A media mañana del lunes esto le
escribí al Sr Twitter: “bueno, que Nadal
ganara su III Wimbledon sería ya la Consumación de los Tiempos, pero si cae en
primera ronda, no le querremos ni un pelo menos”. Esa tarde, en efecto, caía Nadal derrotado a las primeras de
cambio ante un tenista desconocido. No habrá este año, pues, esplendor sobre la
hierba de Rafa. ¿Y qué? Quienes de verdad le aprecian, un poco más ahora se
sentirán próximos a él, de la misma forma que nos notamos más unidos a un amigo
en la dura contrariedad que en la espumosa francachela.
¿Consiste acaso el deporte, trasunto de la vida, como aquella vez sobre el
fútbol aseguraba el llamado sabio de Hortaleza, Aragonés, desorbitada la yugular, atropellada la dicción, fiero el
mirar… “ganar, y ganar, y ganar, y
volver a ganar, y ganar, y ganar”? No, el deporte, la vida, es ganar … y
perder. Casi diríamos que es sobre todo
perder, pues la camisa de la derrota se aviene mejor a la indumentaria
global de las sucesivas pérdidas en que la vida consiste. De niños, a la par
que crecemos y desplegamos nuestras alas, es todo ascender y ganar, sí, pero
muy pronto comprendemos que sólo nos esperan ya sucesivas e inevitables
derrotas. ¡Por eso nos remueve tanto una victoria inesperada, por su pura
precariedad! C´est la vie.
Ocurre que vivimos hoy sumergidos bajo una especie de religión del
éxito, y el relativo prestigio moral que acompañaba antes el aura del fracasati -si la sociedad era, es y será siempre
injusta, el perdedor representa y expresa entonces de una manera más veraz y
honda ese desorden frente al apabullante y a menudo impostor triunfador, y ese
amargo atractivo del derrotado, de su apenado sentir, así lo reflejaban los
textos canónicos de esas épocas- se ha evaporado en pro de los vacuos oropeles
del triunfador, que nunca por otra parte tiene carnaza bastante en que saciar
su sed de ganar.
Está luego la serena sabiduría
que parece haber alcanzado Rafael Nadal
en los últimos tiempos, y que ya aquí le señalamos tras sus palabras al ganar Roland Garros. Como si mordisqueara la
Copa de la verdad misma, ha dicho ahora: “La vida sigue. No es algo dramático,
es deporte, un juego… Estas dos semanas extras, este tiempo que ahora tendré,
es tiempo que en parte he ganado para hacer otras cosas”. ¿Es entonces por esta derrota
sobre la hierba menos campeón Nadal? No lo creo. Es más humano. Le admiramos
igual así. Le queremos un poco más incluso.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
¡Maldito tiempo, vapuleado y vilmente entrecortado de estos malhadados días de triunfante cinquillo raspaoooo... para todos los aplicados y sesudos empollones de "educación para la ciudadanía zopetarda"!
ResponderEliminarBuen post este. Y cabal. Ya lo digo de entrada: "soy un puto perdedor", ¿y? Estoy feliz y colmado de gloria bendita en el bando donde no está la infanta y su patético pagafanta de la kutxa vasca o como se diga.
No tengo que soportar la indignidad del reculeo constante de ese pobre Wert, que quizás confunde la educación de las buenas maneras con los cejudos que le lanzan lapos verdes a la calva, con la Educación con mayúsculas, que en estos pagos se cargaron (sin erre, pero con ere, también) los iluminados sociatas que nos iban a llevar a este mundo asqueroso de alicias y peterpaneros.
Sí, definitivamente: me fiaría mucho más de los putos (y putas) perdedores de Masterchef para dejarme invitar a gin-tonic y el plato que más le gusta al rey (huevos fritos con papas), que no del que ya han decidido, desde el minuto cero, que va a ganar el concurso.
Ítem más: ahí tenemos a la crack kampeona y vencedora de la tele: la milana bonita y aristócrata hasta cagando, Merceditas Milá. No. Es estéticamente escamante quien no tiene la humildad de saberse perdedor y pretende hacernos tragar la rueda de molino de que "todos y todas, con una inteligencia u otra, son excelentes". Excedentes, más bien, todos esos malditos peterpaneros que quieren vivir del cuento cara a la galería, para vivir a todo trapo en su oligarquía sectaria y secreta.
Saludos
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ResponderEliminarEs cierto que las grandes figuras son multinacionales manejadas por otras multinacionales, pero no es menos cierto que son imprescindibles para crear mimetismo y sin duda lo crean. Todas las grandes figuras del deporte han hecho más por la práctica de ese deporte en la juventud, que miles de millones en polideportivos que finalmente quedan para conciertos de bacalao. Y ron.
ResponderEliminarA Nadal espero que no le pase como al resto de figuras que a los 28 estaban ahitos de triunfos y dineros y así es muy difícil concentrarse en la tarea.
Si repasas la historia de tenistas que se quedaron a medias después de una gran victoria ( Berasategui, Bruguera, Ferrero..) te das cuenta de lo diferente que es el mallorquín.
Que en España somos de mucho derribar mitos, carallo!
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