sábado, 6 de noviembre de 2010

El sueño de una noche de Otoño

     
     
      Anoche, como Luther King, también tuve yo un sueño. Y quiero contártelo a ti, confesarme así un poco contigo, lector mío, y hasta implorar tu perdón, por si es que no fuera el mismo de tu completo agrado. Ahora pienso –cuando a la luz de la razón contemplo mi nocturno desvarío- que una maldad congénita –que diría el Cardenal Rubalcaba-, en las dionisíacas tinieblas de la noche campa sin freno por mis fueros, atraviesa de parte a parte mi juicio y me turba un poco el mismo, hasta ofuscármelo; de forma que acaso exteriorizando el onírico lance, dándole cauce, pueda así al menos un poco atemperarle y esperar con tiempo en por mí mismo sanar de tanta polución. Sigo yo en esto a Cortázar, que creía mucho en lo que de verdad anticipatoria, libres de conscientes censuras, portan consigo los sueños, y se apresuraba él también nada más despertarse a anotar en la libreta, que al efecto dejaba preparada sobre la mesilla, cuanto del sueño de la noche reciente aún recordaba.  Bueno, júzgalo luego tú mismo.
    
     Verás, lector, el caso es que soñé que los 666 asesores presidenciales llegaron a la inaudita conclusión, desbaratada como baza electoral suprema la ilusión de la deposición etarra de las armas, -como la circular del CESID en días pasados de forma inapelable certificó-, que la única arma que a Zp restaba por jugar en orden a conseguir el vuelco electoral estribaba en… arrodillarse ante el Papa Ratzinger, y con gesto sincerísimo ante él, solicitarle su perdón. Sí, una parte de la hispana ciudadanía comprendería entonces todo, y contemplado ese honesto arrepentimiento, dibujado con esmero en el semblante presidencial, le renovaría sin duda en las urnas el apoyo.  Oh, lector, la amargura indecible que ensombreció el rostro del Presidente cuando el Mayordomo de los 666 comunicóle de trémula voz la estadística resolución. Si tuviera yo la habilidad. o el oficio al menos, de trasladarte aquella desolación.
    
     Trató el Mayordomo entonces, a pesar del Gólgota que aquel hombre estaba delante suya experimentando, de animarle: ¿no fuiste capaz, Jose Luis, de irte a orar con Obama sobre la Biblia hasta Washington en el sarao aquel que cada año trama una muy ultraconservadora facción? ¿no tuviste acaso reaños, José Luis, para sin temblarte el pulso, aceptar el diktat del ultraliberal FMI y por decreto rebajar salarios y congelar pensiones, por más sagradísimas promesas que habías antes juramentado de nunca jamás hacerlo?  Has de verlo, Jose Luis, como un acto de responsabilidad más, como un amargo trago a aceptar para asegurar a cambio tu permanencia, es decir, la pervivencia del socialismo en el Poder. Y con la hiel de ese cáliz atragantada, como una luna aciaga, en la boca del esternón retiróse entonces el Presidente a sus aposentos.
     
     Al día siguiente, al pie de la escalerilla del avión que en viaje pastoral dejaba al Papa sobre tierra española, para morrocotuda y planetaria sorpresa –allí las cámaras del entero orbe parecieron hasta relucir de pura perplejidad-  embutido en formalísimo terno y  muy compungido de rictus, compareció el Presidente. Y fue el besar el Pontífice el asfalto aeroportuario y el postrarse de hinojos el Presidente ante el sucesor de San Pedro todo y uno en el tiempo. Entonces el Papa, como en un deja vu, extendió el índice admonitorio sobre la presidencial cabeza, y ésta se humilló entonces un poco más, como si quisiera ocultarle al mundo unas moratinianas lágrimas.
     
     Pero no acabó ahí el dislate equinoccial de mi truculenta pesadilla, indulgente lector, que apelo yo de verdad ahora a tu más excelsa comprensión para digerir la desmesura que ahora viene y que puedas así excusármelo, porque a continuación, recobrado un poco el ánimo, el Presidente se irguió y, dando un pasito hacia atrás, extendió su brazo izquierdo para presentarle al Papa a su querida esposa y a sus dos góticas beldades que allí estaban, primorosamente vestidas de blanco las tres para la ocasión, más los zapatitos de negro charol relucientes como tricornios, y que al punto también allí se prosternaron con muy humilde acatamiento hacia el máximo Prelado. Algún acólito le acercó el hisopo y roció entonces el Papa aquellas benditas testas de muy purificada agua. Bueno y sonaba entonces y todo –no te digo más, apiádate de mí, lector santo- los primeros acordes del himno nacional.
      
     Uff, me desperté desalado, avergonzado de la visión que dejaba atrás, perdida en la intrincada espesura del bosque enmarañado del sueño. Me acordé luego de Luther King, de cómo acabó el pobre, y se me llenaron a mí entonces de lágrimas los ojos, hasta que del llanto me arrancó Cortázar, y de su mano vine aquí, a compartirlo contigo, compasivo lector mío.

       

8 comentarios:

  1. Sr. José Antonio,

    El chiste dice que luther king, NO dijo "tengo un sueño" sino "tengo sueño". La gente se confundió y la cosa acabó mal. Lo que hace un artículo indeterminado.

    Saludos

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  2. Eso es una pesadilla. No te duermas.... jejejejeje

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  3. ¡Jesús, Jesús, Jesús! Como dicen por aquí "ma quedao muerta", el verbo "maquedar". Yo en tu lugar tendría pánico a volverme a dormir. Esa imagen de la "presidentísima" y las "hijísimas" vestidas de ¡blanco! reverenciando al pontífice...
    Un lujo pasar por tu casa.
    Hasta la próxima.

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  4. Eso no es un sueño, querido Jose Antonio, sino una pesadilla digna del mismísimo Stephen King.
    Ver a las dos ninfas zapaterianas vestidas de blanco inmaculado debe ser una visión similar a la de las dos niñas de "El Resplandor".
    Que miedo,por Dios...

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  5. Despues de esta horrible pesadilla, bien le vino el agua purificadora a tan benditas testas...

    Ironia fina la tuya, con una buena dosis de verdad.

    Saludos

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  6. No presuma de sueño original, amigo mio. Tengo para mi que antes lo tuvo José Luis y que por eso se desmarco volando hasta Afganistan.

    El problema de Rodríguez, creo yo, es que tiene confundido su oficio, y piensa que su función es la de buscar votos, aquí o en Afganistan, en lugar de Gobernar. Yo también confundo pesadillas con sueños.

    Un abrazo

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  7. -Filósofo:lo que hace, sí. Saludos
    -Titania:sí, y qué pesadilla. Gracias
    -Mercedes: ¿maquedar? me gusta, el lujo verdadero es el de tu paso por aquí. Gracias: yo minclino.
    -Natalia:es verdad, Natalia, ¡son las niñas de El resplandor!Stephen King es el Rey Esteban, ¿no?. Es un honor leerla en esta, también su casa.
    -Neo: blanco... roto. Genial, como siempre. Se les rompió el blanco de tanto usarlo. Un abrazo.
    -Mari Paz:sí, el agua es vida. Gracias.Saludos también.
    -Javir:cierto, zp contraprogramó a última hora, se fue a la guerra, a la guerra buena. Bueno, si a ti también te pasa esto de confundir sueños y pesadillas, quedo más tranquilo. Buen domingo, amigo.

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