sábado, 18 de abril de 2020

CARRETERA SIN MANTA (CONFINADOS, DÍA 35)




   Vivo al lado de una carretera atestada de tráfico diario, ruidosísima por tanto siempre. Por algo el piso no era tan caro. Qué tortura, al principio, ese estruendo. Qué maldiciones contra el mismo por mí proferidas. Como los indios de la Gran Catarata, con la mano del Tiempo, acabas por no oírlo. Qué desazonante su estruendoso silencio ahora, claro. Sólo un instante lo rompe algún camión de avituallamiento, ballena buena que en su interior guía un hombre contra las pirañas invisibles de la peste. La carretera, vacía de carros, sobre la que apenas nada corre, gris desolado sobre gris detenido, gris mudo sobre gris frío, un mar casi muerto, eso es. Quién habría de decirme, oh vida, que andaría uno loco por cuanto antes soportar otra vez su infernal, su cotidiana cacofonía. Porque lo gris cobrara de nuevo vida manantial, porque la carretera se llenara de verdadera primavera, porque fueran ya los bocinazos de los coches los trinos de alevines ruiseñores. Porque incluso uno, eso mismo, agarrara carretera y manta, so manta.

3 comentarios: