miércoles, 28 de octubre de 2015

Comunismo de amiguetes

   


   El comunismo de amiguetes –la Nomenklatura- va implícito en la propia cosmovisión comunista, pues, además de la brutal concentración de Poder en muy pocas manos que el mismo doctrinalmente y en la práctica siempre comporta, cómo no habría la selecta Vanguardia del Proletariado -ese cerrado núcleo de los más autoconscientes entre todos los humanos del Fin y del Sentido únicos de la Historia y de la Humanidad, destinados por tanto con mano de hierro a dirigirla- a hallarse unida por íntimos sentimientos de hermandad, que llaman ellos camaradería, la misma que les lleva, una vez en el Poder, claro, a repartirse de momento las inmensas prebendas que el mismo depara. Así nos lo enseña la Historia.  
   Por eso, en prueba gráfica de lo mismo, gustan tanto de besarse en público las mejillas unos con otros, a cada paso recordándonos aquel fenomenal morreo de Breznev y Ulbricht, acaso coronando así su Muro de Berlín. Sucede también que, a pesar de tanta camaradería, a menudo luego, como también la Historia a mansalva atestigua, entre ellos por la trasera se navajean de lo lindo, dejándonos no pocos espectáculos tan sangrientos como bochornosos. En realidad, de quien a muerte los comunistas son amigos es del Poder, fin y anillo último al que ellos supeditan y adoran sobre todas las cosas.
      En fin, tenemos acá el caso de Iglesias y Garzón, las idas y vueltas de lo suyo: los tejos abusadores que Pablo le tirara, los mohínes pizpiretos de Alberto resistiéndose en el burladero de IU, el prepotente desdén de Pablo (cuécete en tu salsa de estrellas rojas, pero no te acerques… sois unos cenizos, dejadnos en paz), el gatillazo de Pablo en Cataluña y en los sondeos, la venganza de Alberto que se hace ahora el fuerte, el de Podemos en Cataluña que se pasa ahora a su bando, que por su cuenta le eleva a los altares de Gran Líder… la Caraba y la Tarara juntas, vamos.
   (Oh, tiempos, traemos hoy aquí, ¡sólo dos meses ha!, la imagen de cuando era Iglesias el Gran Castigador. Anotemos cómo por sí sola habla la misma del comunismo de estos amiguetes: mientras púdicamente Garzón trata como puede, cual doncella requebrada, de preservar la integridad, con piernas y manos estrechamente cerradas en torno a lo más preciado suyo, a la defensiva, oficia Iglesias de pulpo, de pulpo Paul, extensos y al acecho los tentáculos, rebosante de luz y sonrisa depredadora el ademán, hacia su víctima orientado y con la rodilla apuntándole, con los brazos casi cercando ya a Alberto en tenaza de nécora. Se lo va a merendar, diríase. Se equivocó la nécora, se equivocaba)   

     


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