La aparición resultó del todo
providencial. Le brillaban de éxito renovado los ojos a aquel fulano. Hasta se
relamía de inminencias el muy cabrón. Olvidó, por supuesto, nuestra pendencia.
Volvió a colocarme el brazo velludo y chorreante sobre los hombros, como si
nada hubiera alterado su lección magistral:
-Verás, amigo, para estos casos tengo yo… el Cialis (o algo así me pareció oírle a aquel elemento radiactivo) nada que ver con el Viagra, mucho mejor, y sin efectos secundarios, pero… (y aquí levantó el índice ante mí, como si ahora fuera él el inolvidable Juncal y yo el pupilo aquel que le limpiaba las botas) … ni se te ocurra tomarte la pastilla entera, sólo la mitad, ¿me entiendes?, con la mitad te vale, y máximo un cubata, te la tomas media hora antes y… funcionas, vaya que si funcionas… la última vez estuve así cuatro horas follándome a una chavala como si ná… (y como le pusiera yo entonces a lo que contaba inequívocos ojos de admiración, remató la faena)… coño, hasta al día siguiente me rocé sin querer con la puerta y ya estaba otra vez empalmao como un toro, que hasta yo mismo me decía… pedazo rabo que tengo, …la hostia, tío, funciona que te cagas.
Bueno, regresó justo
entonces el conocido del principio, contento también él. Volvieron a poner el Pan pan panamericano de nuevo. Me trajo
esa música, claro, el recuerdo fulminante otra vez, de Leire Pajín, de De la Vega,
de Maputo, de la eterna juventud, de
los sueños cumplidos y de los otros, como los sucesivos convoyes de un tren a
toda pastilla delante de mí, con su mismo traqueteo. Miré a mi alrededor. Todo
el Antro bailoteaba como una
marabunta discretamente posesa. Pretendí adrede que allí mismo me invadiera una
suerte de vago impulso hacia una abstracta fraternidad universal. Apuré el
gin-tonic. Hice un poco el cabra en la pista junto a aquellos dos conocidos y
me despedí de ellos con soberbia mueca de pulgares.
Caminé un rato luego hacia el
coche, simulándome a mí mismo que aspiraba a fondo todos los néctares ambiguos
de la noche y que contemplaba ensimismado el brillo desolado de las estrellas.
Bah, aquella camiseta de colorines seguía pareciéndome horrorosa.
Post/post: gracias a Kayla, a Mónica, y a NVBallesteros, por sentir y pensar el relato conmigo, por bloggear ayer a mi lado. GRACIAS.
bonita foto nocturna parece una ciudad norteña ciao antonio
ResponderEliminarVaya cosas le ocurren a usted. Espero siguiera el consejo del belludo y chorreante señor. Saludos
ResponderEliminarme has tenido con la intriga del secreto del maestro y resulta que era una pastilla como la que se toma el Drago .....¡ no vale se me caen los mito jo !
ResponderEliminarya ni para ser buen amante dejamos la quimica
por cierto se me olvido el video de adamo lo rompe ...por que no es el panamericano de los c***
ResponderEliminarEres un maestro en crear y recrear estos ambientes de antro. Y qué triste es siempre el poso que queda cuando llegas al final. Este pedazo de bestia parda existirá y todo. Qué suerte la mía que no conozco a ninguno. ¡Qué horror! Otra cosa también te digo, me he reído y no poco.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Por todos. Tan certeros. Gracias!
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