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jueves, 20 de octubre de 2011

Los Cobradores del FRAP




      
     Si criticas la Infamia de San Sebastián te dicen encima que es que no quieres el final de la ETA. Claro, les encantaría la foto de Otegui, el Hombre de Paz, dándole la mano… al muñón de la madre de Irene Villa, esa resentida radical. Ya vimos ayer, y no es poca cosa,  al alcalde de Ermua, ahí es nada, el pueblo de Miguel Angel Blanco, chocándola con Garitano, el colegui de Rufi Etxeberría, el fino estilista teórico de la “socialización de la violencia” que por allí también pululaba, texto en el que la banda etarra halló inspiración y transpiración para aniquilar y mutilar a todo lo que se moviera. Qué cuatro cosas no le diría, si pudiera, el legendario alcalde de Zalamea a este de Ermua, tan presto a conceder la hacienda y hasta el honor a los soberanos del Terror abertzale. A cambio de la Independencia, magnánimos que son, nos perdonarían ellos la vida.
     El comunicado de los “Comisionistas de la Paz”, la interiorización que el mismo rezuma de la cosmovisión etarra, añade la burla a la Infamia: “acabar con la última confrontación armada en Europa”, sostienen tan campantes.
     Luego está el pastizal que se han levantado estos otros idílicos hombres de paz, los postineros honorarios de estos pacifistas Cinco Estrellas. Si vis Pacis, parabellum etarra primero, y prepara pasta para los Kofis luego. Era de lo poco que nos faltaba por ver: hay que soltarles encima un pico a estos santones de la paz etarra. Deberían haberles, ya que tanto vil metal para sí se apalancan, para más lustre darle a la ceremonia de la Infamia, exigido un uniforme: los Cobradores del FRAP, en homenaje a aquellos heroicos antifascitas tan caros a los filoetarras. Qué mono quedaría el grupito, posando tan gentiles ellos todos iguales. ¿Les indigna a los Indignados, tan sensibles a la Injusticia, el monto que se levantan estos Cobradores del FRAP?  
    

viernes, 15 de julio de 2011

Perdónanos, Miguel Ángel Blanco


     
      Hay días en los que, como siniestros heraldos cristalizados, de golpe se coagula toda la Infamia  que como nación nos rodea y nos estalla contra la cara como una alevosa tarta de inmundicias que un Viento a traición nos arrojara. Ese coágulo purulento y fétido con el que hay que tragar sin remedio nos llena de congoja el ánimo y nos avergüenza de nosotros mismos, de nuestra impotencia y de nuestra postración. De la mía, al menos. A Ana Oramas no, que debe andar ella muy complacida remirándole aún  los ojitos a su Excelencia, pero a uno, que es menos que nada, le abochorna lo indecible la maléfica encrucijada inmisericorde con que se atraviesan, como esputos ponzoñosos, algunas jornadas. Si llegara al menos uno a la categoría de poeta con ínfulas, parafraseando a Neruda, escribiría ahora aquello de “sucede que me canso de ser hombre”, de ser español, en este caso diríamos.
     
      El mismo día que recordábamos, con la lógica sordina que va el Tiempo poniéndole a las cosas pero aún con un pellizco duradero en el corazón, el aniversario del cruel asesinato a cámara lenta a manos de la banda etarra de Miguel Angel Blanco, ese representante del Capital y de la Opresión invasoras y genocidas en el País Vasco, -¿qué se hizo del espíritu aquel que abarrotó como nunca las ciudades españolas, en qué esquina lo malversaron algunos políticos, a quién aún le mueve aquel mastodóntico impulso, ¿existió en realidad o fue sólo un sueño?-, ese día precisamente, digo, hubimos de deglutirnos, todos los que elegimos no apartar la vista del engrudo repulsivo, los siguientes sucesos milimétricamente coincidentes, como el concentrado sumo de un hado maligno y odioso:
     -el altanero mitin de Otegui ante el tribunal que le juzga, explayándose acerca de “lo dura que es la cárcel” y el penoso balbuceo de la fiscal ante el mismo.
     -la puesta en libertad del etarra acusado de ordenar la prolongación del secuestro de José Antonio Ortega Lara, cuando llevaba ya seis meses enterrado en el Auschwitz abertzale.
     -el nuevo comunicado militar del Ku-Klux-Klan etarra sacando pecho de ardor guerrero: “Euskalherría ha ganado la batalla política e ideológica de la ilegalización”.
     -la imputación judicial por colaboración con la banda etarra de altos cargos policiales y políticos del gobierno socialista, hecho de una gravedad sin precedentes que ahí quedará para la Historia, si quienes la escriben y la escribirán, el hegemónico mester de progresía, a lo Stalin de mil modos no la “difuminan”.
     
      Y si de la vertiginosa simultaneidad de todo esa sierpe venenosa, de todas esas humillaciones simbólicas justamente en una fecha que debería ser sagrada se le llena a uno la boca de asco, si, en fin, se cansa uno en esos días de ser hombre, dígame, Big Faisán, indesmayable esclarecedor de históricas verdades,  ¿no se cansa usted nunca de ser Faisán?, ¿ no le parece suficientemente penosa una trayectoria política basada, contra la clamorosa evidencia de mil y un indicios innegables, en la contumaz negación del saqueo de los fondos reservados y de la guerra sucia y contra la Eta, primero, y en la idéntica contumaz negación del idilio con la Eta después, siempre y por siempre desde el bando gubernamental? No habrá tampoco días en el calendario para perdonar tantas mentiras.
     Perdónanos a todos, allá donde te encuentres, Miguel Angel, por permitir que el vacío irrellenable de tu ausencia, todo el ansia de libertad y de valentía que tú -y tu familia- simbolizas y encarnas, justo en el día de conmemorarlo y de hacerlo presente y vivo, asquerosamente se nos desborde de tanta inmundicia.  
     
