domingo, 29 de marzo de 2020

Y de repente, una chapuza (Día 15)


  
  De no ser por esta obligada clausura, ni me pongo, ya te digo. Pero enjaulados a la fuerza como andamos todos, había que al menos intentarlo, ¿no? Hace unos días, verás, advertí que una de las tablas horizontales que contrapesan la estructura del balancín –a mecedora no llega- de Ikea en el que el menda se solaza a leer, y a ver pelis y tele, por uno de sus lados se había desencajado. Me asomé entonces a la anomalía, vi un largo tornillo suelto y dos anclajes de madera despegados, los encajé a lo bruto, le di a todo un golpe y… nada, que aquello bailaba para todos lados igual que antes. Negado del todo como es uno hasta para cambiar un halógeno, me dije, uff, ¿puedes todavía sentarte en él, no?, y como, si bien más hundido, así era, rematé la faena con un íntimo… pues passando. Hasta que al día siguiente, olvidado del asunto y por tanto del todo confiado, fui a apoltronarme sobre él, y de pronto aquella estructura retembló, y como barca averiada con estrépito se volcó de un lado, dando en el vuelco de paso, para haberme matado, con todo mi cuerpo serrano contra el parquet. Blasmefé hasta en yiddish, of course.
    Cuando el cabreo se me alivió, llegué entonces a lo del joder habrá que intentarlo que arriba te conté. Y me puse, jejejé, manitas a la obra. Saqué la maletita de herramientas básicas que my Father Protector, tan hábil él para todo, en su día dejara en mi casa.
CONTINUARÁ MAÑANA

2 comentarios:

  1. Esperando estamos el desenlace entre usted y su balancín.
    Una cosa más, para mí que es el día 16 del confinamiento, please, expliquemelo. Un abrazo.

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  2. Gracias. No sé bien cuando empecé yo a contar. Puede que sea el 16. Otro. Gracias

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