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domingo, 6 de mayo de 2012

...Y De la Vega se pasó a la Revolución, según Gopegui


   
    Ocurre que, ante ese soviético plan, el Presidente Zapatero la defenestra. Se revuelve ella en el Discurso de despedida ante la prensa, ante el Pueblo: “Durante un tiempo el presidente se planteó la nacionalización, real, no parcial ni temporal, de las Cajas. Yo me ocupé de ese proyecto y hemos perdido… Se acaba de anunciar una privatización parcial de las cajas con fondos públicos… Para obtener esa victoria se han ejercido presiones miserables, juego sucio, violencia… Este gobierno (-de el de Zp habla-) solo imagina que cree sus razones, y cuando lo imagina, a veces solo hay cinismo… En nuestro país el espacio temporal de nuestras vidas es nuestro derecho a organizar un bienestar distinto y compartirlo… Ya mi voz y mis actos son como los suyos; junto a ustedes espero no ser cobarde ahora, y trabajar".
    
   Con ese vibrante alegato para la lucha en voz de la Heroína finaliza la novela de Belén Gopegui. ¡Cómo expresar el sobresalto que experimenté al coincidir mi lectura de la obra con la sensacional reaparición pública de la real De la Vega, un tanto irreal ahora ella, tras ser sometida a una muy revolucionaria, desde luego, facial operación de rejuvenecimiento. ¡La real De la Vega había optado por revolucionarse ella primero el careto, antes de emprender la colectiva revolución! ¿Qué pensaría Belén Gopegui al ver a su Emma Bovary reloaded, pensé yo? ¿Qué nuevo arreglito verbal habría ella elaborado para legitimar la nueva pasarela de su Heroína?
    
   Penúltima coda a esta fantástica interacción de realidad-ficción-realidad que se vuelve artificial-ficción que se torna real-ese emplasto de una y de otra ya indistinguible: hace unos días, como si en efecto, De la Vega hubiese leído –o le hubiesen soplado- la novela que a ella espiritualmente idealizaba y se sintiese en algo obligada por esa leyenda, salió a la pública palestra para con inflamada ira bramarle al mundo que… ¡las políticas de recortes ahora en boga son las mismas que llevaron a Hitler al Poder!  Al oírla, sobrecogido, caí: ¿Hitler? ¡igual que la histórica Dolores Ibarruri, la Pasionaria! Cierre del círculo, pensé. Uff, qué descanso al fin.
    
    Pero un último chivato aún me enervó: vale, mucho Hitler, sí, ¿por qué entonces los comunistas se aliaron con él para desencadenar la Segunda Guerra Mundial? Quizás Belén Gopegui en su próxima novela tenga a bien desentrañárnoslo, bajo el protectorado de una de esas editoriales de postín, multinacionales, yes.



Post/post: gracias a Hawai05, a Mónica, a Mamuma por no dejarme del todo a solas bloggeando ante el frío mundo y colaborar conmigo y hacer así ellos también este blog, GRACIAS .

4 comentarios:

Winnie dijo...

Sólo con leer "HItler" me pongo mala José Antonio!!! besotes

Jujope dijo...

La abyección moral de los progres conscientes no conoce límite. Ni la de los inconscientes.

Saludos.

NVBallesteros dijo...

Cada quien su vida, pero eso de verse acartonada no es lo mio....dicen que las cirugías plásticas se vuelven un vicio.

Saludos

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Déjela usted hacer, hombre, las hagiografías son necesarias para restañar según qué morales decaídas.

Menciona supongo el Pacto Ribbentrop-Mólotov, no creo que fuera de por sí el desencadenante de la IIGM, ya sabe lo poquito que duró y convengamos que sin la obstinación de no rendir Stalingrado, sin aquella Operación Urano, y aquel cerco, lo mismo teníamos nazis hasta en la sopa. Sin que sirva esto para alabar al descerebrado de Stalin, por supuesto.