Tenía que llegar el día. Mejor dicho,
para que con más redundancia simbólica a sí misma se cebara la ocasión, tenía
que llegar la noche. La noche del miércoles pasado jugué mi último partido de
ránking oficial padelero al lado de Javier.
Tras cuatro años dándole a la pala juntos llegó el momento de dejarlo.
Empezamos desde abajo del todo (puesto 220, creo) en nuestro club suburbial, y
terminamos en el 94. Menuda gloria, sí, y qué gloria tan menuda. Hemos batallado mucho juntos. Batiéndonos nuestro pobre cobre hemos sacado adelante partidos
imposibles, hemos chocado ciento de veces, como señal de unión, o de ánimo, o de
celebración, las manos. Hemos compartido el punzón de los fríos, la maza de los
soles, los vientos ásperos y las súbitas lluvias alrededor del pádel, como
marineros que se alistan en un bajel a la buena aventura del mar. Esas cosas
unen mucho, ¿no? Aunque sólo éramos amigos ahí, por tener luego edades y trabajos
y mundos distintos, estábamos bien compenetrados en la pista, me parece. Todo
tiene su final, ¿verdad?
Empezamos esta temporada en el 100 y sólo a trancas y barrancas hemos
ido sacándola. La gente que juega en un ránking es por lo común endiabladamente
competitiva. Alguno apiolaría a su vieja por ganar dos puestos en el ránking de
la Nada, lo que oyes. Como al pádel se juega en parejas, se necesita de manera
imprescindible un similar nivel de juego entre ambos socios. De no ser así, a
la terrible manera que gastan los más feroces escualos, olisquean los
pretendientes esa sangre derramada, y ahí te las dan una tras otra todas las
dentelladas. Son éstas clamorosas ceremonias de depredación, repletas de una
extrema crueldad.
Sucede que Javier, mi compi
–ya no lo es-, ha progresado mucho en su juego, mientras que este bobo bloguero
con ínfulas de poetastro al que lees, es también como padelero lo más próximo a
la nulidad. Imagínate, perspicaz lector, la somanta –sobre todo anímica- que
casi con cada partido nos sobrevenía. Tal grado alcanza la inhumanidad de los
padeleros de ránking, caro lector, que muchos de los que de esa manera cobarde
en la cancha nos aplastaban, mientras caminábamos cabizbajos hacia la salida,
al mínimo descuido mío, lector, además le deslizaban a Javier, mi compi –ya no lo es- su extrañeza por verle a él
compartir equipo con la mía inutilidad. Ah, cómo en cada uno de esos momentos
hubiera querido ser yo el shaolín
punsetiano, y katana en ristre flamígero hacer de esos bárbaros padeleros un muy sanguinolento picadillo. Tenía que hacer encima
como que esa música traidora yo no la oía. ¿Comprendes, lector, mi aflicción?
Por supuesto, de ello Javier
nada nunca me decía, pero no dejaba el asunto, y es lógico, de minar y hacerle
daño a nuestra mutua confianza, a nuestra unión sin fénix, pues si siempre toda contrariedad con las victorias se
lubrica, son las derrotas amargo lastre para el viaje en común, y más en los
días exaltados en que vivimos, en los que el ser un fracasati tan mala prensa
tiene. Así es que, lector, como un
general romano viejuno y artrítico al lado del resplandeciente César, estaba yo deseando terminar las Galias.
Quién iba entonces a pensar lo que estas amargas postrimerías iban a depararnos... Ven, mañana, lector, y acompáñame en el trago, anda.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Siento mucho que Javier no sea ya tu compi. Felicidades por haber compartido momentos tan felices con él. Eres afortunado y te queda su amistad. No todos pueden decir lo mismo, muchas veces, termina una relación deportiva y también acaba con esa amistad.Saludos
ResponderEliminarEs de admirar que dejes volar libre el talento de Javiet, para que al menos el alcance los altos logros que se ha propuesto; llegar al puesto mas alto posible. Pero nunca, jamas, nadie cantara sus hazañas como tu lo haces. Se perdera Javiet en las intrincadas alturas padeleras, podra llegar a conquistar el liderazgo de la clasificacion pero no volveremos a saber de el. Morira de exito. Y de olvido mientras tus hazañas nos llegaran vivas y palpitantes, a veces tristes y derrotistas, pero siempre autentificadas y arrabaleras..En esta bifurcacion de caminos, Javier no sabe que ha elegido el vacio, el no ser, y tu has elegido seguir no siendo, para que el sea pero sin que nadie sepa que es. No se si me estoy liando un poco..
ResponderEliminarJavier a muerto. Ya no es nadie. Se ha convertido en un aficionado anónimo y ambicioso jugador de padel. Sólo eso. La dinámica competitiva y el principio de Peter lo garantizan: Él también será traicionado. Asi es Roma.
ResponderEliminarDescanse en paz para la historia de las letras.
Don José Antonio, imprimo el post para que lo lea mi contraria. Ella también juega al padel. Sé que está en algún nivil en el club, pero no sé cual es. Del padel sólo sé lo que me dice el banco en cuanto a pago de cuotas y alquiler de pistas, y de lo que me informa de una tienda ( seguro que le llaman botiquín de esas) del barrio de Salamanca. Diríase que la ropa del padel es de usar y tirar. El que despues de cada temporada pase la ropa a manos de las mujeres más infantiles de la familia lo justifica todo según mi mujer. Yo pago y ella que de p. madre.
El padel es para mi un ruido de fondo que armoniza a la perfección con el sonido de las hojas de periódico y el golpe de la jarra de cerveza sobre la mesa. El padel es sólo un ruido que me sale caro.
Hay veces -esta es una- en que los amigos que aquí escriben es que se salen, de inspirados que están, y escriben mejor que yo.
ResponderEliminarQué envidia, qué orgullo tener sus letras aquí.
Gracias, amigos, un fuerte abrazo a cada uno de ustedes, también por pedirme e impulsar mi libro.