Recuerdo que, en medio de esos veranos dichosos de la infancia, ya le asaltaba también a uno de vez en cuando el tenebroso ogro de la soledad. Tiende uno a la misantropía, como tantos otros basculan por instinto hacia el cachondeíto fino, y qué se le va a hacer. Me iba yo solo entonces a una dehesa apartada que había en mi pueblo, me internaba en aquella rara espesura de árboles y de sombra hasta llegar a un caserón abandonado, la casa de la Joaquina, el típico escenario de románticas y fantasmales habladurías. Nunca había nadie allí. Se encaramaba la trasera de aquel caserón sobre una quebrada natural del terreno en cuyo fondo rebrillaban las aguas de un río, que debió alguna vez ser caudaloso, pero que entonces era ya sólo riachuelo.
Me asomaba yo desde allí a todas aquellas feraces soledades, como un eremita niño, me abismaba un momento, y sin saber bien por qué lo hacía, ahuecaba mis manos sobre la boca e interrumpía con mi grito un instante el parloteo incesante de las aves: ¡EHH, ¿HAY ALGUIEN AHÍÍÍ?!
Nadie contestaba, claro, y reanudábase luego el habitual cotorreo piafante de los pájaros, incluso acelerado ahora, como si a sus estrofas de siempre acompañaran las notas de un nuevo trino, ¿habéis-visto-este-zagal-lo-tronao-que-está-lo-habéis-oído? Le daba yo entonces la espalda a todo aquel histérico canturreo.
Pero un día, desde el alma de aquella hondonada una voz contestó a la mía. ¡ESPERA, CHAVAL, AGUANTA AHÍ! Me giré sobresaltado y, después de algunos instantes, entre los matojos que poblaban el fondo de aquel despeñadero, emergió la figura de un hombre barbado y sudoroso que llevaba un saco al hombro y que hacia mí venía, agitando con una oleada su velludo brazo libre.
No, no era el Hombre del Saco. Era vecino, según me explicó, de un pueblo cercano, Cabañas, que se había allegado por la dehesa para acortar el camino de vuelta a casa. Eso me dijo. Caminamos entonces un buen rato juntos, de vuelta yo ya también. Sin hablar apenas, qué frescor en esta dehesa, eh, cuál es tu pueblo, sólo eso, pero en compañía. ¿Me llevas un rato el saco? Me lo colocó sobre los hombros durante un breve trecho. Pesaba. Mientras, él liaba un cigarro de picadura y se lo fumaba, saboreándolo mucho. Yo miraba sus sandalias de cuero negro polvorientas. Al llegar a una encrucijada donde terminaba la dehesa nos separamos en direcciones distintas. Pero antes, aquel hombre rebuscó en su saco de tela marrón áspera y rezurcida y me dijo: toma chaval, por darme compañía. Gracias, le contesté, tal como mi abuela me aconsejaba responder siempre ante el regalo de un extraño.
Me costó unos instantes, caminando ya en solitario hacia el pueblo, obturado aún mi corto entendimiento por la simpleza ocurrida, comprender que lo que aquel hombre me había regalado era sólo… una sandía, una pequeña sandía. Me la acomodé, como un Hamlet infantil bajo el atroz agosto, sobre la palma de mi mano izquierda, y bajo la solana, la sandía, su rotunda esfericidad, como la cabeza de un negrito recién cortada, un poco me hechizó. Apenas podía apartar los ojos de ella. Le voilá, la sandía.
Tuvimos que tirarla, claro, pues la mayoría de las sandías pequeñas salen insulsísimas, pero al menos aquella vez de mi grito ante el vacío, algo el mismo vacío me devolvió. ¿Era sólo cuestión de tiempo, era cuestión de insistir e insistir?
Y ahora, a la vuelta de una torrentera ya desbordada de agostos inclementes, hoy como ayer, es como si cerrara yo una vez más el circulo de la mía misantropía, y siento que es la entera ciberesfera un poco como la casa de la Joaquina aquella, y asomarse en este agosto al balcón del blog es también asomarse, viejo y más Hamlet aún, a aquel hondo despeñadero, sólo que pobladas estas estelares vastedades de miles de rutilantes cuerpos celestes titilando al unísono sobre la universal bóveda del Internet, y cómo brillan en la Noche inmensa, por más que, ahuecando también las manos, sea idéntico mi grito al de entonces: ¡EHH, ¿HAY ALGUIEN AHÍÍÍ?
