Me llegó por privado, avalado por un avatar exuberante, el mensaje
directo de una mujer desconocida, y este jugoso diálogo de besugos en la
recámara del Internete mantuvimos. Im presionantes las pruebas, oiga, que
el escritor sin nombre ha de atravesar. Dime tu si no. Así se dirigió al muá:
-Hola… Me puedes decir la edad que
tienes. Si quieres claro… jajajá
-Hola, X, y para qué quieres saber mi
edad, si se puede saber, jajajá
-Solo x curiosidad
-105, ¿y tú?
-Jajaja 100
-En serio, cuántos me echas
-No sé. Como no te he visto
-Te echo yo 36
-Eres el de la imagen del perfil
-quién, ¿Bécquer? No fotis, ya quisiera yo
-jajajaja. Por eso no te puedo echar
ninguna edad, porque no sé quién eres
-yo soy lo que escribo, guapa
-mmmmm, me dejas igual
-lo esencial es invisible a los ojos,
tú lo sabes. Piensa con lógica, si fuera guapísimo, ¿no pondría mi foto a toda
pastilla? (No iba a ponerme contarle yo ahí lo de las dos amenazas de muerte
que tuve y tal y tal)
-jajaja. Pónmela a mí sola para salir
de dudas jajajaja. En serio que no me dices
-mis años?
-Sii
-Mira, yo vendo un libro, cuando me
lo pidas te lo digo, maja
-Edad???
-La que tú quieras ponerme, rica, ¿es
tan importante?
-Valeee, lo dejamos así, en 105
Cuatro días después, de nuevo me
salta Lady X al privado. Lo reconozco, en ese momento pensé: la he rendido, me pide
el libro, verás.
-Holaaa. Que tal estas
-Hola. Bien. Y vos?
-Biennn tb… No me dices tu edad
-Y dale
-Anda xfa. Ya que no te veo en imagen
-Lo esencial es invisible a los ojos,
que decía el Principito, repeat
-Déjate de historias y dime anda
-no entiendo tu curiosidad, de veras
-Solo x saber de veras
-pídeme mi libro y te la digo
-Ohhh chantage. Eso no me va…
-encima!
-Mira encantada de conocerte… bueno
conocerte nooo… Pero te voy a eliminar de mis amistades. Lo siento de veras
-No pasa nada, más me pierdo yo. Gracias
-Gracias
a ti
This
is the end… ¿This is the
end? Porque cuando escribo esto aún Lady
X no me ha eliminado de entre sus
amistades. Vivo.
SOBRE “LAS
HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS”
De las
fatigas, de la incomprensión, del desánimo, de las falsas palabras de supuestos
admiradores, de lo que cuesta cuando
no tienes Nombre ni Contactos uno a uno ir dando luz a los ejemplares de tu
libro, aun así dentro unos números extremadamente ridículos, de todo eso sé
mucho yo, y tanto, que a veces me pregunto
por qué y para qué seguir con la tabarra. Sólo el afecto demostrado de los que
sí han creído en lo que hago, sólo el férreo convencimiento de que mi obra
vale, sólo la lectura de Kafka, de Pessoa, de Bécquer, sostienen mi pobre
vuelo. Así es.
Qué
le queda entonces al escritor sin Nombre ni Contactos salvo insistir e insistir
-resistir y resistir- en las redes sociales, en los lectores y amigos que las
mismas le procuran, aun a riesgo de resultar pesado, y mantenerse esperanzado y
confiar en que poco a poco quienes
aprecian y valoran su diario afán le soliciten, y lean y regalen su
libro, que es el el fruto de sus mejores desvelos. Sí, yo confío en ti, amigo que
lees esto.)
-
Curiosa e improductiva relación epistolar. Lo siento. El libro es muuuuuy bueno!
ResponderEliminarConozco esas conversaciones sin fruto alguno; tú no te las mereces.
ResponderEliminarBesos.
Juan, Lucía: muchas muchas gracias
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