sábado, 9 de mayo de 2020

AYER JUGUÉ PÁDEL TÁNTRICO (CONFINADOS, DÍA 56)


   


   Le doy un poco al pádel, ya tú sabes. Me guaseo con un puñado de compis padeleros. Nos embromamos ahí: ¡Queremos saber! ¡que-re-mos-sa-ber! …cuándo podremos nosotros volver a darle duro a nuestro vicio, sea éste perjuicio o beneficio. Digo esto porque el pádel, su explosividad propia, acarrea no pocas lesiones. Y que además, por más que seamos muchos simples paquetillos, ¡cómo nos gusta chocarnos las palmas, y hasta los pechos en salto, cual cracks de la NBA, tras un puntaco! Y es que nos puede, nos puede, que es esto lo que los vicios tienen. Nos emboban las jugadas preciosas, la fusión de esfuerzo y pericia que brilla con ellas. Ahora, con este obligado parón, no lo decimos, pero, siendo tan necesaria para lo nuestro la práctica regular, a todos nos asalta una parecida e íntima y duda, yo creo: ¿se nos habrá olvidado lo poco que sabíamos? Hacerlo, me refiero, que en la cabeza sí que de sobra la teoría la controlamos. Así todos casi con todo, más allá del pádel, ya. Lo único que por el momento podemos hacer es, horror, jugarlo mentalmente, un poco como el sexo tántrico ese. Y es que le tenemos apego al pádel, qué leches. 

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