Por lo demás, internarse en la
desgraciadísima peripecia del caso Asunta es adentrarnos en la
tenebrosa espesura de los abismos de la condición humana, tan misteriosa como
aterradora a veces, en ese laberinto de espejos hipertrofiados en que a veces
consiste la identidad, en esa narcisista desmesura de algunos yoes para el
Bien… y para el Mal.
Cómo si no entender, sin llenarse uno de espanto, en las mismas
personas, en esos padres, con estudios, con dinero, con una vida cómoda, tan
extremo y antagónico, casi inconcebible, periplo
moral: desde el continuo sacrificio,
la abnegación, el limpio desprendimiento, la bondad pura que asoman
incontestables tras la elección de adoptar una niña china –noble acción que a
todos los que NO obramos así oblicuamente nos interpela como egoístas- hasta los confines mismos del horror que pululan
en la decisión de, con las propias manos asesinándola, acabar con la vida de esa
niña, después de fríamente, pormenorizadamente, durante meses, ante los propios
ojos, ser capaz con premeditación, falsedad y violencia, de ir envenenándola,
drogándola, como en las películas más atroces, lentamente aniquilando por
dentro a esa niña tan preciosa. El arco
moral que va desde elegir ser los padres de una niña, de con amor criarla,
hasta consciente y paulatinamente convertirse en sus asesinos. De ser lo mejor a ser lo peor.
Y casi peor aún: tras el
incalificable asesinato de esa pobre niña, de Asunta, lejos de asumir los hechos, de mostrar siquiera una brizna de arrepentimiento hacia su
salvajismo, no sé, un mínimo remordimiento al menos, con alevosa cobardía
negarlos, ocultarlos, disimularlos… incluso jugar a los numeritos judiciales en
el juicio, cargándose como viles rateros el uno al otro el crimen, a ver en
cuánto pueden huir de esa quema que debería avergonzarles. Menos hombría en
esos padres es casi imposible… y a la vez demasiado humano todo ello es.
El no creernos nosotros tampoco capaces de obrar una barbaridad así,
¿acaso nos hace mejores? Ni muy buenos, ni muy malos, la mayoría, como
corresponde a la humana condición, somos sólo regulares. Y en la humana
condición está también esa sobredosis, esa hiperplasia narcisista de algunos
yoes… para el bien y para el mal. Sí, Terencio,
sí, nada de lo humano nos es ajeno… , es sólo que Asunta ya no está.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
José Antonio, es el sino de nuestros días... el hedonismo como principio, el egoismo como estandarte. Ponemos los ojos en la fama, el dinero, la belleza... y así nos autocomplacemos con el veneno que nos va transformando poco a poco...
ResponderEliminarTanta decadencia moral, tanta degeneración social, provoca episodios tan despiadados como el que ha sido víctima la pobre Asunta. Pero ese sólo es uno de los más sobresalientes casos... quedan atrás miles de niños con padres separados, que no saben lo que es tener una familia, padres y madres que aún juegan a ser jóvenes... sin responsabilidad... Son los tiempos, en palabras tuyas, de la Mugre. Pero ah ! amigo... y lo que te rondaré morena... ahí está Pedrito Sánchez, da miedo escucharle porque sabemos que de un momento a otro, a la primera encuesta CIS se va a tirar al monte de la radicalidad.
misael
Escalofriante...
ResponderEliminarUn beso.