Demasiado apego a la soledad, mírate bien esta carencia, no es nada bueno. Seguro que estás rodeado de mucha gente que te estima y tú mismo con tu empeño te ciegas.
ResponderEliminarY tu abuela no te dijo que no se habla con extraños?
Un saludo.
A mí me hubiera dado miedo hablar con un extraño-adulto; malas experiencias que tiene una.
ResponderEliminarCon un grito un poquito más fuerte, hubiera sido yo la que te contestara;
siempre me ha gustado perderme sola y desaparecer hasta que anochecía.
Yo también te observo desde este armario de palabras.
:P
Un beso ( o dos)
Tienes el poder y el saber hacer de tu pluma...que escribe recuerdos y soledades...Pero no lo olvides..¡los hay que estamos ahí José Antonio!
ResponderEliminarYO ESTOY
Un beso
Sí,aquí estamos.Muchos más de los que piensas Jose Antonio,gente que te lee y que te escucha.
ResponderEliminarQue osado marchando por el campo con un desconocido,sin duda eran otros tiempos,
Siempre hay alguien, aunque, a veces, ni siquiera nos conteste, pero lee y escucha.
ResponderEliminarTu manera de entrelazar las palabras y recuerdos de infancia me emociona, y a veces también me lleva a recordar retales de la mía propia. Sigo tus textos con avidez, y en respuesta a la pregunta "¡Ehh, ¿hay alguien ahí?", te diré que sí, que mires a tu alrededor y conviertas en visible lo que , quizá, no ves.
ResponderEliminarUn beso
Y después de tu grito, los pájaros seguimos piando... :)
ResponderEliminarTienes algo especial para relatar esos recuerdos de la infancia. Leyéndote parece como si fueras, de nuevo, paseando por el lugar, reviviendo la experiencia.
ResponderEliminarMe has arrancado una sonrisa con lo del hombre del saco ¿sabes?, en mi infancia también me lo recordaban mucho.
De la misantropía sólo diré que cada vez me gusta más, será porque necesito unos ratos o dias de soledad de los que no puedo disponer.
Besos
¡Espera, hombre, aguanta allí!
ResponderEliminarMira, vengo de Hablapalabra, un pueblo cercano y, para acortar camino, he leído lo de la casa de la Joaquina y te escuchaba gritar. Y bueno, pues, que te dejo estas palabras para que te acompañen un buen trecho del día, agradeciéndote ese compartir los recuerdos y a los que has bordado con una prosa y poética envidiables.
Un abrazo.
Siiii... "pa quí" andamos todavíaaaa hasta septiembre :((
ResponderEliminarEstamos recien llegados de Portugal, de una concentración de Vespas, solo he faltado tres días, entra y verás como lo hemos pasado:))
Antes eran otros tiempo te podías fiar más de la gente...Y eso que nos advertían que no hablaramos con desconocidos... Hoy no nos fiamos mi del vecino y eso que lo tenemos al lado.
Un beso.
Pues, sí, algunos estamos aquí y nos encanta leer tus relatos de infancia.
ResponderEliminarEsa soledad de la que gustas para muchísima gente es imposible de lograrla y para otros muchísimos es odiosa.
El adulto debe de buscar, con frecuencia, la soledad de la que hablas para cerciorarse en dónde está. No hay mejor GPS.
Yo estoy!
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, hay alguien aquí, ya de vuelta de mi agosto vacacional (siempre se acaba volviendo), ¿has vuelto alguna vez a la casa de la Joaquina para gritar "¡EHH, ¿HAY ALGUIEN AHÍÍÍ?!"
ResponderEliminarUn abrazo.
José Antonio tus artículos son una sorpresa tras otra, y nunca dejas indiferente a nadie, por lo tanto siempre habrá gente que te escuche, lea y jamás te encontrarás sólo. Eres de los blogs que yo conozco el más visitado "por algo será", dicen que algo tiene el agua cuando la bendicen. Yo aunque a veces no te deje comentarios, porque decidí no hablar de política, me paso por aquí y te leo. Saludos.
ResponderEliminarYa escuché tu grito, ya somos dos los que compartimos el gusto por la soledad. Yo gustaba de escaparme al viejo almendro y jugar en sus ramas. De vez en cuando extraño esos días, era tan libre...y lo ignoraba.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato muy sugerente me parece que tu de pequeño has sido muy solitario y de ahí que siempre hablas de la soledad, un gran recuerdo creo que esos son tu gran compañía, buen vídeo no lo conocía linda música.
ResponderEliminarUn gran saludo que tengas un lindo día.