    

lunes, 27 de junio de 2011

Orwell y Garitano, por Guipúzcua de la mano


     
      Quiere uno, con sus dudosos medios, abandonar por unos días la Politicorra, y rebosante el corazón de infinitas ansias de belleza, cantarle a los ríos y a los montes, e incluso componerle un himno a la eléctrica agilidad de los verdes saltamontes, pero la actualidad es un potro desbordado que me cocea el rostro en su bárbaro galopar. Es Politicorra, lector, sí, pero es también el espacio sagrado en que se dirime la Libertad. Está además el conocido verso de Gabriel Celaya, que tanto canturreara entre mecheros encendidos de indignada conmoción in illo témpore Paco Ibáñez, que maldice la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que lavándose las manos se desentienden y evaden. No puedo yo, ni quiero, lector mío, evadirme de los graves episodios nacionales que ante nuestros ojos uno tras otro estallan.
     Accedió, como lista más votada, al Poder guipuzcuano la franquicia filoetarra de Bildu. El resto de los partidos sí se desentendieron, hiciéronse los neutrales y  les concedieron ese lujo. Malditos por ello, en lógica celayana, deberían por siempre ser.
      
      Veamos la imparable secuencia posterior: gritaron por la Independencia vasca (es decir, por la desmembración de España, sin que conste que a Maese Sala se le pusiese de gallina la piel), acosaron y amenazaron de muerte a representantes populares en varias localidades, dictaron inmediatas medidas para hacerles la vida aún más difícil a los concejales amenazados, repoblaron las calles vascas de sus totalitarios y nauseabundos pasquines, empezaron, contra la ley, a retirar de todas partes la bandera constitucional, y si un grupitos de Indignados gritó “Borbones-a-los-tiburones al paso de los Príncipes, los filoetarras, no tan radicales ahora, se contentaron de momento, en bien simbólico gesto, con ordenar retirar la imagen del Jefe del Estado español del salón de plenos donostiarra.. No sé, podrían poner la de Jose Antonio Ortega Lara tras su paso por el paraíso abertzale al que ellos arrojaron, a ver que tal. O mejor, la de Txapote, ese idealista, mucho mejor, dónde va a parar.
     
      La sesión para la elección del Diputado General de Guipuzcua resultó especialmente tenebrosa. Por si quedara alguna duda de la filiación batasuna, es decir, etarra, de la Cosa Bilduitarra, los históricos Joseba Permach y Rufi Etxeberría –siniestro autor este último, durante los peores “años de plomo”, de la criminal ponencia que abogaba por la “socialización de la violencia”, que pedía a ETA, y que ésta llevó de inmediato a cabo, la liquidación física de los representantes populares opuestos al separatismo- asistían complacidos entre el público, como postulantes sumos de Martín Garitano, a la ceremonia. Bendecían así a Garitano, que iba el pobre, puño altísimo, claro, a saltar el monte y la caja de piedad de un tajo.
     Éste, aunque podría también decirse que tratábase tan sólo de un simple detalle, portaba en la solapa para la trascendental ocasión una bien simbólica Insignia Habilitante: un pin en la chaqueta en el que figuraba el número de recluso de Arnaldo Otegui, queriendo asociar, sin dejar puntada etarra sin hilo, sin duda a este grandioso “hombre de paz” -que de él dijera alguien de cuyo nombre no quiero acordarme- a similar estatus de padecimiento y persecución al de los prisioneros judíos de los campos de exterminio. Le faltó ya digo, el pin de Ortega Lara. De suerte que, así ataviado, a todas luces se coordinaba en perfecto convoluto el profundo impulso ético del espíritu discursivo de Garitano con la indumentaria misma, en redundante armonía previa ya con las angelicales facciones, claro espejo de esa noble alma, que al Señor distinguen.
     
      Anunció así Garitano que se abría tras él, claro, una nueva Era verdadera. Prodigó ofrecimientos a embarcarse en la misma a todos los allí presentes. Pero el delirio empezó a tornarse dantesca pesadilla cuando  pidió al PP vasco… “que no haga política de consigna”, uno, “que asuma la responsabilidad de enrolarse en la PAZ”, dos, y sobre todo, en el clímax demenciado de aquel real aquelarre, “…que tenga la VALENTÍA de enrolarse a la nueva era”.
     “¿Y encima nos pide valentía? Manda huevos. Sea usted valiente y pida a ETA que se disuelva”, le replicó el portavoz popular, sin que Garitano respondiera a esto nada. Garitano, ese Big Abertzale,  le hubiera, sin duda, exigido similar valentía también a Gregorio Ordóñez, a Miguel Angel Blanco, a tantos otros, instantes antes de que Txapote les hubiera destrozado de un pistoletazo la nuca. Hay que reconocerle a Garitano, eso sí, que ni al genio descomunal de Orwell se le hubiese ocurrido avizorar, para el perfecto totalitarismo de su Big Brother, una escena cuajada de mayor abyección. Cómo, después de algo así, ponerse uno, lector, a hacer poesías.