Lo que de verdad en las principales
pantallas bajo siete llaves está confinado, clausurado, censurado, vedado y a
la más completa oscuridad arrojado, es el dolor, es el sufrimiento, es la
angustia de las personas ante la que está cayendo. Baja las defensas, dicen. Cuando
algo dañino no se expresa, cuando no se exterioriza y se le da cauce para
sacarlo de dentro y poder así en parte manejarlo, lo sabemos –lo saben de sobra
los hacedores de la Opinión Pública-, más daño aún hace, más nos come por
dentro. Qué decir además –en medio de la paralizante tragedia, de forma
sorprendentemente rauda y eficaz elaborada- de esa envolvente, cálida, masajeante, casi euforizante publicidad
televisiva de las principales Empresas que puede ahora continuamente verse. Nos
quieren positivos por decreto. Orwell vive, la lucha sigue.
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