viernes, 16 de febrero de 2018

A mano y a piano

   



 Antes, hace años, escribía y emborronaba los folios primero a mano –con los impagables bics cristal de vivísima tinta azul-, y luego los pasaba ya a máquina. Doble trabajo, claro. Me costó mucho, pero mucho, acostumbrarme a escribir directamente a máquina. Al principio es que no me venía así la inspiración, como si fuera ésta un exclusivo hilo directo que desde la sesera, por el cuello al hombro y de ahí a lo largo del brazo hasta la mano, sólo de entre mis dedos se fraguara en escritura, con los rasgos de mis propias letras como una suerte de sangre o de savia nada más que mía, que sólo a ese ritual obedecía. Acabas, cuando escribes y escribes mucho, por acostumbrarte. Creo que hoy lo que no sería ya es capaz de volver a escribir sólo a mano, no sé. Cuando ahora me siento a escribir,  me gusta imaginar el teclado del ordenata como el de un piano, y a mí mismo un poco como un músico presto a crear, y a interpretar, una u otra melodía, según el humor  que entonces me acompañe, convencido como estoy de la primacía expresiva de la música sobre la escritura, y por ello mismo, imbuido también del sueño loco de que alguna de mis composiciones se quedará, como tantas canciones que nos gustan, para siempre en tu memoria, para que además algún día me la recites tú frente a frente.     


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2 comentarios:

  1. Sí, escritor, sí que serías capaz. Tú escribes dormido igual que sueñas despierto. Papel, pantalla, aire, cielo, arena, sueño...es que no lo puedes evitar. No disimules.Tú a mí no me engañas.

    Buenas melodías.

    E

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  2. Muchas gracias, E. Si no existieras, tendría que inventarte. Gracias por tu presencia, por tu ánimo, por tu música... por ser como eres, E. (Por escribir también tan bien, ¡mejor que yo!) Muchas gracias. Fuertes abrazos.

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