viernes, 29 de julio de 2016

La sorpresa de Blue Jasmine

    

   
   Diríase que Woody Allen, ochenta y pico tacos ya, necesita hacer cine para sentirse, más que vivo, un hombre digno. Es, por supuesto, un genio extraordinario, de cuyo talento inmenso sólo nos daremos del todo cuenta cuando no esté ya aquí, si es que antes el continuo vómito de imágenes sobre las pantallitas en que consiste la vida hoy no acaba de liquidarnos por completo la sensibilidad y la memoria. Como es más que sabido, hasta en sus películas más rutinarias, más estrictamente terapéuticas, diríamos, encontramos tan notables brochazos que valen ellos solos más que toda la obra de tanto autor.
       Pero ya cuando de tanto en tanto construye Allen una de sus acabadas obras magistrales –y posee ya en su haber más de docena y media indiscutibles, díganme, plis, autor comparable- una vez más se nos vuelve a revelar Grande entre los Grandes del Arte. Es el caso, a mi modo de ver, de Blue Jasmine, a cuya gozosa vivencia, mucho más que mera contemplación, la otra noche pude asistir. Es maravillosa la historia y el retrato de una dama que allí Allen logra, la agridulce peripecia de esta bella ricachona caída en desgracia, en la que se apunta también ya la decadencia física,  juguete rotísimo, pues, y por eso mismo conmovedoramente humano, del todo perdida -acaba como empieza, hablando sola, enajenada- en el laberinto de sus prejuicios y de su hipocresía.  
      Ha de en su vía crucis recurrir la gran Dama a su hermana, en sordina el otro gran personaje de la peli, a la que siempre despreció como una boba y vulgar perdedora. Es fantástico el dramático contraste entre una y otra, es decir, entre uno y otro mundo, el sofisticado y el mediopensionista, y el artístico pulso con el que Allen, mezclando como sólo él sabe las situaciones divertidísimas y las más amargas, las observa y expone, sin idealizar a ninguna, sin despreciarlas tampoco, mostrándolas en sus respectivas grandezas y miserias. Consigue así, claro, sobre un trasfondo muy pesimista sobre la condición humana, que con hondura nos resulten creíbles, cercanas, de carne y hueso. Qué decir de los diálogos de Allen, certeros y a la vez ingeniosos, inspiradísimos, al servicio de la acción, de una brillantez y enjundia al tiempo, insuperables.
    Y en fin, la peli no resultaría tan preciosa sin el recital interpretativo que del personaje principal Cate Blanchett nos borda: esa composición suya como de animal de caza mayor atrapado y abatido, que se revuelve contra la red de la trampa que ella misma se tendió, de leoparda extraviada y a la deriva, vulnerable y temible un segundo después, y al revés, esas violentas transiciones en sus gestos y en su rostro sin solución de continuidad, alcanzan una pericia difícil de olvidar.  Por todo ello, con la Blanchett decimos nosotros: Merci Beaucoup, Mr Allen
    

      VEINTE RELATOS DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA. 165 pgs sobre la condición humana enamorada, en muchas de sus vertientes, cimas y simas, con la emocionante recreación de las más perturbadoras encrucijadas a que nos arrojan los sentimientos inevitables, que sin tu amor lector serán humo, polvo, sombra, nada. Personalmente dedicados. Pídemelos aquí o escríbeme a  josemp1961@yahoo.es  Es muy sencillo. 12 E por correo ordinario a la dirección de España que desees; 15 E por correo certificado. Sílbame aquí y te informo sin compromiso.

5 comentarios:

  1. Lo de que este casado con su hija, que opinion te merece?

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  2. Allen logra un film interesante que gira alrededor de una majestuosa interpretación de Cate Blanchett que es capaz de pasar del humor al drama sin cambiar de plano, con un simple (no es simple, claro) cambio de rictus en su cara.

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  3. Me encantó esta película. Suscribo todo lo que dices en el post. Es uno de mis directores favoritos. El reparto es de lo mejor.
    Pero sigo manteniendo que “ Hannah y sus hermanas " es la que más me gusta. Es una delicia.

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  4. Sí, Hanna y sus hermanas es extraordinaria

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