El Sol, espléndido esta mañana, como
un niño jubiloso que hubiera por ahí ganado una medalla de oro, trompeteando su
alegría tras los ventanales. El sol cantando por soleares, diríamos. El sol
esta mañana, más que el astro Rey, mucho más que eso, un astro amigo que
viniera a acompañarnos, a trasvasarnos un calorcito más que humano. El sol, que
a los muertos y a sus deudos, poco puede confortar, eso es cierto, que deidad
omnipotente tampoco es. Dicen que el Sol achicharra a estos virus, amén Jesús,
que no creo que nadie vaya a denunciar la eliminación de esta especie. El sol,
que los más viejos tanto agradecen, quizás más ahora que nunca, pues les caldea
por dentro los huesos y el ánimo. El sol, que pareciera salir hoy para ellos,
señalados por esta Parca, más que nunca también. El sol que es en sí una proclamación
radiante de la Vida, que podría parecer hoy un desperdicio en medio del
confinamiento, que es toda una tentación a romperlo, a saltar el balcón en su
busca, que es, con todo, bálsamo único para la prisión de estos días tristes. El sol solete, que ha irrumpido esta mañana a
canturrearme los buenos días. Le abro de par en par la ventana, cierro los ojos
ante él, le extiendo los brazos y a su resplandor yo me abrazo, por supuesto. Buenos
días, Rey.
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