Bien podría incluirse en la gran
novela de García Márquez el iracundo
monólogo que el otrora Molt Honorable Pujol
atizara la otra tarde a los representantes populares en el parlamento
catalán -en una de las más bochornosas sesiones parlamentarias de que se tengan
memoria- que en poco desentonaría: hiperrealismo mágico, al cabo. A la mañana siguiente, como en invisible halo
concéntrico de la Teoría de Catástrofes,
una altísima estatua del petit Pujol, renegrida de corrupciones y
excrementos de aves, rodaba de
bruces contra la hierba del pueblo. ¿Y qué había hecho O’ Dios Pujol para que ya en vida, como a los
más grandes, levantaránle estatuas a su paso? ¿Justicia poética entonces? Lo
que queda del Oasis, más bien, que Estatuas
más altas han caído, señor Pujol.
Y mira que su aseadito mayordomo, Artur
Mas, le había organizado a conciencia el trago: un viernes por la tarde,
con el Pueblo ya de finde por carreteras desparramado, en la
víspera además de su solemne proclama separatista, para que así del todo desapercibida colara la prueba del fabuloso y delicuencial enriquecimiento del Patriarca.
¡Cómo que se iba a conformar el Nada Honorable con de puntillas y medio furtivo
allí comparecer! Despelujado, con algo en los gestos crispados de colérico Yahvé apareciéndose a los gentiles para
con rayos y centellas abroncarles, fulminarles si pudiera, como si en efecto
ante el mismo Dios Fundador de ese Oasis putrefacto estuvieran, con truenos
maldijo a aquellos Adán y Eva –Albert
Rivera y Alicia Sánchez Camacho- que
habían osado señalarle las vergüenzas e inquirirle por las pingües mordidas al
árbol de la Independencia. ¡Amenazó allí el divino Pujol a los elegidos por el pueblo con tronchar todas las ramas, hundir
el árbol y hasta la entera Creación demoler, si continuaban importunándole!
Debió temblar el Mayordomo entonces.
Y qué penoso papelón para la Historia en aquel soberbio auto de fé el de
los penitentes del Progreso: Iceta PSC blandengue, con trazas de craso
abad comprensivo, la grey de ERC que
de toda esa corrupción passaban, Herrera IU, clérigo cerbatana que ni
arañaba, el mostrenco de las justicieras
CUP, que tras apostárselas a Rato en
el Infierno, ni la sandalia ahora se quitó, que más bien ensayaba ya los aplausos
que a Mas más tarde regalaría. Salió
de la cita el Patriarca entre
carantoñas y reverencias, no digamos más. ¿Y la estatua? La están peinando. Que
ya el genial visionario Boadella –profeta
maldito del Oasis putrefacto, su tierra- todo esto lo supo ver antes que nadie:
Tururú President, que el Otoño no hay
quien lo detenga.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Lo de Puyol se sabia, se dio a conocer, pero nada nuevo bajo el sol.
ResponderEliminarCreo que esto se hace muy a menudo y seguimos ayudándolos u obviándolos.