A sus 73 la gran Concha Velasco en
la contraportada de EL MUNDO (7-8-13) ha dicho: “Los de mi edad no me gustan
para acostarme con ellos. Para acostarme
me gusta Brad Pitt. Me gustan
los señores guapos, como a ellos las chicas jóvenes”. Oh, qué alma más
indomable, qué sardónica transgresora, qué espíritu más libre, dan casi ganas
de corearle. O en plan más carpetovetónico: qué par de ovarios tiene, menuda es
ella, qué cojonuda es la Velasco.
Lo que ocurre es que esa cruda y ruda exaltación del fornicio puro y
duro, de la sexualidad primaria y a cama abierta sin más contemplaciones
sentimentales, cuando hacía ella Las
chicas de la Cruz Roja sí, pero soltarla ahora, en las hiperhedonistas
sociedades occidentales, no escandaliza a nadie. Es, al contrario, el difuso
discurso dominante que, convenientemente espolvoreado, otorga modernidad y
general complicidad a quien lo porta.
Es posible que alguien piense –me ocurrió el otro día en el Twitter a
propósito del artículo sobre Lucía Etxebarría-
que el insignificante reparo que pueda yo hacerle a la gran Concha Velasco contenga un resabio
machista. De ser un Figurón quien así se expresara dudo que se lo censuraras,
vino a decirme ese día una seguidora que dejó de serlo. Pues digo que igual gansada me hubiera parecido.
¿Cómo puede además uno defenderse de semejante sospecha? Ahí está el contenido
entero de mi blog para desmentirlo, creo.
Ocurre también, a mi juicio, que un feminismo errado ha concebido el
progreso de la Mujer como la equiparación en las peores prerrogativas y cánones
del más prepotente y rancio machismo. Curiosamente cuenta C Velasco en EL PAÍS
(1-8-13) que en sus años mozos “Todos
los actores me querían meter mano”. Entonces, si ellos lo hacían y lo hacen
(viejales ricos y famosos, que se ventilan a púberes canéforas), podemos
nosotras (no parece que una mujer pobre y vieja pueda elegir hacerle el cepillado a un
Brad Pitt) alardear de lo mismo. Por
eso, en las redes sociales se ve, muchos de los más sueltos desplantes y explícitas
sugerencias sexuales corren hoy en boca de féminas.
Pues vale, doña Concha, adelante
con los bradpitts. Pero ¿no es un
poco grosero -inhumano casi, diríamos- el afirmar que, con independencia de cómo sean las
personas, “los de mi edad no me gustan para acostarme con ellos”. ¿Cuál es
entonces el orden sentimental resultante bajo el que vivimos?
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Lo expresas muy bien, José Antonio. Son ellas las que asumen, por simpatía colectivizadora, esa falsa equiparación con el hombretón sanferminero tientatetas (de las que desean ser tentatas y exhibidas con la mayor de las impudicias). La mujer tiene esa condición tan dúctil de mimetizarse, de hacer simbiosis con su imaginaria colectiva. Si todas van en short, pues todas en short y en pelotón. Si todas antipatriarcales y hedonistas, pues hale, ellas lo valen, lo saben y la demanda masculina está hambrienta, siempre, en cualquier tiempo, por inducción natural (lo que no se contradice con "querer" a la "única" que buscamos en la vida y que "encontramos" exclusivamente si ella quiere: "cherchez la femme", casi siempre infructuosamente). Y es mentira podrida la milonga de tantas reinonas que nos rodean: se abrirán de piernas si ellas (las de las redes) quieren, como ya querían las de Bernalda Alba con aquellos señoritos. En realidad, todas, sin exclusión, desde los 16 (ahora con el PP, son tres añicos más), hasta los 90 y tantos, se lo quieren hacer con Brad Pitt (terrible presunción que no se da, a la inversa, con su Angelina, en nosotros), como Casanova en la película genial de Fellini, que se cepillaba tó lo que se moviera, aunque fuera aquello peripatético en sí. Y siempre te sacan la finta de decir que es que los hombres ídem, lo que es la patraña más infame del género humano.
ResponderEliminarHay otro tema que es tabú para la progresía: la mujer, al llegar a los 45...¡nasti de plasti!, se ponga Velasco como se ponga a vacilar de progre. Y el propio instinto natural que tenemos los hombres, incluso mayores, de buscar hembra adecuada para procrear, va en contra de ese desmelene (de pensamiento mágico) que no se lo creen ellas ni jartas de grifa.
Yo me hago una reflexión sobre esto, por otro lado: ¿qué confianza o lealtad se puede tener con una señora de 73 años que dice eso?, ¿es creíble que luego hable retrospectivamente del amor que le dispensó a fulano de tal?, ¿vamos hacia un mundo de fulanos de tales, todos cornudos y consentidos, con efecto retroactivo, por la gracia de la progresía?
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ResponderEliminarTal vez deberían entrar señoras mayores y opinar, a mi una vez una señora mayor me confesó que a esa edad no apetece fornicar y menos con un señor mayor echo polvo como una misma.
ResponderEliminarNo se, habrá que llegar a esa edad para saberlo, pero a mi algo me dice que la naturaleza no es lo que se puede decir igualitaria por mucho que nos pese, de modo que mientras con 70 años un varón puede seguir encadenado a su instinto como un pollino, la mujer goza en cambio de una etapa extra de liberación desde la que contemplar el mundo, eso podría ser un privilegio porqué no.
Para mi que la Concha va de moderna pero no es verdad, a las mujeres no nos suelen gustar tan guapos para calzar.
ostras ahora tienes que aprobar los comentarios, qué lio he montado!!!!
ResponderEliminarQué bestia me he dejado una "h", hecho polvo aunque hablemos de echar polvos.
ResponderEliminares verdad, Sonja, coincido contigo, muchos a los 70 siguen de boquilla tan bravucones como siempre, y me parece q ahora algunas confunden la modernidad con esa bravuconería, en fin, q cada cual haga lo q entienda y pueda. Gracias
ResponderEliminarsaludos
José,
ResponderEliminarHabita el alma de muchos la necesidad de mostrar sus interioridades y necesidades de forma pública. Son hijos de su tiempo, del tiempo donde la intimidad, el pudor, la sobriedad y en definitiva la vergüenza han sido desterrados como forma de ser habitual. Contaminada o no, aprovechategui o no, la Velasco, abandonada por la gracia y belleza de la juventud, necesita dar un grito de socorro ¡ que estoy aquí ! diciendo lo que dice, sabiendo que navega a favor de corriente y sin los inconvenientes de que alguien le afee la conducta: "señora Velasco, ¿ no le da a vd. vergüenza, a sus años, mostrarse tan desvergonzada ? porque , ¿ para qué le han servido todos sus años vividos ? ¿ para que en las postrimerías de su vida se muestre como una perrica encelada ?"
Un saludo