entre tantas personas a esas horas, que ni de soslayo se miraban.
Llevaba mi libro dentro de una bolsa
roja, de plástico, para poder entregárselo a mi amigo lo más flamante que me
fuera posible. Entonces, igual que las embarazadas descubren a su alrededor
sobre todo otras embarazadas, pensé en fijarme en los tratados que irían a su vez
leyendo todas aquellas personas, por ver también si de esa observación podía
extraer yo alguna lección provechosa para mi negocio. Así es que, con ademán de legendario
general romano, levanté con solemnidad la testa, panoramicé primero la mirada
para ir luego pormenorizándola caso a caso, y me dispuse a escrutar los libros
que, en ese convulso convoluto de espacio y velocidad que es el Metro, estaban allí mismo en ese
instante leyéndose. En qué momento lo haría…
CONTINUARÁ MAÑANA
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada,
pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)
Gracias a Winnie, a Bego, a Juante, a Hormias, a Napo, a Jose Antonio, a Laura Caro, a Mónica, a Mateo, a Cesar, a Fernando, a Inés por sus palabras, por su compañía,por sus ánimos, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS
ResponderEliminarok, mañana vuelvo y sigo leyendo. Felicitaciones por tu libro.
ResponderEliminarEstoy deseando saber que lee la gente en el metro,además de la prensa, así que mañana estaré aquí como un clavo para enterarme.
ResponderEliminarSupongo que la lectura será adecuada a la velocidad y fugacidad del viaje, jaja... No creo que lean a Tolstoy, Dostoievski, Thomas Mann...
Un cordial saludo.
No se que leen en el metro, por que es un medio que no utilizo, me supongo que sera como el autobús.
ResponderEliminarY por lo que yo veo, no solo no leen sino que lo que veo es que juegan o mensajean con teléfonos o similar cacharrito de ultima generación...saludos ...
Antaño era fácil saber lo que leía el personal: todas las portadas saltaban a la vista.
ResponderEliminarHoy con los ereaders es imposible saber lo que distrae el viaje del desconocido que clava su codo en nuestros riñones.
Sólo pido que no lean el 20 minutos. Cualquier otra cosa me parece de buen gusto (hasta los prospectos de las medicinas y los folletos del carrefour)
Don José Antonio, majodio usted. Los próximos 2 ó 3 días estaré de viaje y no podré enterarme de la segunda parte de su post de hoy. Sí, soy de esos que aún ( quiera Dios por mucho time) no gasta putatil, ni tengo internete en el jilimovil. Ransio que es uno.
ResponderEliminarLo sé de buena tinta. En el Metro se leé de todo. Posiblemente sea el sitio donde más variedad de lectura se ve ( se veía antes de los libros electrónicos) por m2. En cambio, en la playa no es normal Cada verano le pronostico a mi mujer los libros que vamos a ver leer a la gente que toma el sol. Siempre hago un podium de tres, y mi mujer y yo hacemos una apuesta. Los resultados no siempre coinciden con los libros más leídos que sacan las estadísticas.
Recuerdo el verano de “LOS PILARES DE LA TIERRA”. Aquello no era normal.
¿ A que se tropezó usted en el Metro con el libro de ese que hace los jiliprogramas de televisión?
Eso de la ballena...magustao. Ya le dije que tiene usted buenas metáforas en la recamara. Dispárelas más a menudo.
Ultimamente apenas viajo en metro, por eso en alguna ocasión que lo utilizo,observo con mas atención lo que sucede en el vagón, a veces viendo las expresiones de los viajeros, parece que quiero averiguar mentalmente la clase social a la que pertenece.
ResponderEliminarSaludos
Siempre que voy a Madrid,viajo en metro y hago lo mismo...Observo que leen los más próximos a mi...
ResponderEliminarNo sé si es curiosidad o un mero entretenimiento,pero es lo que hago.
Un abrazo!!!
estare pendiente, mañana.
ResponderEliminarEl libro en una bolsa roja...¿no sería un saco y tú eras papa noel? Un beso y que siga....
ResponderEliminarSIEMPRE QUE VIAJO EN METRO OBSERVO MI ALREDEDOR, MIRO LOS LIBROS QUE LEEN, INCLUSO EN ALGUNA OCASIÓN ME ENGANCHE A LA LECTURA DEL SEÑOR QUE ESTABA SENTADO A MI DERECHA, OTRAS HE VISTO ALGÚN TITULO LLAMATIVO Y ACABÉ COMPRÁNDOME EL LIBRO, PERO SEGURO QUE LO QUE LEÍA ESA SEÑORA ERAN LAS HISTORIAS DE UN BOBO. SALUDOS
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