Quiere uno, con sus dudosos medios, abandonar por unos días la Politicorra, y rebosante el corazón de infinitas ansias de belleza, cantarle a los ríos y a los montes, e incluso componerle un himno a la eléctrica agilidad de los verdes saltamontes, pero la actualidad es un potro desbordado que me cocea el rostro en su bárbaro galopar. Es Politicorra, lector, sí, pero es también el espacio sagrado en que se dirime la Libertad. Está además el conocido verso de Gabriel Celaya, que tanto canturreara entre mecheros encendidos de indignada conmoción in illo témpore Paco Ibáñez, que maldice la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que lavándose las manos se desentienden y evaden. No puedo yo, ni quiero, lector mío, evadirme de los graves episodios nacionales que ante nuestros ojos uno tras otro estallan.
Accedió, como lista más votada, al Poder guipuzcuano la franquicia filoetarra de Bildu. El resto de los partidos sí se desentendieron, hiciéronse los neutrales y les concedieron ese lujo. Malditos por ello, en lógica celayana, deberían por siempre ser.
Veamos la imparable secuencia posterior: gritaron por la Independencia vasca (es decir, por la desmembración de España, sin que conste que a Maese Sala se le pusiese de gallina la piel), acosaron y amenazaron de muerte a representantes populares en varias localidades, dictaron inmediatas medidas para hacerles la vida aún más difícil a los concejales amenazados, repoblaron las calles vascas de sus totalitarios y nauseabundos pasquines, empezaron, contra la ley, a retirar de todas partes la bandera constitucional, y si un grupitos de Indignados gritó “Borbones-a-los-tiburones al paso de los Príncipes, los filoetarras, no tan radicales ahora, se contentaron de momento, en bien simbólico gesto, con ordenar retirar la imagen del Jefe del Estado español del salón de plenos donostiarra.. No sé, podrían poner la de Jose Antonio Ortega Lara tras su paso por el paraíso abertzale al que ellos arrojaron, a ver que tal. O mejor, la de Txapote, ese idealista, mucho mejor, dónde va a parar.
La sesión para la elección del Diputado General de Guipuzcua resultó especialmente tenebrosa. Por si quedara alguna duda de la filiación batasuna, es decir, etarra, de la Cosa Bilduitarra, los históricos Joseba Permach y Rufi Etxeberría –siniestro autor este último, durante los peores “años de plomo”, de la criminal ponencia que abogaba por la “socialización de la violencia”, que pedía a ETA, y que ésta llevó de inmediato a cabo, la liquidación física de los representantes populares opuestos al separatismo- asistían complacidos entre el público, como postulantes sumos de Martín Garitano, a la ceremonia. Bendecían así a Garitano, que iba el pobre, puño altísimo, claro, a saltar el monte y la caja de piedad de un tajo.
Éste, aunque podría también decirse que tratábase tan sólo de un simple detalle, portaba en la solapa para la trascendental ocasión una bien simbólica Insignia Habilitante: un pin en la chaqueta en el que figuraba el número de recluso de Arnaldo Otegui, queriendo asociar, sin dejar puntada etarra sin hilo, sin duda a este grandioso “hombre de paz” -que de él dijera alguien de cuyo nombre no quiero acordarme- a similar estatus de padecimiento y persecución al de los prisioneros judíos de los campos de exterminio. Le faltó ya digo, el pin de Ortega Lara. De suerte que, así ataviado, a todas luces se coordinaba en perfecto convoluto el profundo impulso ético del espíritu discursivo de Garitano con la indumentaria misma, en redundante armonía previa ya con las angelicales facciones, claro espejo de esa noble alma, que al Señor distinguen.
Anunció así Garitano que se abría tras él, claro, una nueva Era verdadera. Prodigó ofrecimientos a embarcarse en la misma a todos los allí presentes. Pero el delirio empezó a tornarse dantesca pesadilla cuando pidió al PP vasco… “que no haga política de consigna”, uno, “que asuma la responsabilidad de enrolarse en la PAZ”, dos, y sobre todo, en el clímax demenciado de aquel real aquelarre, “…que tenga la VALENTÍA de enrolarse a la nueva era”.
“¿Y encima nos pide valentía? Manda huevos. Sea usted valiente y pida a ETA que se disuelva”, le replicó el portavoz popular, sin que Garitano respondiera a esto nada. Garitano, ese Big Abertzale, le hubiera, sin duda, exigido similar valentía también a Gregorio Ordóñez, a Miguel Angel Blanco, a tantos otros, instantes antes de que Txapote les hubiera destrozado de un pistoletazo la nuca. Hay que reconocerle a Garitano, eso sí, que ni al genio descomunal de Orwell se le hubiese ocurrido avizorar, para el perfecto totalitarismo de su Big Brother, una escena cuajada de mayor abyección. Cómo, después de algo así, ponerse uno, lector, a hacer poesías.