sábado, 12 de enero de 2013

Una poesía prosaica (Poessía treinta y ocho)



Ya sólo escribo poesía roma
amada mía
que una vez la compuse alada
inspirada
y el Mundo entero,
tú,
mirasteis para otro lado
entonces tan campantes.

Contarte por eso sólo
que esta mañana gris
al fin barrí mi casa,
que el mazacote de pelusas
al cabo resultante
-polvo, cabellos, arena,
fideos, cocos, arácnidos difuntos,
las raspas ralladas del tiempo,
su  rala cosecha amalgamada-
parecían un engendro ceniciento
que amenazara en su crecida
con devorarme la cintura.

Miré aquella infecta criatura
de frente a sus ojos negros

Nada puedo hacer por ti;
un Poeta sí sabría
a partir de tu maraña fea
de tu fosca maleza
de tu marenga realeza
con su mirada sola
con el ímpetu de su música
con la luz de su compás
trocarte en jersey de mil colores
en bufanda del arcoiris
en cometa trepadora de los cielos

Yo no soy ya ese
Una vez, sí, lo fui
y el Mundo, su dueña,
ignoraron mi proeza
se obstinaron en su rudeza.

Suspiró entonces
aquella barreduría viviente
como un perro hecho de lanas
bajando ante mí sus humos
vagamente desilusionado.
Y sólo eso quería hoy contarte,
       guapita.





   Me preguntaban ayer, “bueno, vale, ¿pero tu libro de qué va?”. Me hubiera gustado contestar lo de Woody Allen a propósito de “Guerra y Paz”: “Va de Rusia”. Decirle yo: “Va de las ilusiones”. Pero esos lujos le están vedados al bloguero anónimo que va por los ríos desbordados del Twitter mendigando aquí y allá su desconocida mercancía.
      Tuve entonces que pensarlo. Mi libro cuenta la historia de un cuarentón al que su mujer le señala la puerta de salida de la casa. Descubre entonces su minusvalía emocional. De cuanto le ocurre después, cuando ha de salir al mundo, ajeno y anchísimo, para superar su zozobra, para engañar a su desconcierto. De lo duro que se le hace ese aprendizaje elemental de la supervivencia afectiva. De cómo hallará en la propia escritura, a trancas y barrancas, la brújula que le permita hallar al cabo una imagen aceptable de sí mismo, y levantar así el muro de la obturación interna que le impide ver la belleza y el propio absurdo del mundo y de la vida, que es lo único que tenemos. De eso, de esas ínfulas.
  
      Encontrarás en mi libro, lector, humor y amor, alegrías y tristezas, encuentros y desencuentros, presente y pasado, trozos de vida al acecho, un cuarentón abandonado, discotecas dudosas, fatales mujeres, rollizas peluqueras, un sofá misterioso y abrazador, un cartel de Comisiones, un buzón en el que ya no figura tu nombre, la dentadura perfecta de Burt Lancaster, el fiasco de una noche de verano, una chinita que hace como que toca el violonchelo en el metro, una niña que juega en el patio a la rayuela mientras otro niño la observa tras las cortinas y un tercero  enchufa triples como un descosido, lo que entre ellos tres sucede, una tía y su sobrino en la sagrada edad de la iniciación erótica de éste, Nocheviejas agridulces, risas y humo, ginebra y música, un amigo fiel, una mujer solitaria, otra mujer bella y propagandista, los malentendidos en que consiste a veces la existencia, alguien del pasado que reaparece para bien y para mal, un héroe local, el lío de un sms enviado por error, unas navidades tristes, una Venecia imaginaria, un vikingo fenomenal, la fuerza del sol, la memoria de la emigración, un juego de dardos al límite, un padre y un hijo paseantes y ofuscados, un ascensor y una comunidad de vecinos estrafalarios, una patata frita elevada hacia el Cielo como una hostia, un cumpleaños insólito cantando a lo Sabina entre polacos, todo eso, como un baúl de la Piquer muy revuelto, como un arca de Noé para  el diluvio sentimental del protagonista, de este Armando que  está, en efecto desármandose y rearmándose al paso duro de los días, tras la estela todo de su particular sensibilidad… todo eso y más, lector, y cuantas cosas compartiremos como un secreto, entregándonos a través del libro lo que tenemos, tanto amor y desamor que tenía yo guardado para ti; todo eso en mi libro hallarás, lector. 
       
    Porque a mí parecer un libro íntimo, no tanto porque nos revele interioridades escabrosas, sino porque sobre todo consiga con desnudez hablarnos como al oído de los paisajes esenciales del alma de quien lo escribió, es también uno de los más acabados símbolos por los que alguien ofrece al Otro –a quien físicamente no tiene delante, al que de otra forma difícilmente podría hacerlo- la propia mano. Esto soy. En estas historias –no en forma de un discurso, sino con destreza encarnadas en personajes vivos a los que les ocurren cosas, a quienes sorprenden los avatares amargos o alegres de la vida- late la urdimbre sentimental que hasta aquí me trajo.  Quiero ponerlas en común contigo. Quiero revivirlas a tu lado. Puede que te reconozcas también en ellas. Aquí tienes mi mano, tómala. Estréchala. Entrelaza la tuya con la mía.   


LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

5 comentarios:

  1. Lo mejor es después de barrer esconderlo debajo de la alfombra,pues hasta por nuestras inmundicias nos juzgarán (y si no reciclamos peor)
    Un abrazo

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  2. Bare,barre...Pero hacia fuera..
    BESOS!!!

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  3. "Guapito" me gusta más tu prosa que tu poesía. Feliz fin de semana limpiando debajo de las alfombras. Saludos

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  4. Yo no entro en tu casa aunque barras, uy cuantos microbios.
    Hace tiempo yo barrí mi vida y que agusto te quedas, así entiendo que tu barrido va por así, ahora limpia con lejía para mas seguridad.
    Vale guapito...saludos...

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  5. Aunque no nos guste, hay sobre nuestras almas algunas cosas que no se pueden barrer, ni son hidrosolubles. Son manchas propias. Sólo podemos aceptarlas, pero nunca ignorarlas. No merece la pena gastar el tiempo en disimularlas. Al final, esas manchas las ve hasta un ciego.

    Hau que querese. Sin pasión. Sin presumir. No hay que odiarse. Ya , lo sé. Sé que hay veces que nos damos un poco de asco.

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