(Se acaba ya este abril, lector. Dime: ¿Te gustó la música que desenvolvió mi blog durante este mes? ¿Crees que soy merecedor entonces de que me pidas tú el mío libro? Gracias de corazón a quienes así lo habéis hecho, por, sin conocerme, valorar mi trabajo e impulsar de verdad, con hechos, mi escritura, por quererme un poco. El resto es ruido)
En el ardor de esos debates tan
sosegados como reflexivos que propone La
Sexta, Rojo insultó a Ada. Muy mal, por supuesto, por más que
Rojo respondiera a un envenenado
menosprecio personal que Ada le
había proferido. De muy mal gusto y estilo ese “gordita” que la endiñó, está claro, aunque no deja de sorprender
también la fina piel de la lideresa de los antidesahucios, superindignada en el
trance, cuando no repara ella en motejar de “criminales” y “mafiosos” a muchas personas, amén de alentar la proliferación
de acosos y de los peores insultos frente a las viviendas particulares de
representantes populares. Como quiera que fuese, fue expulsado Rojo del debate.
Ada Colau cuenta con 129.000 seguidores en
Twitter, contra los 6.000 de Alfonso
Rojo, periodista y enviado especial con una larga y meritoria trayectoria a
sus espaldas, recuérdese. Esos números hablan con nitidez del espíritu
asociativo y de rodillo a bloque tan distinto en unos y en otros. El caso es
que la polémica “incendió” las redes, como gusta decirse. Rojo, abundando en el estilo grosero que en el Reinado de la Mugre hodierno tanto gusta y tanta celebridad
mediática aporta, añadió gasolina al fuego al tildar de “piojosos” a los seguidores
de Ada. En sólo unos días háse organizado ya toda una
Plataforma con más de 100.000 firmas que
demanda a La Sexta la definitiva
expulsión de Rojo de las pantallas.
Ante el impresentable “piojosos” de
Rojo, Ada tuiteó a los suyos:
-“gente, hay periodistas
fracasados que necesitan insultaros para que les llamen las teles, lo
siento”.
¡Ahí teníamos, nada menos que a la
Gran Hermana de los millones de personas que, según ella, moran en los
dramáticos límites de la estricta supervivencia diaria por no haber podido
hacer frente a sus compromisos económicos, precisamente reprochándole a su
opositor el ser… un periodista fracasado!
Al margen de la verdad o no del aserto, queda muy transparente la religión del Éxito que todo, incluso
los esquemas mentales de los más redentoristas abanderados de la desheredada
Humanidad, lo informa. ¡No hace tanto el fracasado
tenía, entre las mentes bienpensantes, y en la sociedad por el influjo de
éstas, un aura de bondad y de verdad sobre su figura –en novelas, en pelis, en
letras- de inalcanzable superioridad moral frente al grimoso triunfador,
a menudo visto como un impostor vendido al Sistema!
¿No resultaba un resabio casi clasista el que Ada adosara al lomo de Rojo el infamante cartelito de fracasado? ¿No es eso lo que muchos ricos dicen de los pobres, que sólo son unos
fracasados? Se lo pregunté así a Ada vía Twitter, mas el hada de Ada no me contestó, claro. ¿Ese era su reproche decisivo a Rojo insultón? Ese y otro más, que Ada se guardó para un nuevo tuit:
-Alfonso Rojo me insulta cada día para aumentar su popularidad ante los
medios. Pido que nadie mencione su
nombre ni usuario, es el mejor castigo.
Así lanzó Ada su fatwa contra Rojo, pues del “mejor castigo” ella habla, y que como bien sabe,
más que en lo afinado de los razonamientos, consiste sobre todo ahora en
condenar a alguien al más estrepitoso de los silencios, moderno ostracismo en
el que se disuelve y disuelve y disuelve quien nada es, un fracasati tan sólo.