Por supuesto que no me parece Anora ninguna apología de la
prostitución. Sí que me parece que, desde un enfoque supuestamente realista, al
escamotear sus aspectos más sórdidos, al fijarnos a su prota como una
profesional poderosa, autoconsciente, encantada de conocerse, sin fisura
emocional interna alguna y perfecta manejadora de una recua de clientes
mansotes y más bien inocentones, muestra una imagen epidérmica, parcial, falsamente
desenfadada y frívola de ese mundo, en el que el alcohol, las adicciones y la
violencia -con los estragos anexos a los mismos- son moneda común. La propia
EFS dice nada menos que “a Baker no le interesa el reverso más oscuro, feo y
desagradable del asunto”. ¡Hombre! Pues vaya.
Dice EFS que Baker da a su personaje una identidad tan propia
que resulta atractiva. Seguro que en otras obras de Baker así es, -y quizás por
eso mismo EFS tiene que, en el elogio, recurrir tanto a rasgos y cualidades en otros
títulos del autor que en esta casi no aparecen por lo que no los puede esgrimir,
hasta el punto de sostener que Anora viene a ser la niña crecida de Florida
Project- pero precisamente, a mi juicio, el principal agujero negro de Anora es
que como personaje está poco elaborado, en el sentido de que pese a ser una
película muy larga que describe una peripecia en principio sorprendente y
peligrosa –y los datos reales sobre sucesos en ese mundo así lo muestran-
apenas conocemos su historia, su familia, su pasado, sus gustos, su
cotidianidad, sus móviles… excepto la fascinación brutal, acrítica y
superficial en ella por el más extremo lujo consumista hipercapitalista. Ese
déficit en la construcción del personaje –extensible al resto de personajes,
que se repiten y se repiten sin mostrarnos claves humanas propias- es lo que
nos impide conocerla y empatizar con ella. Justamente en Cuando cae el otoño,
que EFS cita en auxilio de Anora, las protas se autointerrogan una y otra vez,
afirmativa y dolorosamente al tiempo, sobre la crudeza y la dureza del dilema
que les llevó a la prostitución, así como el angustioso peso individual y
social que para siempre acarrea esa actividad. A años luz también de la
complejidad compositiva y del artístico desgarro emocional que sobre la
turbiedad del mundo de la prostitución
“Mona Lisa” de Neil Jordan, por ejemplo, aporta.
No es coherente en Anora, creo, con el presupuesto narrativo
inicial de chica listísima y empoderada, el que se pretenda que a los dos días
la veamos perdidamente enamorada de un estúpido niñato salido de Resacón en las
Vegas junto al que desparrama sin fin drogas, alcohol, dinero, apuestas,
desprecio a los empleados a lo bestia y unos modos y lenguajes que dejan a los
de los burdeles a la altura de catecismos… sin cuestionarse nada. Él le propone
una boda legal… porque sí. Y ninguna reflexión, conversación o gesto humano de
tribulación, de duda, de temblor, de vivencia interior de todo lo que eso -vida
pasada y nueva y horrible vida- les supone. Les vemos copular y copular y
volver a copular como peces en el catre, eso sí, pero gestos y palabras para el
enamorarse, dialogar, delicadeza, ternura, rien du rien, excepto un par de
besos sobre paisajes de estampita multicolor.
No parece tampoco congruente con el presupuesto narrativo realista de
unos Mafiosos rusos terribles –de los que sabemos poquísimo, salvo que manejan
un Pastizal Incalculable, el mismo que le permite a su niño dilapidar
Mansionaza y Miles y Miles de dólares en días, que enseguida se plantan con su
avión prestos a solucionar el asunto- al mando de un Padre risueño,
condescendiente, pasivo, presentado como un jubilado mediopensionista, con unos
matones tan ridículos como penosos y repetitivos, a uno de los cuales porque sí
Anora le rompe las napias, mientras el otro apenas consigue reducirla, a la vez que dejan escapar al tirillas, sin que sus Señores, siendo como son, ante
el problemón creado ni les despidan ni les reprendan siquiera, olviden el
carísimo anillo e incluso les dejen a los dos buenazos –que les han vituperado-
la propina de la Mansionaza libre una noche más a su disposición para lo que se
les antoje. Durante buena parte de la nocturna búsqueda del Figura por todos
los antros, a mi modo de ver, el ritmo de la historia se empantana lo
indecible, sin progresión dramática alguna. En fin, que sin mayor explicación
la Malvada Suprema sea la Madre –mujer tenía que ser, que dirían las
leticiasdoleras patrias-, que es además como la cristalización del futuro que
para sí anhela Anora, tampoco parece muy dignificador, la verdad.
Acaba EFS con que Anora no es una perdedora, que va con la
cabeza alta. Pero ese es sólo el principio, porque acaba ella literalmente con
la cabeza baja y supuestamente destrozada y encerrada dentro de un coche junto
a un dudoso Príncipe verdadero, el matón con corazón –personaje ya típico
también, al que ella, sin apenas transiciones entre ellos, no deja de insultar
como bujarrón- al que acaba de conocer, del que apenas sabemos tampoco gran
cosa, que no solo no se disculpa por haberla maltratado, sino que toda la
palabra amorosa que hacia ella tiene en ese clímax es… “¡Para!, Cuál es tu
problema”, a la vez que la manosea los glúteos sin llegar a… No ponen en común
nada entre ellos entonces, diríase. No se entiende una súbita revelación
existencial o una toma de conciencia fulminante en ella, porque previamente no
la hemos visto siquiera dudar, esto es, porque el director no ha sabido
humanizarla, porque, para que fuera creíble, debería ese amargo despertar ser
paulatino y gradual. Nada más dice, nada más hace ella ya. ¿Y su gran amiga, la
del burdel, la que se lleva al Fiestorro, a la que sí parece conocer y estar
unida, junto a la que en otras pelis de Baker sí hubiera acudido a abrazarse y
a compartir tras el dramón? Olvidada.
En fin, a mi modo de ver, esos vacíos narrativos, esas
incongruencias e inverosimilitudes compositivas, esa ausencia de identidad como
personaje de Anora se hace extensiva a la falta de consistencia de la propia
peli que, con unas líneas de diálogos penosas, transita caprichosamente y sin
son los géneros, desde una suerte de video promocional de porno-light inicial a
romántico folletón luego, grotesca comedia caótica sin gracia luego, comedia de
resacón después, comedia nocturna gamberra, drama de ajuste de cuentas paterno,
súbito drama existencial por fin. En efecto, Anora, tras tanta movida promovida,
es que no levanta cabeza. ¿La Mejor Película, el Mejor Guión del 2025? Diríase
que los hollywoodienses académicos se han casado con Sam Baker en Las Vegas,
yes very well.
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