¡El servicial maitre acomodó el escaño a las
posaderas de Pablo Iglesias sin que
éste protestara por la señorial deferencia! Y nada más abrir boca, para agradar
a la concurrencia, por el micrófono dijo: “Es un placer estar aquí”, hedonista congratulación que nos trajo al
recuerdo aquel bizarro y acaso más sincero “es un honor y un orgullo estar aquí” que en la célebre herriko taberna
ante los filoetarras derramara. Placer
versus Orgullo y Honor, júzgalo tú, lector. Para enseguida, con irónica
astucia, como el Zorro enmascarado allí plantificarse:
“Muchos aquí me imaginarían
entrando en el Ritz rodeado de militares para expropiarlo, así como las pieles
de visón de las señoras y los relojes de los caballeros”.
Sigue luego: que si lo que cuesta una suite y
lo que gana un ayudante de cocina allí, que si las camisas de sus anfitriones y
lo que ganan los periodistas que mandan al Ritz. Ah, y que esto no era
demagogia. El discurso, el coloquio. Y en éstas que… ¡tócate los gabilondos a
fondo!... uno de los héroes icónicos del
15-M allí emboscado, un trabajador, explota y en un formidable speech le
saca pero bien todos los rojos colores al Superstar, lo acusa de complicidad
culposa con el chavismo, ese Régimen productor de opresión y miseria como
pocos, lo emplaza a explicar su misterioso “asesoramiento” allí y la generosa
financiación con que el chavismo untó a su Fundación, le pone a las claras, con
huevos y papeles, las draconianas penurias cotidianas para la inmensa mayoría
allí, los golpes que su propia hija de aquellos sayones recibió. Como el mismo Iglesias diría, ¿cuántos estudiantes asesinados se
hubieran podido evitar con esos casi cuatro millones de euros con los que a él
le “becó” el suciochavismo?
Uff, la que en el Ritz se montó: los rostros demudados, las miradas
cruzadas, el revuelo de azoradas azafatas, las conminaciones del conductor del
evento… sólo que al camarero dicharachero, regordete, achaparrado, ya no hay
quien lo pare en su filípica… Sí, si hay quien lo pare, porque irrumpe el
machacas de la Seguridad del Ritz y a empellones se lo lleva… mientras el glacial Héroe del Pueblo, muy en su
Lenin calculador, ni pestañea, ni intercede, ni, pudiendo, nada concede al
humilde Indignado, que es de aquel cielo a empujones expulsado.
Más aún, iba más que preparado
Iglesias para una “intervención”
así, pues ante el público tira a continuación de manual, “esta intervención es sintomática de aquellos que no se atreven a discutir
con argumentos… desde la amenaza, desde el grito y desde la crispación es muy
difícil discutir”, y vale, sólo que, por la gloria de Chávez, cómo se atreve ¡él! a razonar así, cómo es posible que ni
uno sólo de aquellos desalmados explotadores ni siquiera ante esa impudicia
murmure, tan frescas aún en la memoria de todos las imágenes del fenomenal escrache que ¡en la misma Universidad!
y contra una mujer, representante del pueblo, Rosa Díez, en persona Iglesias
teledirigió. Verdaderamente en ese
momento debió Iglesias ordenar a sus
cuates el arresto, la expropiación y la inmediata decapitación de los
ritzpresentes. ¡Lo hubieran merecido!
Y la segunda en la frente a aquella pella de agiotistas mercachifles: “el terrorismo ha producido un enorme dolor
en nuestro país (toda una concesión esto último, ante el soniquete crónico
de en-este-país) pero tiene explicaciones políticas, porque si no
tuviera explicaciones políticas no se entendería que los gobiernos de González,
Aznar y Zapatero se sentaran a hablar con ella”. Y nadie allí, y sólo unos
pocos luego en la prensa reparan en que ese
es el discurso calcado que la abertzalería nos lleva endiñando
desde hace 35 años. Una clamorosa demostración más de lo que aquí se defiende: la batasunización de buena parte de la
izquierda española. Un nauseabundo gargajo más de Pablo Iglesias sobre la
dignidad de tantas víctimas inocentes masacradas, sobre Irene Villa también.
Recaditos luego allí de Iglesias
para el lifting del PSOE -al que ofreció
trato o truco-, para Artur Mas, en pro , faltaría plus, de la consulta secesionista, y para Felipe VI, a quien presumió de poder
eclipsar. No impresionaban ya mucho estos alardes de el Zorro: antes, un camarero, pequeñajo y regordete, dicharachero y
algo zapatones, lo había delante de todos desenmascarado: voilá, sólo es un
fanático.
(Termina Junio, lector. Celebro con éste de hoy el texto que hace el número 1200 en mi blog, ¡1200 textos míos, aquí, se dice pronto!, casi una Odisea en el espacio cibernético, unas 5000 páginas aproximadamente, y como los músicos ambulantes que a algunos alegran el día con su música en el metro -peor que ellos, porque a mí no me tienes delante y se me puede mejor ignorar-, como ellos, digo, espero, lector, tu reconocimiento a lo que hago, y que me solicites mi libro. Y muchas gracias)