Qué endiabladamente extrañísimo es
todo. Instalados en nuestras certezas, juicios y prejuicios, pertrechados en
nuestras seguridades y desapegos, aupados la inmensa mayoría sobre un bienestar
que incluso ignoramos, casi sin previo aviso y con vertiginosa voracidad
inimaginable, zasca, la guillotina de esta Peste en pleno siglo XXI, como una
plaga de dimensiones bíblicas en el mundo entero -si bien no en la misma
medida- mordiendo a la vez, como un cataclismo fatal que a muchísimos, –con
distinción de edad- alcanzara, como hachazo que pone de golpe tantas vidas
patas arriba –y que tantas se lleva por delante-, que nos pone de bruces ante
nuestra suma fragilidad, que nos recuerda que todo blindaje, por perfecto que
sea, es ilusorio contra las asechanzas de la vida, que es siempre y por siempre
sólo un soplo, tan tan vulnerable por eso mismo. Y que duele ese recordatorio,
¿verdad?
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