Es
verdad que Bárcenas paga sus penas y
sus peinetas con prisión. Es verdad que su futuro sólo presagia luengas y
oscuras mazmorras. Verdad es que nada esencial con su chantaje del Presidente
consiguió. Y sin embargo, la difusión de esos sonrojantes mensajes telefónicos
entre el Presidente y el ex –tesorero evasor y plutócrata de su partido, esa
impúdica intimidad entrambos, esa dangerouse liasson en sesión continua que a
ellos solos enlaza, es incompatible con la
ejemplaridad que para un Presidente
demandamos.
Resulta del todo inconcebible cómo todo un
Presidente tuvo el poco juicio y la escasa precaución de ¡personalmente! involucrarse en semejante intercambio
comunicacional con tan dudoso personaje. Es la ausencia de la más elemental prudencia y la nula
cosecha de la experiencia tras tantísimos años en Política lo que esos sms a mi juicio sobre todo alumbran. Ese
aroma putrefacto de las flores bárcenas que Rajoy quiso gulusmear, ese fétido hedor ha acabado por asfixiarle. Los
vasos comunicantes de los sms
invalidan a Rajoy, del todo lo
embarcenizan, lo reducen a cenizas, sí.
Si horrible nos hubiera parecido en un
presidente socialista –que, eso sí, hubiera maquinado a estas alturas catorce
teorías alternativas, con sus pruebas correspondientes, para del
todo embarrar la discusión de los sms-,
horripilante nos parece en un presidente conservador, liberal, socialdemócrata,
o lo que demonios Rajoy sea.
Fascista, que dirán los humanistas de la Izquierda que miran a piñón fijo, ya.
Las bárcenas, esas flores del mal,
resultaron venenosas y acabaron contaminando e intoxicando hasta la muerte la
figura del indeciso señor Registrador. A la postre el caso Bárcenas ilustra por
antonomasia ese carácter dubitativo, templagaitas e irresoluto que constituye
la manera Rajoy de hacer la Política:
tal vez sí, tal vez no. Y esta vez va a ser que nones, señor Presidente. Rajoy, dicho queda, debe dimitir y ceder el cargo, quizás a
su Vicepresidenta para lo que reste de legislatura.
(Y de sobra sé que este soberbio do de pecho
mío en blog tan mísero como éste, en autor tran fracasati como menda, bien ridículo resulta. Son sólo las ínfulas, lector, y qué voy a hacerle.)
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Sí, puede ser que Zajoy tuviera que dimitir por la cosa barcenera. Sí, pero por esa misma regla de tres ¿cuántos cargos Habría en ejercicio?
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