domingo, 9 de marzo de 2014

La Gran Belleza, la gran tabarra



   Quizás te parezca, lector, un pelín gore la animada fantasía que ayer para la Gala de los Oscar proponía yo aquí. Y no: para lo que hoy puede  a cualquier hora verse, a veces envuelto además en laureles, lo mío es sólo pAcata minuta. Sin ir más lejos, la película extranjera que la Academia de Hollywood ha este año elevado a los altares deja mi modesta proposición en apenas un pellizquito de monja: mamma mía, el cúmulo de bárbaras procacidades atroces que pueden en La gran belleza contemplarse y escucharse. Puede que los académicos, al galardonar ese tostón hiperpretencioso, hayan querido echarle así un galgo a su propia ignorancia  autoadjudicándose con el voto, como un elexir express sobre sus cabezas, cultísimas ínfulas fellinianas. Qué ladrillote  …envuelto en media de seda, eso yes.
     
   Va de la vacua y hastiada existencia de una infame troupe de arribistas desalmados, representantes de la Gran Sociedad, a todos los vicios entregados y de todos estragados, a través de la insufrible mirada de superioridad del acaso más cantamañanas entre ellos, que encima va de lírico superguay.  Sí, hay retazos aislados de buenos diálogos, y de bellíssima puesta en escena, pero el estancamiento letárgico del film (se dirá que buscado), la escasa ilación de la mínima historia que hacia ningún lado va ni progresa (se dirá que deliberada), la plúmbea y abrumadora repetición de motivos y sentencias grandilocuentes o banales, qué más da, los obsesivos y aplastantes autoalardes formales y sustanciales que a cada paso chorrea la Cosa se hacen al poco tiempo muy insoportables.
      
   Qué decir del presunto antihéroe del cacao, icónicamente una extraña simbiosis entre el más chuleta Amedo y el más graciosete Fernán Gómez, que si al principio te intriga, enseguida, despojado de la autoironía, la gracia y la “humildad” patosa propias del woodyallen a que se quiere él vagamente asemejar, siempre tan por encima de cuanto ve, tan enfático como fatuo… pues eso,  que este “mordaz” Gambardella se te vuelve cargante, pelmazo, cansino... indigesta gamba a la gabardina, sí.  
    
   Ese pomposo pestiño premió este año la troupe hollywoodiense, que un poco es tan dilettante y corruta como la de la película,  haciendo como que homenajeaban así a Fellini, homenajeándose en realidad ellos mismos… y su mecanismo.




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

  

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