Ping pong del blog

     

    ¿Has visto, lector, cómo la miran? Extienden la pelotita con ternura suma sobre la palma de la mano. Se la acercan hacia el centro mismo de los ojos. Todo lo demás, su reclamo, por un instante desfallece. El blanco copo perfecto y esos ojos, tan solo eso. Como si fuese la mínima esfera venerada un bebé, o un ave que acaba de romper el huevo, o una mariposa nunca vista. Como un samurái antes de la batalla también, que se mirara el alma. Como un niño que buscara la fe.

    

    La misma devoción, el mismo ensimismamiento, la misma intensidad con la que el jugador de ping-pong contempla la mínima pelota blanca instantes antes del saque es la que uno le sueña a su pobre blog. Que ese copito ocupe como lo hace ahí el mapa entero de una visión, que sea su completo mundo entonces, que todo culmine en esa mirada, más que acariciadora, de apropiación, de mutua hipnosis, sobrenatural, clausurante y circular también, de la que diríamos que buscara insuflarle a la pelota la propia idea, metamorfosearse incluso el jugador dentro de ella.

    

    Así me gustaría pensar en ti, lector, antes de aporrear el teclado de este blog. Así me gustaría que lo miraras tú, para que esto alcance –cuando lo alcanza- su sentido pleno, y que encerremos tú y yo la esfera impecable de un intercambio redondo. 

    

   Luego el saque sale o no, sirve o no, derrota o no. Lo mismo que el blog, luego sale o no, sirve o no, suma o resta. Vence el samurái o es derrotado. Pero eso es ya avatar posterior. Lo que de verdad cuenta, lo decisivo es ese olímpico prolegómeno, ese dorado paréntesis en el que todo se detiene, en el que tú y yo en armonía a los ojos nos miramos, y en el que aún es todo posible.


Post/post: gracias a Anónimo, a Mónica, a Hawai 05, por bloggear ayer conmigo. GRACIAS.