El comunismo de amiguetes –la Nomenklatura- va implícito en la propia
cosmovisión comunista, pues, además de la brutal concentración de Poder en muy
pocas manos que el mismo doctrinalmente y en la práctica siempre comporta, cómo
no habría la selecta Vanguardia del
Proletariado -ese cerrado núcleo de los más autoconscientes entre todos los
humanos del Fin y del Sentido únicos de la Historia y de la Humanidad,
destinados por tanto con mano de hierro a dirigirla- a hallarse unida por
íntimos sentimientos de hermandad, que llaman ellos camaradería, la misma que
les lleva, una vez en el Poder, claro, a repartirse de momento las inmensas
prebendas que el mismo depara. Así nos lo enseña la Historia.
Por eso, en prueba gráfica de lo mismo, gustan tanto de besarse en
público las mejillas unos con otros, a cada paso recordándonos aquel fenomenal morreo de Breznev y Ulbricht, acaso coronando así su Muro de Berlín. Sucede
también que, a pesar de tanta camaradería, a menudo luego, como
también la Historia a mansalva atestigua, entre ellos por la trasera se navajean de lo lindo, dejándonos no
pocos espectáculos tan sangrientos como bochornosos. En realidad, de quien a
muerte los comunistas son amigos es del Poder,
fin y anillo último al que ellos supeditan y adoran sobre todas las cosas.
En fin, tenemos acá el caso de
Iglesias y Garzón, las idas y vueltas
de lo suyo: los tejos abusadores que Pablo le
tirara, los mohínes pizpiretos de Alberto
resistiéndose en el burladero de IU, el prepotente desdén de Pablo (cuécete en tu salsa de estrellas rojas, pero
no te acerques… sois unos cenizos, dejadnos en paz), el gatillazo de Pablo
en Cataluña y en los sondeos, la venganza de Alberto que se hace ahora el
fuerte, el de Podemos en Cataluña que se pasa ahora a su bando, que por su
cuenta le eleva a los altares de Gran Líder… la Caraba y la Tarara juntas,
vamos.
(Oh, tiempos, traemos hoy aquí, ¡sólo dos meses ha!, la imagen de cuando
era Iglesias el Gran Castigador.
Anotemos cómo por sí sola habla la misma del comunismo de estos amiguetes: mientras púdicamente Garzón trata como puede, cual doncella
requebrada, de preservar la integridad, con piernas y manos estrechamente
cerradas en torno a lo más preciado suyo, a la defensiva, oficia Iglesias de pulpo, de pulpo Paul, extensos y al acecho los
tentáculos, rebosante de luz y sonrisa depredadora el ademán, hacia su víctima orientado y con la rodilla
apuntándole, con los brazos casi cercando ya a Alberto en tenaza de nécora. Se
lo va a merendar, diríase. Se equivocó la nécora, se equivocaba)
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Buuuaaaaghh, perdón, he venido a vomitar, ya me voy.
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