El suceso me trajo a la memoria, claro, la preciosa película de Robert de Niro, y a aquel honrado
conductor de autobús, en medio de un barrio de mafiosos, que también –y tan bien- él interpretaba. Sólo
que de este otro intrépido conductor de autobús madrileño –es seguro que tan
apuesto no es- que quiero hoy traer al
mío blog ni su nombre sabemos. Sí, que lo suyo no fue película, sino cruda
realidad. Que con su arrojo se jugó de verdad el tipo para salvar a un
desconocido. Que merece por ello también que alguien –por fracasati que este
escribano sea- inscriba en algún lado su no menos valiosa historia. Que se vea
ensalzada así además, en estos tiempos de podridas flores bárcenas y griñanas,
el limpio y nítido aroma de la virtud y del Bien.
Llamadle Roberto, vale. Conducía
Roberto un autobús de la línea 118
de la EMT, con siete pasajeros a bordo, por la calle General Ricardos. Eran las
21, 45 h y el crepúsculo malvascente, como un chal de fantasías morunas,
amalgamado entre los dijes de las luces de coches y escaparates ya prendidas,
envolvía las calles madrileñas de una magia digna de ser cantada. Puede que
fuera Roberto tarareando algo, algo
de Peret, vaya usted a saber.
Quizás, a la vez que atendía al volante, iba pensando en su hijo, como el de Niro, que no sabemos siquiera si lo
tiene.
Observó Roberto, unos metros delante de su autobús, que un peatón irrumpía
en su carril. Era un hombre tambaleándose, del que podía apreciarse además que
iba perdiendo abundante sangre, avanzando como podía hacia su autobús. Se
percató también Roberto de que, más
atrás, alguien –que luego resultaría ser un sicario que buscaba el rematarle- perseguía
al hombre tambaleante que sangraba. Entonces Roberto sencillamente actuó.
Frenó y cruzó primero un poco el autobús para evitar el atropello. Abrió
las puertas ante el hombre malherido, y con apremiantes gestos para que subiera
éste como fuera, le ofreció así refugio. Con el herido a bordo, aceleró el
autobús para alejarlo de allí. A salvo ya, avisó luego Roberto a las emergencias. Se
supo luego que se trataba la persona lastimada de un ucraniano de 45 años, con
un balazo en el hemitórax derecho. Merced a la descripción aportada, una patrulla municipal arrestó más tarde al
presunto autor del disparo, al parecer un ruso al que se le ocupó una
pistola. El ucraniano permanece ingresado
en el Gregorio Marañón con
pronóstico grave.
Nuestro “Roberto” salvó,
arriesgando el propio pellejo, al ucraniano. Hizo el Bien. ¿Por qué ni siquiera
sabemos su nombre? ¿Ha sido su valeroso gesto tan promocionado socialmente como
merece? ¿Resulta tan difícil para los redactores-jefes, capaces de dar con el
demonio oculto en el mismo sexto pino, mandar a los periodistas seguir esa
historia, presentarnos a ese Roberto,
promocionar ese impulso tan noble como bondadoso? ¿Es que la seducción del Mal
es la sola droga que alimenta a los media
en el relato diario de la mugrienta actualidad?
No sé. Tienen tanto público hoy las cosas morbosas que, como en los
seriales cursis, fantaseo con que en el desenlace de esta Historia de Carabanchel los
siete pasajeros del autobús de la línea 118, ganados por la emoción y el
agradecimiento, de corazón ovacionaran allí mismo a Roberto, y por qué no, que incluso uno de esos siete fuese una moza
rumbosa que en las mejillas allí mismo a nuestro héroe besoteara. The end.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Esperemos que no le busquen problemas en la E.M.T. por poner en riesgo la seguridad del autobús y los pasajeros que cosas más raras se han visto.
ResponderEliminarSalu2
El acto de Robert está bien. Que se lo agradezca el ucraniano, que supongo que no será el nene una perita en dulce.
ResponderEliminarUN vez me dice un amigo de bares "qué si me he enterado que han matado(un sicario fué)a un mafioso que estaba hospitalizado" en no sé que lugar de MAdrid. Yo le contesté que "sí, que lo sabía y que menos mal que no siempre las notcias eran malas".
No es la primera vez que alguien salva la vida a su asesino en potencia.
Ese conductor es buena gente, pero me cuesta agradecérselo.
Supongo que en ese momento mandaron sus instintos, como ahora me mandan los mios.