sábado, 11 de noviembre de 2017

Chiquito de la Calzada

   

  
   Ha muerto Gregorio Esteban Sánchez Fernández, Chiquito de la Calzada para el mundo entero, un humorista genial y diferente a todos, creador de un estilo origínalísimo como sólo a los elegidos les es permitido. Eso, un creador sobre todo. Tomaba los chistes cortos del barrio y con su arte propio, una suerte de barroquismo surrealista y torrencial, los transformaba en hilarantes odiseas disparatadas alrededor de las palabras, de sus palabras. Siempre me pareció su humor la brillante defensa del niño que, siendo ya tan mayorzote, para siempre quiso él ser, ese perpetuo juego asombrado con la vida que los infantes mantienen, al que luego las asechanzas y la realidad gris y aplastante de la vida adulta en los demás nos acaba por sepultar.  ¿No veis cómo los niños que empiezan a hablar balbucean y repiten y repiten gozosos, dadaístas avant la lettre, las palabras? Así Chiquito. ¿No veis cómo luego inventan palabras propias con las que defenderse del mundo exterior y de las cosas que no entienden? Así Chiquito. ¿No veis como fabulan ellos luego desorbitadas historietas propias al calor de su imaginación radiante no sujeta a la lógica? Así Chiquito. No fue por eso casual sino causal el nombre artístico que adoptó, el derivado del niño perpetuo que siempre quiso él ser. Y palpita también en ese diminutivo escogido, Chiquito, la propia confesión de un niño desvalido, acaso atemorizado ante los fantasmas de la vida adulta, quizás la expresión de una soterrada necesidad de ternura y protección ante la misma. Puede que por eso también en su genial puesta en escena no abandonara jamás Chiquito esa gestualidad de niño guasón pero vulnerable, atemorizado, al que siempre le dolía algo, la espalda, y como en permanente huida de algún monstruo al que sólo pudiera él vencer con el rayo divino de su gracia jocosa y desarmante de niño genial. Quizás por eso también terminaba siempre, entre los aplausos, las actuaciones con su mítico “no puedo, no puedo”, curiosísima expresión de incapacidad o de impotencia final ante la seriedad definitiva de la vida, que acaba siempre por matar al niño que fuimos, que acaba siempre por matarnos. Así Chiquito, frente a los yes, we can, los sí se puede, frente a las proclamas del triunfo de la voluntad tan en boga hoy, enarbolaba la más humilde y realista confesión de la derrota en que a la postre la vida consiste. Sólo que con su genio impar, sí pudo Chiquito, ya lo creo que sí pudo -y puede, pues puede su obra verse y recrearse- comunicarnos tanta gracia y risa que con él recuperamos por muchos momentos el jubiloso infante que fuimos, que somos. Gracias por todo ello, Chiquito de la Calzada.     

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