domingo, 6 de diciembre de 2015

Chábeli, que no ha leído nada de Vargas Llosa




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     De niña a mujer, a mujerona más bien, bajo el apogeo reinante de las Celebrities Bobas se vino Chábeli Iglesias a España, a facer un bolo que ella tenía por cuenta de Swarovski. Contaba a la prensa (Libertad Digital 4-12-2015) que ha conocido ya al novio de su madre, don Mario Vargas Llosa, y que “maravilloso, muy bueno y encantador… si los dos están enamorados y él ha esperado tantos años para estar con mi madre, pues oye”. Pues, oye, Chábeli, muy bien, que viva el elixir d ´amore también en la vejez, fantástico, oyes.
     Oye, Chábeli, lo que estuvo muy mal fue lo que a continuación soltaste, mujer. “La verdad es que no he leído ningún libro de Mario, soy honesta”. ¿Ni uno solo a tus 44 abriles, maja? Pues ya has tenido tiempo, hija. Sólo desde que la prensa del cuore  chafardea sobre su idilio, tan inquieta y despierta como eres, podrías haberte leído, La fiesta del chivo, for example, y de paso te empapas sobre los populismos latinochés, yo que sé. Y no entiendo que tiene que ver la pánfila revelación de esa laguna con la honestidad; con la sinceridad todo lo más, y para qué. Quizás precisamente por honestidad debieras haberte leído algo suyo, digo yo.
   (La escena fue descacharrante, pues, según cuentan, la niña de Iglesias como excusa primera soltó que es que “sólo leo en inglés”, pero cuando entre murmullos y risas reprimidas alguien le sopló que Vargas Llosa, en fin, está más que traducido, la candorosa joyita reculó y con inefable gracia aseveró que “me voy a dedicar a leer un poquito sus libros y a conocer un poquito más su persona”, sí, hija, sí, no sea que te atragantes, maja.)
     En fin, anotamos una vez más en la mala nueva de la cándida Chábeli –que nos recuerda a la reciente Victoria Adams y su estentóreo “no he leído un libro en mi vida”- la enésima prueba de la regresión cultural bajo la que vivimos, de su homo gañanis prototípico, del desprecio social que el libro/libro va adquiriendo –¡incluso entre los mismos familiares de los allegados a todo un Premio Nobel!-, y de cómo los referentes sociales ni siquiera hacen el mínimo esfuerzo por disimular su burricie, que es molicie, algo impensable en una Celebritie de anteriores épocas, cuando la cultura conservaba un halo de resplandor y de prestigio que, justamente quienes menos oportunidades de estudiar habían tenido, más respetaban.
   Ya nos gustaría ver a doña Isabel Preysler, como no hace tanto hacían todas las familias de la alta sociedad, ocupándose de proporcionar una amplia y sólida instrucción cultural para sus vástagos que sirviera de modelo y ejemplo para todos. Y yaque, dándonos ella misma, tras el pase glamouroso de los azulejos y los bombones, una conferencia sobre los extraordinarias virtudes narradoras de su Señor novio a lo largo de su prolífica y logradísima Obra. Me pido eso para Reyes, va. 


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