lunes, 30 de marzo de 2020

¡PERO QUÉ MANAZAS ESTÁS HECHO, TÍO! (LA CHAPUZA II, DÍA 16)



… Ostras, y por dónde y cómo empezar, si no tenía ni zorra de para qué todo aquel amasijo de alcayatas, arandelas y cachivaches varios servían. Volqué el balancín –casi me aplasto un pie, leche- para poder trabajarme bien la avería, lo examiné todo más serio que un perito fiscal y… me dio la risa… ¡NPI! Qué inútil eres, pero qué manazas estás hecho, me flagelé con ganas, de veras. Gasté lo menos diez minutos nada más que en mirar el entuerto: la tabla suelta, el tornillo largo que no enganchaba con nada, los encastres de madera a su bola. A ver, vale, podía darle pegamento durísimo a los encastres –que me puse perdidos los dedos con sólo intentarlo-, pero sin amachambrar el tornillaco no servía para nada. Saqué un destornillador, sólo que demasiado grande, luego demasiado pequeño, al fin el correspondiente, pero para apretar dónde. Ni flores. Otros veinte minutos en blanco, aunque me puse rojo, que hasta una patada, yo te confieso, le arreé al jodido balancín, desplazándolo lo menos un metro, descolocándolo, perdiendo más tiempo pa ná.
   Encabronado y todo, seguí porfiando con la cosa, una y otra vez repitiendo lo ya intentado, atornillando el vacío, que rayé la madera y todo en el forcejeo, una hora mínimo, o más, y es que mi porfía era del género bobo, dada mi nula clarividencia en esos negocios, dada mi torpeza constitutiva, vamos. No puede ser, tiene que faltarme algo, joder, pero qué. Me senté de culo sobre la alfombra, me insulté de nuevo, me tiré por el suelo derrotado y… entonces vi algo. CONTINUARÁ MAÑANA

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