Muertos en el Oasis, la Opinión Pública, Almodóvar

     

   Se cuentan ya en ocho los muertos, más decenas de afectados, por la epidemia de legionella que se sufre en la Comunidad Autónoma catalana. Apenas la cosa ha obtenido repercusión, ni en los media formales, ni en las informales redes sociales, ni ha merecido marea ciudadana alguna. Imaginemos que lo mismo hubiera ocurrido en Madrid: ¡Cómo de dramáticas, de líricas y de épicas, es decir, de agitadas y propagandeadas bajarían esas revueltas aguas!  

   

   Esas aguas son las que, en apariencia de “manera natural”, fijan las impresiones y prejuicios que los ciudadanos, sobre todo los “apolíticos” se hacen de la Política. Es un elemento crucial en la cultura política de una sociedad, porque así es como se forja la decisiva Opinión Pública, ese sedimento de inclinación semi-inconsciente con el que el ciudadano no avisado encara lo que ocurre… y el voto.

   

   Tenemos reciente el caso de los árboles que se caen en Madrid y que han ocasionado ya dos muertos. ¡La agitación propagandística de los detractores anti-municipales ha conseguido indisponer a buena parte de la ciudadanía contra la instancia oficial, e incluso crear sensación de colectiva psicosis en el asunto! Diríase que la Izquierda Superdemágogica, atentísima y omnipresente en todos los escenarios sociales, reacciona milimétricamente como un acorazado en las redes sociales a la hora de explotar cualquier desgracia que afecte a la Derecha Española, mientras que ante similares casus suyos, o de la derecha nacionalista, ampliamente passa. Sí, esos silencios, como ahora con los muertos de la legionella, son estruendosos, pero… quién los denuncia.

     

  Se consigue así en buena medida inseminar en la conciencia colectiva la especie, muy extendida, -así se puede leer a diario en las redes, lo escuchas tranquilamente en la calle- de que los gobernantes de derechas no sólo son insensibles ante la muerte de los viejos pobres y ante el hambre infantil de los niños pobres, sino que casi gozan con ello. Por contra, quién es el guapo que se atreve a mantener que a un representante izquierdista (sea de los Eres o del Eros) esas y otras vidas ampliamente se la sudan.

   

   ¿Exagero? En parte ocurre así porque los elitistas referentes sociales de esa Izquierda Superdemagógica con gozo se aplican como frenéticos activistas en defender y difundir por do van ese odioso estereotipo. En este mísero blog, que tan poco reconocimiento encuentra, tengo desperdigadas decenas de pruebas concretas que así lo atestiguan –sistematizarlas y darles luz y consistencia en un libro es algo con lo que yo no puedo ni soñar-. Añadamos una más. Así se despachaba Pedro Almodóvar, ese pobre de solemnidad tan progresista, presentando hace tres días, de fiestorro en fiestorro,  una película que él mismo producía (EL MUNDO 25-9-14):

     -“La cuestión es dónde queda la ciudadanía. Porque nos están representando, pero podemos morir cada uno con su tragedia particular, que a los gobernantes no les afecta ni lo piensan lo más mínimo, es terrorífico”.

(Terminó Septiembre, lector. ¿Te gustó la melodía que, músico ambulante de la Ciberesfera, desenvolví durante este mes? ¿Me crees merecedor entonces de que me pidas tú mi libro? Gracias de corazón al puñado de valientes que así lo habéis hecho, por, sin conocerme en persona, valorar e impulsar mi trabajo y mi escritura, por dar alas a este blog, tan importante para mí.)