El parto de Susana Díaz

     

   El súbito adelanto electoral de la lideresa andaluza, al mismo tiempo que la estupenda noticia de su embarazo a los cuarenta, ha sorprendido a algunos, dejándolos a su vez un poco en el impasse embarazados. Aunque controvertido, pues acababa en diciembre de aprobar junto a IU el presupuesto para 2015, en realidad el adelanto electoral de Díaz entra en los cánones más ortodoxos de la política clásica: vaivenes vanos de la propia IU, que quería someter a referéndum el pacto de gobierno, acechantes pesquisas judiciales de la juez Alaya, falta de consolidación del opositor popular allí, vendaval podemita en lontananza aún sin configurar del todo… qué más lógico entonces que convocar cuántos antes los comicios. Cualquier viejo zorro de la política eso mismo le hubiera susurrado a la Sultana: disuelve ya pero ya, niña.

     

   Quizás lo que le esté pesando a Díaz sea precisamente el no haber convocado elecciones meses antes –no sabemos también si el no haberse quedado ella, fruto del Eros, en estado de buena esperanza antes- cuando el fantasma redivivo de Pablo Iglesias no había sumido aún al PSOE entero en el hitchcockiano vértigo que con pulsión, y aún compulsión de Tánatos, ahora lo asola.  

     

   Ha puesto los comicios para ya mismo, en apenas mes y medio, para pillar desprevenida a la oposición, como digo. En estricta lógica de la política clásica sería, ya digo, una brillante maniobra ganadora. Pero… es tal la aceleración de los tiempos que vivimos, la creciente complejización de los procesos electorales -tan sujetos a mil eventualidades, anecdóticas o no, de ultimísima hora; mes y medio es ahora todo un mundo por delante-, la automática -caprichosa o airada- relectura que a bote pronto –como en las redes sociales- los votantes hacen de las “egoístas intenciones” de los gobernantes en estos tiempos de grave crisis económica, que es del todo impredecible lo que pueda ocurrir,  y que incluso nada descabellado podría ser que, entre las vertiginosas arenas movedizas en que nos movemos, una notable y arquetípica baza en la manga se convierta en marrullería contraproducente, que por dejar desnudo el interés partidista –que puede o no coincidir con el general- malogre la artimaña de manual de Susana Díaz. Porque del corruto antojo suyo de inmunizar a los señalados por la juez Alaya en la Diputación permanente, mejor ni hablamos

     

   Veremos. Que en todo caso al niño que crece ya en su vientre, parafraseando a Machado, ninguna de las Españas le expropie el corazón, y que conozca el niño de Susana un país en paz.

¿Tienes que regalar un libro? ¿Regalártelo a ti mismo/a? El mío te gustará. Estoy convencido.

SINOPSIS DE “LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS”

   Me preguntaban ayer, “bueno, vale, ¿pero tu libro de qué va?”. Me hubiera gustado contestar lo de Woody Allen a propósito de “Guerra y Paz”: “Va de Rusia”. Decirle yo: “Va de las ilusiones”. Pero al escritor sin Nombre ni contactos, esos lujos le están vedados. Tuve entonces que pensarlo.  

   Mi libro cuenta la historia de un cuarentón al que su mujer, que ha encontrado otro más alto, más fuerte y más guapo que él, le señala la puerta de salida de casa. Descubre entonces de golpe su minusvalía emocional: un paria en la tierra de los afectos. De cuanto le ocurre después, cuando ha de salir al mundo, que le es ancho y ajeno, para superar su zozobra, para engañar a su desconcierto. De lo duro que se le hace ese aprendizaje elemental de la supervivencia afectiva. De cómo hallará en la propia escritura, y en los humorísticos y sentimentales encuentros y desencuentros de la realidad, a trancas y barrancas, la brújula que le permita hallar al cabo su lugar al sol,  una imagen aceptable de sí mismo, y levantar así el muro de la obturación interna que le impide ver la belleza y el propio absurdo del mundo y de la vida, que es lo único que tenemos. De eso, de esas ínfulas buenas trata mi libro.