De niño imaginaba que, si alguna vez tenía que ir al Hospital, pues nada, dormiría, dormiría, dormiría... y al despertar el dolor ya se habría esfumado. De mayor comprobó que tuvo que ir, que maldormía y maldormía y maldormía, y que... cuando despertó, el dinosaurio del dolor todavía estaba allí.
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