Siempre está bueno escribir sobre recuerdos y soledades ... sin complejos. Me gustan tus escritos. Marga con amor.
ResponderEliminarJose Antonio, perfecto.
ResponderEliminarGracias por devolvernos a aquellos veranos infantiles repletos de soledades y torrenteras.
De verdad, un gusto leerte.
Que síiii, que ya vamos volviendo poco a poco cada mochuelo a nuestro olivo, ahora quedan los de la 2ª quincena y alguno que se marche en Septiembre...bonito historia.
ResponderEliminarSí, aún hay alguien quien sabe por cuanto tiempo pero ahora SI HAY ALGUIEN AQUÍ.
ResponderEliminarSALUDOS CORDIALES.
HASTA PRONTO.
Muy interesanteee!!!
ResponderEliminarpor cierto te apellidas igual q ioo!
:DD jajaja si tu apellido es verdadero! :DD
saludoos!
http://sonrisasdearcoiris.blogspot.com/
Leyendote.
ResponderEliminarGracias por la visita y comentario tan sensible.
Cariños
Es increíble como un solo gesto o una sola palabra sincera de afecto proveniente de algún conocido o desconocido nos hace tanto bien, logrando atenuar aquella soledad interna y hasta dejan huellas en nuestras mentes.
ResponderEliminarLinda historia amigo José Antonio.
Un gusto grande leerte, abrazos!
Diana
Buenas tardes,como siempre me ha encantado tu relato,parece que le has cogido el gusto al tema de la soledad.No te quejes mucho,cada día que me paso por tu blog veo muchos comentarios,estamos ahí aún en el mes de Agosto,no lo dudes nunca estamos solos del todo,siempre tenemos alguien ahí aunque no lo veamos.Un saludo y buena tarde de miércoles.
ResponderEliminarHermosos recuerdos, te entiendo, hay veces que en las vacaciones necesitas algo de soledad, saborear el mundo nuevo en el que vives y sobre todo explorar casas abandonadas, eso es un vicio.
ResponderEliminarEl título lo voy a tener que poner en mi blog, aparte de tí , pocos me visitan espero que por el verano
Un abrazo
Puede que en agosto solo quedemos los solitarios y los escritores...valga la redundancia...
ResponderEliminarEscribes impresionantemente bien, Jose Antonio.
Un beso.
Bellos relatos que nos ofreces,volver a otros tiempos y recoradar,un placer entrar en tu casa,un abrazo.J.R.
ResponderEliminarPues vengo de La Frutilla Paranoica, hasta allá se ha oído tu llamado,
ResponderEliminary en buena hora, que narrativa magistral, sos un verdadero cuentista José (uno de los máximos adjetivos que le pueden colgar a un escritor),
Abrazos Blogueros,
Pd: parece que somos muchos, muchos, los que ESTAMOS por aquí.
NO HAY QUE HABLAR CON EXTRAÑOS ME DECIAN A MI CUANDO ERA CHICA...
ResponderEliminarEXCELENTE RELATO, RECUERDOS IMBORRABLES ME LLEVAN A MI INFANCIA TAMBIEN.
YO TENGO TRES BLOGS MÁS, EN UNO HABLO DE LA INFANCIA "NIÑA BELLA" Y EN EL OTRO RECUERDO MI VIDA EN FORMA DE DIARIO.
TE IMAGINARÁS...
BESITOS
Muy buena entrada.
ResponderEliminarSaludos
Hola José Antonio
ResponderEliminarEstamos aquí.
Qué relato tan bonito. Aquel hombre surgió casi de la nada y te regaló una sandía, eso sí pequeña, pero tuya por haberle hecho compañía.
Besotes.
Maestro, es ese melancólico deje en sus relatos, el que, quizá, los hace tan entrañables...
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo
Ojalá tuviera yo los recuerdos tan frescos y con tanto lujo de detalles.
ResponderEliminarTiempos inocentes, curiosos ojos e imaginación infinita.
Tendré que ponerme a ello o acabarán olvidándoseme del todo y no es bueno vivir sólo en el presente, ¿cierto?.
La canción que has elegido la he escuchado alguna vez que otra, en la cantante que nos propones, con ese ruiseñor que revolotea por su garganta.
Me lleva a otra "Sola", de Soledad Giménez, creo recordar. No sé ahora si es la misma canción o distinta totalmente.
Me encanta como escribes, precioso paseo.
Saludos cordiales.
Yo recuerdo que de pequeño todas las personas se saludaban al cruzarse en el campo -y con agrado-, y hoy al ver a alguien algo raro quién más quién menos sale corriendo -a lo mejor con razón-.
