Hasta la remotas profundidades de las tripas brutas de la Gran Ballena Gris, atravesando toda suerte de cavidades intestinales, llegó esta mañana el reflejo de un rayo de luz, que es de sol, que es de calor, que es de vida... y alborozados nos pusimos como locos a celebrarlo. Se movió todo aquello un poco para bien, como si a la misma Ballenota le hubiese hecho cosquillas ese milagro de claridad allí, que por allí resonó también cual dulce vallenato. ¡Vamos!
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