Podrá todo lo más, cuando la
Voluntad esa del Pueblo que tanto ellos idolatran les arrea, como ahora en Escocia una buena coz en todos los
morros, concederse una tregua. Se darán
un respiro, mirarán al tendido, llorarán un poco la escaramuza perdida… y
pronto volverán al incansable raca raca de las andadas. Llevan,
claro, grabada a fuego la V del
Victimismo en el ADN ideológico y, si en las victorias brincan, en las
derrotas se regodean en la pupa de la herida. Intuyen que la batalla de fondo
la tienen ganada, que el Tiempo juega sólo a su favor.
Incluso siendo estrepitosamente derrotados, como ahora en Escocia, nada definitivo pierden y algo
arramplan siempre en el envite: fue necesaria la completa unión de los partidos
nacionales británicos… y la promesa de importantes concesiones a las élites
nacionalistas hacia la federalización del país para poder doblegarles. Con la inmersión lingüística, con la educación para la perfecta ciudadanía
nacionalista, con las televisiones
públicas y los media locales a su
mando, con el control de la hipertrofia
burocrática que les es connatural, es decir, con los resortes decisivos para
la fabricación de las conciencias en sus manos, saben que es sólo una cuestión
de tiempo.
Sobre todo cuando enfrente hay NADA,
ninguna otra cosmovisión simbólica que se le oponga, un fantasma en ruinas
económicas y espirituales. Los viejos
Estados, cuarteados por la globalización económica y por la pavorosa crisis
económica y fiscal, como agua de mayo necesitan
revitalizar y reimpulsar sus procesos legitimadores de “nacionalización” de sus ciudadanos, o más tarde que pronto se
disolverán como azucarillos en la marea de los nacionalismos raquíticos, que
ofrecen una emocionante salida falsa, un atávico regreso a la Tribu, a quienes, presas de la angustia y la
desesperación a causa de los graves problemas del desempleo, creen que peor ya
no puede irles.
¿Adónde casi con plena seguridad se encaminaría una Europa de 200
“estaditos”? Si ya una Europa de 27
resulta inmanejable, ese mosaico de particularismos, esa Babel de aldeanías
resultantes, ese ascenso de las emociones tribales, es casi seguro que sólo
podrían conducir a la guerra. Con tantas emociones al ciudadano se le ha
olvidado lo más específico que le constituye, la razón, es decir, la memoria,
la Historia.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Totalmente de acuerdo José Antonio con todo tu post.
ResponderEliminarLos nacionalismos han hecho de la constante reivindicación su modus vivendi. La constante y cansina queja contra el agravio comparativo, falso agravio muchas veces, es su manera de ganar cuotas de poder... ¿ Y el pueblo ? ¡ Ese pueblo materialista al que le brillan los ojos cuando le hablan de la Arcadia feliz.
La derrota del Si... no es tal... es victoria... Cameron ya ha dicho, con otras palabras, que descentralizará hacia ¡ todas las regiones ! A mi me recordó el famoso "café para todos" español. Cree el mequetrefe de Cameron que así contentará a los populistas regionalistas... menudo iluso... Ale que les transfiera la educación y que pongan televisiones autonómicas. Que se venga a España y le explicamos en qué termina todo eso.
Yo de Isabel II movía los hilos para largar a este elemento.
Saludos
Si Julio César levantara la cabeza...
ResponderEliminarSuscribo su artículo, don José Antonio.
ResponderEliminarA la sociedad abierta le falta valentía en la defensa de sus valores. A la sociedad cerrada le sobran oportunistas dispuestos a tocar la tecla tribal, de la tribu especial, más enraizada genéticamente que el uso de la razón, del pensamiento claro.