ResponderEliminarEl cuento ha cambiado y mucho. La amistad, la confianza, ha quedado tres pueblos más atrás de nosotros.
Saludos
Tenemos el sismo tema será que bailamos con ella....
ResponderEliminarBesos
Por aquí andamos, ya ves, nos has convocado y , mas o menos solitarios, aparecemos en tropel y por llevarnos un ratito a los hombros el saco de los momentos insulsos, te regalamos la sandiita -los comentarios-A simple vista resulta muy mona y evocadora pero luego queda reducida a poca cosa: no mucho más que la miniesencia de un texto.
ResponderEliminarPor aquí seguiremos mientras podamos porque : SÍ, HAY ALGUIEN CADA VEZ MÁS.
Un abrazo. Á
Pues si, por aqui andamos...leyendo tus entrañables relatos de recuerdos de la infancia.
ResponderEliminarTu prosa me hace vivir lo que escribes de una manera única.
Genial!!
Saludos
Hola, como han cambiado tanto los tiempos me da la impresión que no importamos a nadie, es fácil morir sola en casa sin que se enteren las vecinas, ya pocos saludan en el portal, ya cada uno vive sin saber nada de nadie.
ResponderEliminarMe han gustado mucho tus letras, se ve que respetas hasta la soledad del entorno. Un abrazo.
Siiii chaval aqui estoy yo, encantada con tu historia, sintiendco el calor, la soledad, los pájaros y la preciada compañía. Besos tía Elsa.
ResponderEliminar¡Estoy, estoy! Por supuesto que hay álguien por aquí, y más que vendrán, ya lo verás.
ResponderEliminarNo puedo dejarte una sandía, ni siquiera llevo un saco al hombro, pero te dejo un abrazo y una sonrisa.
¡Biquiños!
Muy bueno relatos siempre..
ResponderEliminarJose, gracias por tu visita.
Besos de brujilla
Fue el billete de viaje hacia la infancia, que hoy me doy cuenta que no está tan lejos, pues muy pronto me coloqué enmedio de ella, jajaja. Gracias por llevarme a esos días, con tu precioso relato.
ResponderEliminarUn abrazo José Antonio.
EXCELENTÍSIMO RELATO. MARAVILLOSO!!! UN ABRAZO
ResponderEliminarSi, Chaval, hay alguien, espera!!!!
ResponderEliminarY aunque suelo no ser constante, camino por estos lares,pues ocurre que me encuentro con sorpresas como ésta, la de recrearme leyendo tu blog encontrando un álito necesario de infancia.
Abrazos y gracias por visitar mi sur
Aqui estamos D. José para leer sus bellas historias y vivencias, que al igual que Usted muchos de nosotros hemos vivido.
ResponderEliminarP.D. Me decia mi Abuela que el saber no ocupa lugar, y mi madre recalcaba que siempre hay un lugar para el saber y el conocimiento; saludos blogeros.....
Siempre habrá alguien que te responda y éste en vez de dejarte una sandía, te dejará el eco de sus palabras.
ResponderEliminarPara muestra, un botón ¿no te parece?
Simpático y bien escrito tu texto.
Un abrazo.
Mercedes
Si, si que hay alguien. Aunque yo éste de vacaciones (y medio mundo), sepa usted que le voy leyendo siempre que puedo.
ResponderEliminarY vuelvo a retirarme a mi éstio.
Hay momentos en los que la soledad nos invade y se hace necesario gritar por si alguien nos escucha.
ResponderEliminarbesines
Tienes razón, no hay nadie. Sólo los ecos respondemos.
ResponderEliminarHola José Antonio, sí yo estoy aquí. Gozando de sus recuerdos estivales, y mostrándole que no está sólo que hay mucha gente que le rodea y que hace que cuanto escriba sea digno de admirar.
ResponderEliminarEstoy aquí, porque me gusta como escribe, porque soy humana y si pregunta, si ¿hay alguien ahí???, mi respuesta contundente es síiii.
Abrazos. Rosa.
Sí, sí, aquí estoy, en vez de una sandía desaborida, vengo a traerte un comentario (sabroso espero).
ResponderEliminarMe ha entusiasmado el relato, has recorrido los recuerdos con presteza, haciéndonos disfrutar y esperar la siguiente línea con toda atención, pero además, el final me ha parecido sublime. La vida aunq avance y avance, siempre se resume de la misma manera.
Un abrazo, pasa feliz día.
