No sé, lo de las querindongas
reales me parece fatal, y tantas regalías florecientes que vemos tan
censurables, pero entonces, justo en esa situación, deseé que el Rey Juan Carlos por un instante fuera Monarca Absoluto, que recuperara las regias prerrogativas que hacían de sus
antepasados Dueños y Señores de vida y hacienda de los súbditos, y que ordenara
allí mismo dar a tamaño botarate cuanto castigo mereció su incalificable
afrenta. Deshollarle allí mismo y colgar luego su melón de un balcón del Palacio Real, medirle el lomo a
vergajos hasta desangrarlo, crujirle a base de bien en un potro los fémures,
sí, uno de esos castigos medievales con creces se ganó el gringo cenutrio. Al
cabo la silla eléctrica, que tanto recomiendan ellos, acaba demasiado pronto
con la vida del reo, para dejar sólo ahí el galardón que a pulso el bobísimo gobernador de Florida en audiencia
pública se ganó.
Pues ¿no llega acaso el yanqui cenutrio y a boca de jarro, sin saludar
ni dar muestra alguna de respeto a la figura de un monarca, va, y al mismo Rey
de España, todo jaranero le espeta: “Quiero
que me cuente. He montado en elefantes pero nunca he disparado a ninguno”,
mentando así, nada más tenerle delante, la soga en casa del ahorcado,
hurgándole en ese modo la herida más dolorosa y aún abierta en canal, añadiendo
al vinagre de la burla el escándalo de la propia superioridad moral? ¡El gesto
de demudado chasco que se le va formando en el rostro al Rey!
¿Acaso detiene el muro del cortés desdén al obtuso tocinero? ¡Ni por
dedazo del Tío Sam! El zangolotino
pingüino impulsa jacarandoso el vaivén de su columpio: “Ella sufrió la persecución de un elefante… Estábamos en un jeep, y
los elefantes nos seguían…”, y la pingüina es que se dobla ya de la risa
delante del Rey de España. “¿Sí?”, aún concede el Rey Juan Carlos,
puede que para sus adentros cavilando… “y qué lástima que aquellos elefantes no
os aplastaran entonces cien veces el cráneo, mamelucos”. “Le hubiera necesitado
en el jeep conmigo”, se anima, con osadía increíble, a rematar la coña la
señora gobernadora consorte. Pobre Rey
Juan Carlos ahí, pensé de verdad al verlo, tener que sin pestañear, siendo
Rey, soportar esta astracanada. Piénsalo lector, ¿acaso lo aguantarías, simple
ciudadano, tú?
Con habilidad sortea el Rey
la grosería, saludando al embajador allí detrás presente. ¿Contendría esa finta
el palmoteo del mentecato gobernador, le haría al menos recapacitar y un poco
sosegarse? ¡Ni por la gloria de Abraham
Lincoln!, que está el albino copito más lanzado que el general Custer cuando aquello. “¿Cómo
se rompió la cadera, iba andando?” le inquiere. “Por la noche, levantándome de la cama”, confiesa casi en susurro
avergonzado el Rey, a ver si es que con
eso se calla ya el mentecato. A la señora gobernadora entonces, al oir todo eso
junto –noche-cama-elefantes que me perseguían-, embobada en esa trompa ahí
levantada, se le escapa una risotada propia solo de una histérica.
¿Callarse? Ni la Santa
Inquisición arrancándole a lo vivo la lengua haría callar al bienhumorado majadero.
“¿De verdad? Pero usted necesita una
historia mejor, que estaba preparado para disparar algo y se cayó…”, y abre
y reabre todo ampuloso los brazos en presencia del Rey, como si fuera él ahora
el Emir, y el pobre rey de España la Scherezade de las mil y una noches que el
señor gobernador de Florida ahí mismo expande.
Suerte al cabo, Majestad, que el ínclito lerdo es miembro del Partido Republicano, pues, de haber
sido demócrata, ya habrían encontrado las gentes del Progreso nuevo Héroe a
quien alabar en artículos, películas, canciones, en su vasta propagandística,
vamos. Oh, Majestad, cómo deseé que
ahí mismo hubiera podido Usted enviar al zoquete éste, como poco, al penal de Guantánamo.
Las amigas del Rey comienzan a ser un culebrón. Pero no creo que estemos en condiciones de dar lecciones de moral.
ResponderEliminarAl que si que debieran darle un par de lecciones de saber estar es al ínclito americano, incapaz de percatarse de lo impropio e inoportuno de la conversación.
Sds
Sds
Hombre, está claro que el gobernador de Florida no tiene ni idea de cuáles son sus funciones políticas ni ha conocido la más elemental educación, pero es lo que tiene ser algo, que luego te dicen que lo eres.
ResponderEliminarMe alegra volver a leerte.
Un abrazo.
Hola!!
ResponderEliminarvisiten esta blog que es una porqueria es re aburido no entren, hagannme caso , NO ENTREN
http://adelelaurieoficial.blogspot.com.ar/
Jajajaja, Jose Antonio, que bien lo cuentas... ya me gustaría que lo leyese el señor gobernador y su esposa para que aprendieran la lección.
ResponderEliminarPor cierto, hacia tiempo que estaba un poco alejada de la blogosfera y no visitaba tu rincón, por eso ha sido un placer poder leer tus críticas de cine maravillosamente estructuradas. Soy cinéfila empedernida. Muchas gracias.
:DDD, creo que lo tendré que leer varias veces de lo bueno que es.
ResponderEliminarYa le digo, últimamente estamos soportando demasiado choteo entre una cosa y otra, a lo mejor es que andamos susceptibles no se, pero yo fue ver ayer el nuevo anuncio de Coca-cola y rechinarme los dientes.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHay que conocer un poco la mentalidad norteamericana, a ellos todo esto de las monarquías y estas mandangas les suena a chino, aún recuerdo a Michelle Obama pasándole el brazo por la espalda a Isabel II en plan coleguilla y la británica aguantando el tipo.
ResponderEliminarEn todo caso será un fallo de protocolo de los asesores del yankee.
A mí me parece que todo lo que le ocurra al Rey es poco, se lo ha ganado a pulso y para vergüenza de algunos de nosotros, encima nos representa.
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ResponderEliminarPerdona,he repetido el mismo comentario tres veces. Tengo el ordenador un poco chungo.
ResponderEliminarLa verdad, últimamente no podemos presumir mucho de lo que a la casa real se refiere, pero cuando vi a este imbécil vacilar al Rey me dieron ganas de darle un patada en sendas partes.
ResponderEliminarBuen articulo
saludos
Los americanos parece que se regodean enviándonos la élite de la grosería; no obstante encuentro más deleznable al ínclito hermano de Bush recochineándose de los infinitos beneficios que para nosotros (y los países que interviniesen, supondría la guerra, y no quiero hacer de esto un comentario político).
ResponderEliminarHe leído con una sonrisa y también he odiado, gracias a tu descripción, al bastardo gobernador, pero honestamente y con toda cordialidad, creo que sobra el estrambote del "progrerío".
Saludos.