Bueno, creo que no es necesario decir, que sí hay alguien.
ResponderEliminarAunque no dejemos comentarios, siempre hay alguien, escuchandote, y siguiendo tu estela.
Un abrazo.
Sí que hay, hay alguien siempre ahí fuera, en las estepas de intenet, alguien que siempre nos aparta, aunque sea virtualmente, de la soledad que nos crece.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato. Muy acorde con estas calores que sufrimos:)
Saludos y gracias por tu comentario
Maravilloso tu texto de palabras>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
ResponderEliminarMe asusta un poco encontrar tantos comentarios, y por eso mismo no sé bien que escribir, si todo te lo dijeron.
ResponderEliminarMe ha gustado leer tu relato, Jose Antonio, gracias.
Un placer tu visita
Saludos
Ío
Yo te escucho y vine a hacerte compañía para que esa soledad no te coma el alma.
ResponderEliminarMil besos.
La soledad a veces se elige y se trabaja. Es cuando menos pesa y cuando más ayuda a crecer, incluso en compañía.
ResponderEliminarHay experiencias de la infancia que ahora se repiten una y otra vez ¿por qué será?
Besos
Quizá el problema es que todos gritamos a la vez y no escuchamos los gritos de los otros.
ResponderEliminarEn el silencio... muchas voces contestan.
=)
Un besazo.
He sido tan tonta que me he escrito a mi misma un mensaje que era para tí. A veces hablo sola sin palabras y busco a alguien que ya no está ¿estas ahí? ¿ESTAS AHI?, tal vez esté cerca o quizás este dentro pero seguro que alguien se mueve por aquí. ALGUIEN ESTÁ AHÍ.
ResponderEliminar¡GRACIAS POR ESCRIBIR TAN REQUETEBIEN!
Si te fijas, todos somos los que ahora nos "conocemos" hemos sido algún día extraños entre nosotros...
ResponderEliminarHoy me alegro de haberme topado contigo en estos mundillos.
Muy buenos recuerdos los que nos traes hoy.
Un abrazo.
José Antonio,
ResponderEliminarHay mucha gente que tema a la soledad... y a mi siempre me ha fascinado. Quizás es porque pasé larga temporada "mentalmente" sólo... divagando... y le perdí el temor.
Aunque lo mejor de la soledad es cuando levantas la vista y ves que está ahí.
Un saludo, maestro. Un placer leer estas cosas.
¡Aquí estoy!
ResponderEliminarTu relato me llevó al campo, me hiciste andar por senderos conocidos de antaño.
Linda experiencia la de ese encuentro que relatas.
Saludos, dos, dos ( con eco)
Estamos compañero, estamos, saboreando sus letras
ResponderEliminarBesos
hay preguntas lanzadas al aire que no cambian nunca
ResponderEliminaraunque a veces es problema de que no sabemos ver las respuestas...
en este caso, creo que siempre hay alguien
siempre...
un saludo!
Me ha encantado tu historia, qué magnífica es José Antonio!
ResponderEliminarMe pareces que tienes un espacio muy vivo y bonito y tus relatos lo engrandece por supuesto!
Mil gracias por tus palabras en mi blog, será un placer verte regresar!
Besoss
Bea
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ResponderEliminarMuchas gracias también a quienes se hacen SEGUIDORES de il mío blog: me ayudan a convencerme de que no soy un zumbao de Hyde Park que le habla al vacío universal.
GRACIAS
Su texto es muy bonito. Me alegro de haber leído el.
ResponderEliminarSaludos
José Antonio....estamos auí más de los que crees....aunque por mucho que digan los que aquí nos encontramos estpy segura que más de una y una se sienten tan solos como tu....para empezar...yo...
ResponderEliminarNo sé si tu soledad será obligatoria o buscada...pero si es obligatoria, no te apures, tu sal a este blacon y grita sin miedo que te vamos a contestar....Un abrazote
Fíjate la de sandías que han salido del eco de tu grito, 71 conmigo :)
ResponderEliminarEras un eremita niño valiente, ha de ser que en los pueblos no se pregona el miedo a los desconocidos con caramelos, qué hermosa tranquilidad.
Me han gustado tus letras. Saludos!
-Fleur, Metamofosis, Lopillas: gracias por vuestras palabras, por vuestros ánimos.
ResponderEliminarFleur: gracias por hacerte seguidora mía.
Gracias también a todos los que ya lo sois, pero el tener mi blog en vuestro escritorio, no andar perdido, me es muy gratificante. Abrazos a todos